Se acabó lo que se daba
Valentina Cueto
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Contraer matrimonio en Cuba se convirtió en un suceso de carácter público y motivo de gran ostentación. Las comitivas matrimoniales alegraban con su bullicio y colorido las principales avenidas de las ciudades, fundamentalmente en la capital. La pareja, elegantemente ataviada, se exhibía en antiguos, pero muy bien conservados autos convertibles, decorados con flores, globos de colores y otros ornamentos.
Estas ceremonias requerían de especializados servicios de peluquería, maquillaje, repostería y decoraciones; largas sesiones de fotografía, alquiler de costosos trajes y automóviles antiguos, entre otros requisitos. Las ceremonias de casamiento propiciaron el nacimiento de una “industria del matrimonio”, un gremio de carácter privado que, trabajando por la izquierda, vivía del lucrativo y demandado negocio.
Por supuesto, no todos los novios podían darse esos lujos. Por eso, el Estado brindaba a los futuros cónyuges servicio gratuito de notario en los llamados palacios de los matrimonios, además del derecho a comprar un cake, algunas cajas de cerveza y tres días con sus noches en un centro turístico para disfrutar de la luna de miel.
A pesar de que las cervezas llegaban a veces varios meses después de celebrado el matrimonio y aunque casi siempre el incomible cake no alcanzaba para todos los invitados, el derecho a pagar en moneda nacional la estancia en el hotel representaba un alivio para el bolsillo de los recién casados, pues abonar las tres noches en divisas, era algo impensable.
Recientemente, el gobierno declaró que Cuba era el único país del mundo en brindar semejantes gratuidades y decidió suspenderlas. En realidad la única gratuidad era el servicio de notario, porque todo lo demás debía ser pagado pelo a pelo, sólo que en moneda nacional, la misma con que nos paga el Estado.
Ahora la mayoría de las bodas cubanas son de “firma y tumba”; y la luna de miel fue a parar al mismísimo satélite, excepto para los que puedan pagarla en moneda convertible.
En estos difíciles tiempos se ha hecho cada vez más raro el espectáculo de un matrimonio “a todo tren” por las calles de cualquier ciudad. El negocio de la industria matrimonial cayó en desgracia.
Al igual que el recurrente spot de la televisión cubana, que cuestiona a los que viven sin trabajar, muchos se preguntarán, al paso de una las cada vez menos frecuentes comitivas matrimoniales de lujo: “Y esos, ¿cómo viven?”
Aunque se disponga de los recursos necesarios, celebrar en la actualidad una boda de altura es asunto para meditar largo rato, por si las moscas. Nunca es bueno llamar la atención.
Valentina Cueto
Texto: www.cubanet.org
Imagen:cubaindependiente.blogspot.com
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LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Contraer matrimonio en Cuba se convirtió en un suceso de carácter público y motivo de gran ostentación. Las comitivas matrimoniales alegraban con su bullicio y colorido las principales avenidas de las ciudades, fundamentalmente en la capital. La pareja, elegantemente ataviada, se exhibía en antiguos, pero muy bien conservados autos convertibles, decorados con flores, globos de colores y otros ornamentos.
Estas ceremonias requerían de especializados servicios de peluquería, maquillaje, repostería y decoraciones; largas sesiones de fotografía, alquiler de costosos trajes y automóviles antiguos, entre otros requisitos. Las ceremonias de casamiento propiciaron el nacimiento de una “industria del matrimonio”, un gremio de carácter privado que, trabajando por la izquierda, vivía del lucrativo y demandado negocio.
Por supuesto, no todos los novios podían darse esos lujos. Por eso, el Estado brindaba a los futuros cónyuges servicio gratuito de notario en los llamados palacios de los matrimonios, además del derecho a comprar un cake, algunas cajas de cerveza y tres días con sus noches en un centro turístico para disfrutar de la luna de miel.
A pesar de que las cervezas llegaban a veces varios meses después de celebrado el matrimonio y aunque casi siempre el incomible cake no alcanzaba para todos los invitados, el derecho a pagar en moneda nacional la estancia en el hotel representaba un alivio para el bolsillo de los recién casados, pues abonar las tres noches en divisas, era algo impensable.
Recientemente, el gobierno declaró que Cuba era el único país del mundo en brindar semejantes gratuidades y decidió suspenderlas. En realidad la única gratuidad era el servicio de notario, porque todo lo demás debía ser pagado pelo a pelo, sólo que en moneda nacional, la misma con que nos paga el Estado.
Ahora la mayoría de las bodas cubanas son de “firma y tumba”; y la luna de miel fue a parar al mismísimo satélite, excepto para los que puedan pagarla en moneda convertible.
En estos difíciles tiempos se ha hecho cada vez más raro el espectáculo de un matrimonio “a todo tren” por las calles de cualquier ciudad. El negocio de la industria matrimonial cayó en desgracia.
Al igual que el recurrente spot de la televisión cubana, que cuestiona a los que viven sin trabajar, muchos se preguntarán, al paso de una las cada vez menos frecuentes comitivas matrimoniales de lujo: “Y esos, ¿cómo viven?”
Aunque se disponga de los recursos necesarios, celebrar en la actualidad una boda de altura es asunto para meditar largo rato, por si las moscas. Nunca es bueno llamar la atención.
Valentina Cueto
Texto: www.cubanet.org
Imagen:cubaindependiente.blogspot.com
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