17 de septiembre de 2009


Katyn, la película:
Historia de una masacre

Carlos M. Estefanía

Debo algo a los polacos de mi iniciación en la disidencia como una manera de pensar el socialismo real; nunca olvidaré a mi contemporáneo ”Janus” (Juan), el primero que conocí, hijo de un técnico de su país enviado a Cuba, que junto a su hermano menor compartía conmigo, en condición de discípulos del maestro Perón, las clases de Karate: una opción deportiva que recibíamos los estudiantes de la Universidad de La Habana. Allá por los tempranos años ochenta.

Ante cada lección debíamos repetir el lema de «Karate Va, Kakumei no Buki»: El Karate, un arma de la revolución, consigna que no me impidió asimilar y guardar como un tesoro en mi aparato conceptual el término, dicho por Janus y escuchado por primera vez en mi vida de «Burguesía Roja».

Más tarde, cuando estudiaba en Moscú y visitaba a mis compatriotas músicos, me presentaron estos a un estudiante polaco del conservatorio Tchaikovsky, quien tenía colgada en la pared una postal dedicada al cura mártir, Jerzy Popiełuszko, recientemente desaparecido y asesinado -seguimos en los ochentas-, en aparente indisciplina de la policía polaca, como manera de detener una historia imparable, la misma historia que hoy los polacos están recuperando de manera cinematográfica con películas que nos cuentan algo más que lo que nos dirían series, sin duda divertidas, pero demasiado comprometidas con el internacionalismo soviético como: «Cuatro tanquistas y un perro».

Eran tiempos en los que las librerías especializadas en ciencias políticas de Moscú vendían libros donde el Papa de entonces era equiparado con una especie de diablo agitador y anticomunista, así de clara quedó en mi memora la portada en blanco y negro de uno de estos textos que alguna vez estuve hojeando.

Sin embargo con estas dos muestras nos damos cuenta de que los polacos no tenían muchos pelos en la lengua, como no lo tuvo aquella novia de uno de los hijos de Manuel Moreno Fraginals, que estudiaba en Polonia, cuando le pidió a su compañero cubano que denunciara el golpe de Wojciech Jaruselsky como un pucherazo similar al dado por Pinochet en Chile, un golpe que con el tiempo tendrá, entre las interpretaciones múltiples, la de haber evitado una nueva intervención soviética que aplastaría de una vez la acción del sindicato “solidarnocs”, ese Sindicato que alguna vez recibió fondos desde Suecia y cuya represión justificó la llegada y asilo en este país de miles de polacos, los mismos que nos encontraríamos los cubanos llegados pocos años después.

He conocido a muchos de ellos, han sido compañeros de estudio, de trabajo y una vez más unidos por el deporte de gimnasio. Se trata en general de un pueblo culto, cercano a nosotros por la matriz católica que a diferencia de otros pueblos eslavos les conecta con el mundo latino. En general me caen bien, aún cuando he reconocido en muchos cierto antisemitismo. Pero bueno, nadie es perfecto, tampoco lo somos los cubanos, a quienes el pecado del racismo no nos es ajeno.

He seguido con interés la historia de este país, por los libros y sobre todo por un cine que con comunismo o sin él sigue siendo uno de los mejores del mundo. Es por ello que hace una semana, cuando estuve repasando castellano a la hija de un matrimonio amigo, no me costó trabajo, hablando de tantas cosas sobre la patria de Copérnico, de caer en el tema de la película Masacre en Katyń, un retrato fílmico del que había leído alguna critica, donde se narra uno de los temas más delicados en las relaciones ruso-polacas; ejecución, en el lugar del mismo nombre, de miles de prisioneros de guerra, hechos por los ocupantes soviéticos tras la artera invasión a Polonia que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial.

Mis amigos quedaron en prestarme la película, pero no he debido molestarles al encontrarla en la biblioteca de Skärholmen, en las afueras de Estocolmo -doy el dato para que mis compatriotas en Suecia sepan donde solicitarla-.

Es una película fuerte que he preferido ver por partes, una obra de arte que nos aviva ese sentimiento de disfrutar de buen arte, y no es para menos si el elegido para dirigir este filme de 2007 es esa gloria de la cinematografía mundial que ha sido, es y será Andrey Wajda.

Por la historia y guión responden Andrzej Mularczyk y Przemyslaw Nowakowski, quienes han concebido un relato que expone en paralelo la tragedia de una nación y la de una familia polaca, la del más joven oficial de caballería, cuyo destino incierto como prisionero de los soviéticos es seguido por su mujer, su hija y su madre, y cuyo padre, profesor de la universidad de Cracovia desaparecerá a manos de los otros enemigos, los nazis, los mismos que no sin conciencia ocupan y arrasan con el claustro de un centro que según ellos era fuente de propaganda antialemana.

Es la historia de un pueblo que se debate por sostener su identidad en uno de los momentos más trágicos de su historia, donde no falta el ramo de olivo para el oficial ruso que antes de partir a morir a Finlandia -otra guerra sucia de Stalin- intenta salvar la familia del oficial condenado a muerte.

Yo recomiendo esta película interpretada por un reparto excelente a todo el que quiera conocer un poco mejor la historia reciente y el alma de Polonia.

Al mismo tiempo, llamo a mis amigos polacos a no tomar el hecho como una afrenta personal, los herederos de Lenin no hicieron en Polonia y contra los polacos nada diferente a lo que ya habían hecho contra su propio pueblo, era parte de lo que dictaba el manual del vencedor comunista, liquidar en todo lo posible al ejército vencido y, por supuesto, lo que quedase del viejo espíritu nacional; pasó en Rusia, pasó en Polonia, en China y por desgracia también en Cuba.

Y no es de extrañar que este ajuste de cuentas con la historia -que tal vez mañana será el nuestro-, hecho de manera fílmica, nos recuerde y posiblemente beba de otra película, El Chekista, donde los enemigos del pueblo eran ejecutados de manera muy similar a la que son asesinados los oficiales polacos.

Carlos M. Estefanía
Recogido de
Cuba Nuestra,
http://cubanuestra1.wordpress.com/

El DVD se encuentra disponible en Netflix

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