El Fin de Siglo que conocí
Ana Dolores García
Aprecio sobremanera la estupenda crónica de Amelia M Doval -de antología-, sobre una tienda por departamentos que fue orgullo de Cuba. Porque aparte de la maestría con que está escrita, me hace evocar muchos recuerdos. Y en particular, la figura de una persona muy querida que gastó parte de su vida en esa tienda entre los elegantes géneros con que se vestían las mujeres habaneras.
La figura que evoco entre estos detalles de Fin de Siglo que revive Amelia, es la de mi madrina, que trabajara por muchos años en esa importante tienda de Galiano, San Rafael y Águila, como jefa del taller de Alta Costura. Allí la sorprendió el día en que el régimen castrista se incautó de todo y comenzó a decidir el destino de sus empleados. A mi madrina le señalaron la calle, le tocó el despido, ya que –por su cargo- era muy allegada a la burguesía, es decir, a sus clientas señoronas.
Pero no era oficial de la empresa: por encima de ella habían creado pocos años antes una posición de Coordinadora General de Relaciones Públicas que era desempeñada por una verdadera burguesa, Isabel Fernández de Amado Blanco, la que, naturalmente, no fue despedida el día de la incautación. Se trataba de la esposa de quien iba a ser el Embajador de Castro ante la Santa Sede.
Mi madrina se llamaba Julia –Lula- García Rodríguez y era prima de mi madre. Cuando nací, me ofrecieron como ahijada. Fue mi segunda madre y yo fui la hija que nunca tuvo. A pesar de la distancia que mediaba entre nuestras familias, -La Habana y Camagüey-, nuestra comunicación epistolar era continua. Me profesaba un cariño inmenso que también era correspondido.
Siempre le gustó el dibujo y el diseño y lo había estudiado en la Academia de San Alejandro. Su primera experiencia la había adquirido trabajando para el afamado modisto Bernabeu. Luego puso su propio taller y allí la fueron a buscar los de Fin de Siglo años después. Siempre vivió orgullosa de su trabajo y de la empresa a la que pertenecía.
Nunca pudo salir de Cuba. Los lazos familiares se lo impidieron y tuvo el desconsuelo de ver a Fin de Siglo convertido en un almacén de trastos y perfumes baratos. Hoy en día, cinco colosales pisos sirven unicamente para mercadear cosas de medio uso y artesanía de calidad ínfima. En eso han convertido a una empresa centenaria, pues había sido fundada en 1897.
Lula, la madrinita buena, tal como se llamaba aquella novela de Rafael Pérez y Pérez que me regaló, nunca terminé de leer y por respeto no se lo dije, murió en 1985. Se acaban de cumplir 25 años de ello.
La figura que evoco entre estos detalles de Fin de Siglo que revive Amelia, es la de mi madrina, que trabajara por muchos años en esa importante tienda de Galiano, San Rafael y Águila, como jefa del taller de Alta Costura. Allí la sorprendió el día en que el régimen castrista se incautó de todo y comenzó a decidir el destino de sus empleados. A mi madrina le señalaron la calle, le tocó el despido, ya que –por su cargo- era muy allegada a la burguesía, es decir, a sus clientas señoronas.
Pero no era oficial de la empresa: por encima de ella habían creado pocos años antes una posición de Coordinadora General de Relaciones Públicas que era desempeñada por una verdadera burguesa, Isabel Fernández de Amado Blanco, la que, naturalmente, no fue despedida el día de la incautación. Se trataba de la esposa de quien iba a ser el Embajador de Castro ante la Santa Sede.
Mi madrina se llamaba Julia –Lula- García Rodríguez y era prima de mi madre. Cuando nací, me ofrecieron como ahijada. Fue mi segunda madre y yo fui la hija que nunca tuvo. A pesar de la distancia que mediaba entre nuestras familias, -La Habana y Camagüey-, nuestra comunicación epistolar era continua. Me profesaba un cariño inmenso que también era correspondido.
Siempre le gustó el dibujo y el diseño y lo había estudiado en la Academia de San Alejandro. Su primera experiencia la había adquirido trabajando para el afamado modisto Bernabeu. Luego puso su propio taller y allí la fueron a buscar los de Fin de Siglo años después. Siempre vivió orgullosa de su trabajo y de la empresa a la que pertenecía.
Nunca pudo salir de Cuba. Los lazos familiares se lo impidieron y tuvo el desconsuelo de ver a Fin de Siglo convertido en un almacén de trastos y perfumes baratos. Hoy en día, cinco colosales pisos sirven unicamente para mercadear cosas de medio uso y artesanía de calidad ínfima. En eso han convertido a una empresa centenaria, pues había sido fundada en 1897.
Lula, la madrinita buena, tal como se llamaba aquella novela de Rafael Pérez y Pérez que me regaló, nunca terminé de leer y por respeto no se lo dije, murió en 1985. Se acaban de cumplir 25 años de ello.
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Muy sentidos los recuerdos que tienes de tu madrina que fue un gran talento de la Cuba de antes.
