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UN MENSAJE UNIVERSAL PARA MENTES PUEBLERINAS
Amelia M Doval
dovalamela@ yahoo.com
La costumbre de ver películas americanas, creadas en Hollywood, con todos o muy pocos recursos, acompañadas de un amplio despliegue propagandístico y una calidad que la mayoría de las veces es indiscutible, nos hace rechazar las producciones extranjeras y mucho más si vienen de un mundo que no forma parte de lo cotidiano.
Quizás la mística de los colores, la sintonía del mensaje o simplemente las construcciones me han llevado a soñar con un viaje a la India y cada vez que puedo deposito dinero en un jarrón de cristal transparente que llegará a la suma necesaria para costear el viaje. Me he propuesto esta meta porque así será justamente cuando esté preparada para hacerlo.
Ambos motivos fueron el ying y el yang de mi reciente afán por introducirme al cine indio. Esta semana, no escogí al azar sino que me dejé guiar por un de los títulos más recomendados y allí estaba frente al televisor, perdida en la inmensidad de una historia que viene matizada por la realidad. My name is Khan (Mi nombre es Khan), una película para adorar, para dejar guardada en la memoria por la sensibilidad de la historia, la poesía que lleva, la calidad de las actuaciones y la enseñanza que nos permite ver el mundo después de ser observado a través de los ojos de Khan.
Un joven indio, musulmán y nacido con el síndrome de Aspergen (una especie de autismo), desarrolla la suficiente habilidad para crearse una familia y un grupo de amigos que lo respetan y aman. El simple motivo de llevar un apellido musulmán cambia su vida de manera drástica después de septiembre 11. Los horribles acontecimientos que le siguen en la película, no son un lamento, ni un mensaje de aceptación hacía ninguna religión. En un principio, queda claro que el mundo sólo puede dividirse entre personas malas y buenas no importa de dónde vengan, por lo demás todos somos iguales.
El amor, el respeto y su condición le hacen escoger un camino, llevar un mensaje: My name es Khan. Y no soy un terrorista. Cuando llegué al final de la película entendí por qué sería necesario un mensaje a través de un ser diferente. Khan representa un síndrome que se caracteriza por seguir reglas, leyes con la misma intensidad que rechazan lo extraño y los ruidos. Desarrollan la dificultad de aceptar cambios, de interactuar socialmente y de establecer comunicación. No son seres capaces de interpretar las emociones ajenas, pero se toman las metas muy en serio. Este joven es precisamente el mundo musulmán. una rareza ante lo cotidiano de una sociedad que se asusta de otras culturas con férreos conceptos milenarios. Khan necesita expresar que su nombre no puede ser un castigo porque simplemente, no es un terrorista.
My name is Khan, merece ser mencionada porque su mensaje es de amor, de respeto y de advertencia hacía la errónea manera de ver el mundo a través del sonido de las letras, el color de la piel, la propaganda televisada o la clasificación preconcebida. Es la historia de un apellido que no significa terrorismo, muerte.
I am not a terrorist, ese es el mensaje. Khan, es un hombre común que identifica el dolor ajeno y prioriza la necesidad de enviar un mensaje universal. Nada ha sido olvidado, el perdón, la aceptación, la fuerza del amor y las esperanzas están en este guión puesto a disposición de los amantes de lo desconocido. No es necesario padecer el síndrome para sentir la incomprensión vestida con el disfraz de la defensa de los valores sociales. La verdad, la única verdad es reconocer que el valor más importante es el derecho de todos los seres humanos a respetarnos. Al final el mundo sólo se divide entre seres buenos y malos ¿de qué lado está usted?.
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