22 de agosto de 2009

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Portada Revista Literaria
-La Habana, Marzo 1956-



EL TÉRMINO "CICLÓN" Y NOSOTROS...

Por: Maria Teresa Villaverde Trujillo
ashiningworld@cox.net



La palabra CICLÓN proviene del griego kyklos, que significa algo así como la cola de la serpiente que se enrosca.

La palabra CICLÓN fue propuesta para su uso oficial, en 1859, por el marino inglés Oficial Henry Piddington, cuando fue presidente de la Corte Marina de Calcuta, en la India, al igual que el termino ciclón tropical, tal como se conocen esas tormentas en Australia y en los países del Océano Índico. Sin embargo, aunque en aquella época no se mencionaron a las islas del Caribe, también en nuestra cultura se ha usado el término “ciclón”.

Sabemos que en documentos oficiales pertenecientes a la Metrópoli española se halla una antigua nota que asegura que hubo una flota que regresaba a la península ibérica y atrapada por el ciclón pierde veinte barcos y mas de quinientos hombres...”
... y cabe recordar lo escrito por el Almirante genovés cuando detalla en su Diario de Abordo: “la tremenda tempestad que se venia encima”... o cuando en 1503 en pleno Mar Caribe dice que “la tormenta era terrible y en aquella noche me desmembró los navíos; a cada uno de ellos llevó por su cabo sin esperanzas salvo de muerte; cada uno de ellos tenia por cierto que los otros eran perdidos”.

Recordemos también que los meteorólogos describen “el ciclón de 1888” diciéndonos que “atravesó Cuba desde el noreste hacia el suroeste.., penetra por el centro-norte de la isla –ente Caibarién y Sagua la Grande- pasa sobre La Habana y abandona el país por el occidente, por un punto entre Mantua y el golfo de Guanahacabibes?..

Para nosotros los cubanos la palabra “ciclón” fue siempre la más apropiada para referirnos a ese cierto movimiento atmosférico, ese que se formaba con un pequeño diámetro y se dejaba sentir con vientos de casi 100 kilómetros por hora. Pero aun aumentando su velocidad y fuerza, fue siempre la palabra CICLÓN la que nos hacia entrar en pánico.

Como sucedió y quedaron en la historia los nombres de “el ciclón del 26” uno de los mas desastrosos; “el ciclón del 44”; y aquel triste “ciclón del 32” que azotó la región de Santa Cruz del Sur, en Camagüey, con un estimado de 3,500 personas fallecidas durante ese desastre; ¡ah! y el “ciclón Flora” que anunció su llegada unos meses antes de nosotros abandonar la ciudad de La Habana hacia el voluntario exilio, aunque el mismo desarrolló toda su ira sobre las provincias orientales con una cifra aproximada de 2000 muertos, catalogándosele la segunda mayor desgracia en la isla...

Fenómenos que azotan las ciudades
quedando a su paso desoladas,
causando destrozos a raudales,
terror, muerte, y vidas agobiadas.
Cuando furiosos sus vientos embisten,
como un toro en el ruedo da cornadas,
con capas de amor las almas resisten
aunque de horror su faz luzcan sitiadas.

Casas destruidas, ciudades inundadas,
gentes sin luz, teléfonos, comida,
mirando al cielo en oscura alborada,
pidiendo a Dios con fe bien definida.
¿Por qué tantas desgracias en el mundo?
Terremotos, diluvios, huracanes,
tsunamis, guerras, pueblos vagabundos,
hambre, miseria y aludes de volcanes.

¿Vendrá otra vez Noé a hacer su barca?
¿Dejarán de emigrar las golondrinas?
¿Veremos salir serpientes de las charcas?
¿El sol se esconderá en horas vespertinas?
Al Dios de las alturas le rogamos
ponga su amor y todos sus afanes,
que se apiade de quienes lo amamos
y no vuelvan a surgir más huracanes.

(POEMA DE RAMÓN NORNIELLA ARÁN)


María Teresa Villaverde Trujillo
Agosto 2009
ashiningworld@cox.net


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