5 de febrero de 2010


Cine:

Invictus

Gustavo Monteros

Su método de trabajo puede parecer engañosamente sencillo. Sin embargo es endiabladamente difícil. Por eso su obra es extraordinaria y no la media habitual. Por eso no tiene epígonos, acólitos o plagiadores.

Consiste en tomar una historia. Cualquiera. Y contarla de la mejor manera posible.

Su arte no está en celebrarse a sí mismo, sino en servir al público. Entretenerlo. Emocionarlo. Provocarlo.

Ése es su secreto.

Es el último de los maestros clásicos. El más grande, el más humilde, el más simple.

Hace esta vez un recorte de la epopeya de Mandela, el que tiene que ver el Campeonato Mundial de Rugby de 1995.

El material le plantea tres grandes dificultades. Mandela es un hombre tan inmenso que se tiende a santificarlo. Canonizar a un personaje es lo peor que se puede hacer. En el momento en que damos por sentado que es un santo, deja de interesarnos. Se aparta de nosotros, se sube a los altares y pierde todo misterio. Clint Eastwood y Morgan Freeman se ocuparán de que eso no ocurra. Nunca. Por más sobresaliente que sea su conducta, Mandela en el film no deja de ser un hombre. Mejor que la mayoría, pero hombre al fin.

Superado ese escollo, Eastwood enfrenta el siguiente. Debe lidiar con un campeonato del que la mayoría sabe el resultado. Trata un hecho histórico, no unos partidos ficcionales. Tampoco pretende engañar a los que nada saben de rugby con un suspenso de pacotilla. El título es sí es una confesión de partes. Y aquí empieza a tallar su maestría para los detalles y la empatía con el espectador. Comunica cabalmente la desazón, la angustia de cuando hay algo importante en juego y el resultado final está lejos de saberse.

Y la dificultad máxima. El rugby no es precisamente un deporte tan popular en el mundo como el fútbol, el básquet o el boxeo, por ejemplo. ¿A quién corno podría interesarle ver una película sobre un deporte del que lo ignora casi todo? De nuevo entra en juego la astucia del maestro. Nos dará pistas de lo que es fundamental para comprenderlo, pero no nos atosigará e irá haciéndonos comprender que aunque en su superficie es la historia de una hazaña deportiva, a él como a nosotros nos interesan otras cosas. Y la anécdota del film es sólo una excusa para contarlas. Como la superación de adversidades, la solidaridad, la soledad del liderazgo, la posibilidad de hallar algo que nos una.

Al igual que siempre no le teme al género. Sabe que sea éste una comedia, un drama, un thriller, un musical, un western, una biografía, etc. al contar bien la historia, el género le permitirá transparentar otras cosas. Cargarlas de sentido. Perfilarlas con nitidez.

Aquí ni hasta el más despistado cree que está viendo nada más que una “de deportes.” Y no sólo porque Mandela ande metido. No. Las historias paralelas, las subtramas, los pormenores nos informan permanentemente de qué va la cosa. Nada sobra o es tramposo. Las escenas de expectativas no cumplidas, de suspenso falso no son engaños para mantenernos interesados. Nos cuentan que más allá de todo, Mandela es un hombre en permanente peligro.

Hay numerosas secuencias magistrales. Elijo tres. Por elegir algunas. La del paso del auto de Mandela, al principio, entre los dos grupos de chicos, los blancos y los negros. La de la sirvienta negra en la casa de los padres de Matt Damon. Y la del pibe negro, los dos policías blancos y la radio durante el partido, que me recordó al mejor De Sica.

Freeman y Damon son dos actores maravillosos. Lo que hacen es glorioso. Pero todos están muy bien, no hay fisuras en el elenco. Del primer actor al último extra. No es para menos, hay un documental en el que se ve dirigir a Eastwood, trata como estrellas hasta el más insignificante de los extras. Sabe que nadie hace bulto en una escena, que todo cuenta.

No se la pierdan. En un mundo en el que hay de todo menos grandes maestros. Esta película es un lujo que nos tenemos que permitir.

Gustavo Monteros, Crónicas de Cine
MClaudiaB@gmail.com
Ilustración: Google
______________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario