Se nos ha ido Miami...
Martha Pardiño,
Miami, FL.
Ilustración: web
Martha Pardiño
Se nos ha ido aquel Miami de los primeros años de exilio cuando los cubanos vivíamos con las puertas de la cocina abiertas y por las noches se quedaban en el jardín las bicicletas y las pelotas de basketball y al otro día las encontrábamos en el mismo lugar donde las habíamos dejado.
Se desapareció aquel Miami de colegiales bien vestidos: los varones con pantalones hasta los tobillos y con los calzoncillos en su lugar, debajo de la ropa, y donde las muchachas vestían bonito sin necesidad de enseñar el ombligo o la retaguardia.
Donde los programas de la tele que ponían al atardecer los podía ver toda la familia sin avergonzarse, sin que los abuelos se ruborizaran de ver y oir tantas vulgaridades.
Se desapareció para siempre ese Miami donde se podían comprar los mandados semanales por cincuenta dólares por familia.
Ese Miami donde nuestros hijos podían montar bicicleta por el barrio sin temor a que los molestara algún depravado.
Donde era seguro salir a la calle sin temor a ser asaltados.
Me acuerdo de aquellos sábados despreocupados y felices de paseo por el downtown, visitando tiendas y almorzando en el Ten Cent.
Recuerdo la desaparecida Biblioteca de Grapeland Park con libros en español, y junto a ella, el terreno de jugar pelota y el parque para los niños.
Hoy está nuestro querido Miami en la lista de las ciudades más peligrosas de la nación: y en la lista de las más miserables. Y, para ponerle la tapa al pomo, estamos ahora en la lista de las ciudades que más le han robado al Medicare.
Tenemos que hacer algo, pero ya, para que nuestra ciudad vuelva a ser lo que fue y para que si atractivo turístico no se vea ensombrecido por nuestra mala fama.
Se desapareció aquel Miami de colegiales bien vestidos: los varones con pantalones hasta los tobillos y con los calzoncillos en su lugar, debajo de la ropa, y donde las muchachas vestían bonito sin necesidad de enseñar el ombligo o la retaguardia.
Donde los programas de la tele que ponían al atardecer los podía ver toda la familia sin avergonzarse, sin que los abuelos se ruborizaran de ver y oir tantas vulgaridades.
Se desapareció para siempre ese Miami donde se podían comprar los mandados semanales por cincuenta dólares por familia.
Ese Miami donde nuestros hijos podían montar bicicleta por el barrio sin temor a que los molestara algún depravado.
Donde era seguro salir a la calle sin temor a ser asaltados.
Me acuerdo de aquellos sábados despreocupados y felices de paseo por el downtown, visitando tiendas y almorzando en el Ten Cent.
Recuerdo la desaparecida Biblioteca de Grapeland Park con libros en español, y junto a ella, el terreno de jugar pelota y el parque para los niños.
Hoy está nuestro querido Miami en la lista de las ciudades más peligrosas de la nación: y en la lista de las más miserables. Y, para ponerle la tapa al pomo, estamos ahora en la lista de las ciudades que más le han robado al Medicare.
Tenemos que hacer algo, pero ya, para que nuestra ciudad vuelva a ser lo que fue y para que si atractivo turístico no se vea ensombrecido por nuestra mala fama.
Martha Pardiño,
Miami, FL.
Ilustración: web
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