Hasta 5,000 euros por enterrar al perro
Guillermo D. Olmo,
ABC Madrid, 4 de febrero, 2010-02-04
Perros, gatos, cobayas, serpientes y hasta una mona. No. No estamos en un zoológico. Esto es un cementerio. Sólo que uno diferente. Este es de animales. Se ubica en la localidad madrileña de Arganda del Rey. Y además de una necrópolis es también un buen negocio. Así lo atestiguan los 26 años que lleva abierto y los más de 4.000 animales que han sido enterrados aquí en ese periodo.
Ángel García y sus socios adquirieron en 1983 una finca de 35.000 m², y lo que hasta entonces había sido un pinar destinado al recreo de su propietario se convirtió en «El Último Parque», el primer cementerio para mascotas de la Comunidad de Madrid, una empresa pionera en una época en la que tanto la sensibilidad social respecto a los derechos de los animales como la normativa que regula la gestión de este tipo de residuos, que al fin y al cabo es lo que son los cadáveres de los animales, estaban en pañales. Como recuerda el fundador, «cuando empezamos, la gente de por aquí se reía de nosotros; nos decían, "pero si a los perros se les tira al campo".
Más de dos décadas y miles de animales muertos y enterrados después, «El Último Parque» ofrece hoy todo tipo de formas de sepultura y para todo tipo de mascotas. Los precios oscilan desde los 301 euros que cuesta la tumba básica, una pequeña fosa con una pequeña placa de piedra en la que se graba el nombre de la mascota, hasta los 5.000, de las llamadas «fosas de honor». Son estas, fastuosos túmulos en los que pueden inhumarse hasta siete animales, cubiertos por amplias lápidas en las que grabar el mensaje que para la posteridad quiera dejarse.
A medio camino entre estos extremos tarifarios están las «fosas de obra», que cuestan 600 euros y las «fosas preferentes», que están en los 900. Todas las ofertas incluyen el traslado de los restos del animal, su custodia en un recinto acondicionado y definitivamente, la inhumación. Hay incluso unas minifosas que sirven como sepulcro para pequeños animales, como hamsters o cabayas. Estas cuestan 130 euros.
Luego, se elija lo que se elija hay una cuota anual de mantenimiento que oscila en torno a los 50 euros. Son muchos los propietarios que pasado el tiempo terminan por dejar de hacer frente a este mantenimiento anual. García cuenta que «la gente suele pagar una media de 7 u 8 años. Si dejan de hacerlo, lo que hacemos es exhumar al animal y depositamos sus restos en un osario común que tenemos en la finca».
En «El Último Parque», probablemente para no enervar a nadie, prohíben expresamente cualquier símbolo o ritual religioso. «Nosotros pensamos que los perros no tienen conciencia religiosa y que cualquier motivo relacionado está fuera de lugar».
Foto: Google
ABC Madrid, 4 de febrero, 2010-02-04
Perros, gatos, cobayas, serpientes y hasta una mona. No. No estamos en un zoológico. Esto es un cementerio. Sólo que uno diferente. Este es de animales. Se ubica en la localidad madrileña de Arganda del Rey. Y además de una necrópolis es también un buen negocio. Así lo atestiguan los 26 años que lleva abierto y los más de 4.000 animales que han sido enterrados aquí en ese periodo.
Ángel García y sus socios adquirieron en 1983 una finca de 35.000 m², y lo que hasta entonces había sido un pinar destinado al recreo de su propietario se convirtió en «El Último Parque», el primer cementerio para mascotas de la Comunidad de Madrid, una empresa pionera en una época en la que tanto la sensibilidad social respecto a los derechos de los animales como la normativa que regula la gestión de este tipo de residuos, que al fin y al cabo es lo que son los cadáveres de los animales, estaban en pañales. Como recuerda el fundador, «cuando empezamos, la gente de por aquí se reía de nosotros; nos decían, "pero si a los perros se les tira al campo".
Más de dos décadas y miles de animales muertos y enterrados después, «El Último Parque» ofrece hoy todo tipo de formas de sepultura y para todo tipo de mascotas. Los precios oscilan desde los 301 euros que cuesta la tumba básica, una pequeña fosa con una pequeña placa de piedra en la que se graba el nombre de la mascota, hasta los 5.000, de las llamadas «fosas de honor». Son estas, fastuosos túmulos en los que pueden inhumarse hasta siete animales, cubiertos por amplias lápidas en las que grabar el mensaje que para la posteridad quiera dejarse.
A medio camino entre estos extremos tarifarios están las «fosas de obra», que cuestan 600 euros y las «fosas preferentes», que están en los 900. Todas las ofertas incluyen el traslado de los restos del animal, su custodia en un recinto acondicionado y definitivamente, la inhumación. Hay incluso unas minifosas que sirven como sepulcro para pequeños animales, como hamsters o cabayas. Estas cuestan 130 euros.
Luego, se elija lo que se elija hay una cuota anual de mantenimiento que oscila en torno a los 50 euros. Son muchos los propietarios que pasado el tiempo terminan por dejar de hacer frente a este mantenimiento anual. García cuenta que «la gente suele pagar una media de 7 u 8 años. Si dejan de hacerlo, lo que hacemos es exhumar al animal y depositamos sus restos en un osario común que tenemos en la finca».
En «El Último Parque», probablemente para no enervar a nadie, prohíben expresamente cualquier símbolo o ritual religioso. «Nosotros pensamos que los perros no tienen conciencia religiosa y que cualquier motivo relacionado está fuera de lugar».
Foto: Google
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