ResponderEliminarAcabo de leer la Gaceta. No sabes lo que disfrute el artículo acerca de Fin de Siglo y el artículo escrito por ti y dedicado a tu madrina. Las dos tiendas El Encanto y Fin de Siglo eran las favoritas de mima y era allí donde usualmente me compraba la ropa y también ella también se mandaba hacer ropa en Fin de Siglo.
ResponderEliminarLa señora que estaba a cargo del Taller de Costura en el Departamento de Niños, se llamaba FE, no me olvido de su dulzura y paciencia cuando tenía que tomarme las medidas para los vestidos que mima había encargado, y luego tenía que regresar a probármelo. Ella estaba trabajando el día que pusieron una bomba en El Encanto y la mato. La reconocieron por su reloj de pulsera, fue lo único que quedo de ella. Hoy creo que el lugar donde antes la tienda El Encanto estaba es un parque.
Mima debe haber conocido a tu madrina porque ella no solamente visitaba al Departamento del Corte Francés, pero mucha de su ropa se las hacían ahí. Estas dos tiendas eran exclusivas y lo encontrabas todos.
Fidel y su cuadrilla han destruido a Cuba, y no creo que la Isla volverá a ser lo que era en la década de los años 50. Tu madrina tiene un parecido a ti.
Gudelia
Gracias Gudy por tu comentario. En efecto, tanto El Encanto como Fin de Siglo eran las dos tiendas por departamentos más importantes de Cuba. El Encanto, la primera, incluso con sucursales en Camagüey y Santiago, y un eficiente Departamento de Publicidad. Otra tienda importante en La Habana fue "La Época", con la que también estuvo relacionada mi familia, ya que el esposo de mi madrina era uno de sus propietarios.
ResponderEliminarMi madre era española, y desde niña en España se sintió muy apegada a sus primas en La Habana. Cuando emigró a Cuba y se conocieron personalmente, esos lazos de afianzaron. Ella y mi madre se parecían mucho físicamente y por lo visto algo heredé yo también.
Cariños,
Lola.
Gracias, Maggie. Realmente siempre fue una inspiración para mi.
ResponderEliminarQuiero añadir a estos tan lindos comnetarios, mi parte sobre el artículo de Amelia sobre Fin de Siglo, ya que por mi edad recuerdo muy bien a esa bonita tienda, además nunca olvidaré que cuando tenía 17 años una vez me caí de una de sus escaleras, no es un recurdo lindo, pero es un recuerdo. También quiero añadir que por esas casualidades de la vida también la que fué mi madrina, Caridad Godoy, trabajaba como dependienta en esa tienda. Así que también me ha traídos muchos otros recuerdos este artículo así como el comentario de Lolita sobre su madrina. Es que algunas veces hay madrinas que te quieren tanto como si fueran tu madre.
ResponderEliminarMira que casualidad, Elsa, ¡nuestras madrinas, hasta se conocerían! Allí también trabajaba la hermana de madrina, Adolfina, como operaria en el taller de ropa interior. Cuando los de Fin de Siglo le ofrecieron el trabajo a mi madrina, ella alegó que no podía cerrar el taller y dejar en la calle a las ocho operarias que tenía. No hubo problemas, las aceptaron a todas, incluida Adolfina.
ResponderEliminarAntes el ser madrina o ahijado/a tenía un significado diferente a la simpleza con que se le mira hoy día.
No sé que pasó con mi comentario. No aparece y no puedo encontrarlo, tampoco guardé copia, así que trtaré de re-escribir lo que ya escribí aunque no va a quedarme igual. ¿Dónde metí la pata?
ResponderEliminarLoli: Me gustó mucho que escribieras sobre tu madrina. La recuerdo tal y como salió en el retrato con su encantadora sonrisa acogedora. De nuevo me remonté a la época en que la visitábamos en Fin de Siglo mientras vivíamos temporalmente en El Apostolado Universitario. Siempre me recibió con cariño sincero. Tú eras la ahijada, pero yo sólo era tu compañera de estudios y amiga. Nunca sentí diferencia en el trato. No me olvido que ya casada yo la visitéen su apartamento de los altos del América. Fuimos a que conociera a nuestro primer hijo, Orlandito y esa fue la última vez que la ví personalmente. Depués seguimos carteándonos de vez en cuando y sigo guardándola celosamente en mi cofre de recuerdos. Lo mismo que a Fina,a Adela y los dos viejos, allá en la casa de Lawton...
Gracias también a ti, Bertha, y tendrán que ser dobles, ya que tuviste que escribir dos veces tu comentario. Mi madrina siempre estuvo al tanto de todo lo que a mí concernía, y por supuesto sabía la amistad tan grande que nos unía a todo nuestro grupo. Recuerda que se ofreció a diseñar nuestro traje de graduación y se lamentó mucho de no haber podido ir hasta Camagüey en esa fecha.
ResponderEliminarY gracias, ¡como no! por tus visitas a Fina y Adela en la calle Manrique en sus tiempos difíciles, trayéndonos fotos y noticias de ellas, las primas/hermanas de mi madre.