17 de enero de 2010


Que sea yo buen vino, Señor

Que ponga palabra oportuna
allá donde florezca el desconcierto.
Que irradie música y alegría
en el brote y escenario de la tristeza y la angustia.

Que hable de Ti y de tus hazañas
aún en medio de incomprensiones y vacíos.
Que lleve la esperanza y el optimismo
a un mundo que llora perdido.

Que llene las tinajas de los corazones
con tu Palabra que todo lo colma y satisface.
Que convierta el vinagre de muchas historias
en el dulce vino de tu fraternidad y de tu Evangelio.

Que, con María, también abra los ojos
y descubra los sufrimientos y la escasez,
el fracaso y tanto aguafiestas
que abortan el espíritu festivo de la humanidad,
el anhelo de fraternidad de este mundo.

Y sepa darte gloria, por mis obras,
y sepa bendecirte, por tanto signo que realizas,
y sepa agradecerte, por tantos dones que regalas,
y sepa alabarte, por salir al encuentro del hombre.

Gracias, Señor,
tu vino (el único, el mejor y el más auténtico)
alegra la mesa de toda nuestra vida.

Javier Leoz, www.betania.es
Ilustración: Google
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