5 de abril de 2010


Fabergé

Maggie Guaty Marrero

Un huevo de Fabergé es una de las cincuenta y siete joyas creadas por Peter Carl Fabergé de la empresa Fabergé para los zares de Rusia entre los años 1885 y 1917. Los huevos se consideran obras maestras del arte de la joyería. Hoy en día se encuentran en los más prestigiosos museos y colecciones privadas, entre las que destacan la de la Reina Isabel II de Inglaterra, la de Malcolm Forbes y la del propio Kremlin.


Francia Siglo XVII. - Tras la matanza de la noche de San Bartolomé, Luís XIV expulsa a los hugonotes (protestantes) de Francia. La familia Fabri, expulsados de su país, se instala primero en Alemania con el nombre de Fabriger, adoptando más tarde el de Fabergé. Tiempo después se establecen en Rusia. Gustave Fabergé -padre de Carl-, nace en San Petersburgo en 1814 y fue el primer joyero de la familia.

Gustave aprende el oficio con el prestigioso orfebre André-Ferdinand Spiegel y en la casa Keibel, la que hacía las famosas joyas de la corona rusa.
En 1842 Gustave abre su negocio en la calle Bolchaya Morskaya –el equivalente a la Rue du Paix de París– en San Petersburgo, y la llamó “Casa Fabergé”. Gustave envía a su hijo Carl a estudiar a Inglaterra, Francia, e Italia. A su regreso a San Petersburgo su padre lo pone al frente del negocio. Sus joyas empiezan a ser conocidas y su prestigio se incrementa aún más, cuando el Zar Alejandro III le nombra proveedor de la Corte. Desde ese momento toda la aristocracia rusa de la época, la rica burguesía y las grandes familias del mundo se convirtieron en sus clientes.

María Fiódorova, esposa de Alejandro III, en un viaje a Copenhague visita las colecciones reales del castillo de Rosemborg, y se percata de un perfumador en forma de huevo que había pertenecido a Catalina II. La Zarina a su regreso le pide una joya-huevo a su esposo, y éste a su vez se la encarga a Fabergé con la intención de regalársela el día de Pascua.

La tradición de regalar huevos en Pascua se remontaba al siglo XVI, pero no había joyas-huevo a excepción de una que Luís XV había encargado para madame du Barry (una pequeñísima escultura de Cupido metida en un huevo), y el perfumador de Catalina II.
El Zar envió a Fabergé a Copenhague a que lo viese, ya que el joyero no tenía idea de lo que le pedían. De aquel viaje salió el primer huevo imperial que realizó Fabergé en 1885, el primero de los 54 que hizo para los zares entre 1885 y 1916. Carl contó con el talento excepcional de tres orfebres, considerados verdaderos maestros de la joyería artística: Eric Kollin, Michael Perchin, y finalmente Henrik Wigström. También lo asistió su hermano menor, Agathon, pintor y escultor, y eventualmente fue sucedido por sus hijos, Eugène y Alexander.

Todos encontraron su fuente de inspiración en siglos anteriores, mejorando las técnicas y complejidad de los procesos de manufactura e incorporando a los diseños una amplia gama de piedras y metales preciosos, los cuales mezclaba en diferentes proporciones, logrando así los distintos colores de oro tan apreciados en las piezas de Fabergé. Es indiscutible que su fama se consagró con la creación de los huevos imperiales comisionados por los zares, primero Alejandro III y luego Nicolás II.


Su opulencia era el reflejo de la Corte misma y la Rusia que siguió al estallido de la Revolución de 1917, no tenía espacio para joyas como las de Fabergé. Éste huyó a Suiza, muriendo en Lausana en 1920. Había llegado a su fin la gloria de un imperio y de uno de sus joyeros favoritos. Sólo se ha seguido el rastro de 50 de los huevos de Fabergé hasta que la revolución bolchevique se apoderó de la casa Fabergé, los otros 4 están perdidos.



Maggie Guaty Marrero
Fuentes: La joyería de Carla Fabergé
Los huevos de oro-
Carmen Fuentes.

Tomado de

http://cjaronu.worldpress.com

Ilustración: Google
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