19 de agosto de 2009


Luis Meléndez, Maestro de bodegones

Ana Dolores García

La Galería Nacional de Arte de Washington DC cierra este próximo domingo 23 de agosto una magnífica exposición de cuadros de un pintor español cuyo nombre apenas es conocido: Luis Meléndez. Sin embargo, se le considera como el mejor pintor español de bodegones del siglo XVIII. Bodegones o «naturaleza muerta» o «still life» para decirlo en inglés, bodegones que se refieren en España primordialmente a esos cuadros apetitosos de frutas, quesos, jamones y jarras de agua o vino con los que usualmente se adornan las paredes de un comedor. Son apenas 31 obras pequeñas, pero magistrales.

La exposición llegó directamente desde el Museo del Prado de Madrid en mayo pasado, y luego de permanecer entre nosotros durante cuatro meses seguirá hasta la costa Oeste, especificamente al Museo de Arte del Condado de Los Ángeles. En enero de próximo año viajará al Museo de Fines Artes de Boston para concluir su recorrido por tierras norteamericanas.

Luis Meléndez fue un pintor sin suerte. Aspiraba a ser pintor de la Corte, a plasmar con maestría retratos de reyes y nobles o a recrear escenas épicas que engalanaran paredes de palacios. Hubo de contentarse con pintar melones, higos y vegetales. Pero ¡de qué manera prodigiosa supo hacerlo!

Había nacido en Nápoles en 1719, donde estaba radicada su familia. En realidad Luis fue criado en Madrid ya que la familia regresó a España cuando el niño tenía apenas un año. Su Padre, Francisco Meléndez, fue también un magnífico pintor de miniaturas e ilustración de libros, arte en el que inició a sus hijos, ayudantes en su taller. Con su padre aprendió el joven pintor a manejar meticulosamente el pincel para mostrar los más mínimos detalles de lo que con él reproducía. Trabajó también como ayudante en el taller de Louis Michel van Loo, acreditado pintor francés radicado entonces en Madrid.

Van Loo y el propio padre de Luis fueron fundadores de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, antecesora de la Real Academia de Arte de San Fernando. Mas por desavenencias con la dirección ambos abandonaron la Academia, siendo esto la causal de la posterior expulsión del joven, que marchó a Nápoles y Roma en busca de horizontes más promisorios. A su regreso se le comisionó una serie de ilustraciones para los libros del Coro de la Corte española. Poco a poco fue abandonando la pintura miniaturista y de ilustración de textos, y comenzó a pintar bodegones, en los que emplearía su misma meticuliosidad y detallismo.

Eclipsado por la fama de su contemporáneo Francisco de Goya, infructuosamente aspiró en varias oportunidades a un nombramiento para una posición como pintor de la Corte. Logró por fin ser seleccionado para una serie de 44 bodegones que mostraran los frutos de las cuatro estaciones del año, con destino al gabinete de Historia Natural del Palacio Real. Los cuadros fueron trasladados posteriormente al pequeño palacio de caza que fue la llamada «Casita del Príncipe», y hoy casi todos se encuentran en el Museo del Prado de Madrid.

Aunque pasara a la historia como pintor de bodegones -mejor decir Maestro de bodegones-, su habilidad como pintor de la figura humana ha quedado patente en un extraordinario autorretrato que se conserva en el Museo del Louvre en París, en el que incluso sostiene en una de sus manos el dibujo de un torso desnudo con el que deliberadamente quiso demostrar sus facultades.

La exposición itinerante que se exhibe estos días en Washington DC nos muestra 31 obras de este pintor en los que, según el acertado juicio de Peter Cherry, historiador de arte, ha legado a la posteridad «los frutos de su fracaso, [frutos] que están entre los más brillantes que nadie halla pintado jamás».

Luis Meléndez murió en Madrid en la más completa miseria en 1780. Sus bodegones alcanzan hoy precios astronómicos.

Ana Dolores García
Ilustración: Bodegón con sandías y manzanas, Museo del Prado, Madrid. (web)

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