¿Cómo va el acercamiento
de Obama a Cuba?
Mary Anastasia O’Grady
Wall Street Journal, 9 de
febrero de 2015
Para Mary Anastasia O’Grady,
Barack Obama podría pasar a la historia como el presidente estadounidense que
prolongó la dictadura militar más longeva del hemisferio occidental.
Menos de dos meses después
de su “histórico” acercamiento a La Habana con una promesa de “normalizar
relaciones”, Raúl Castro le muestra la espalda al comandante en jefe de Estados
Unidos.
El 17 de diciembre, el
presidente Barack Obama
presentó su plan para reformular la política de medio siglo de EE.UU. hacia
Cuba mediante la promesa de compromiso. “Pretendemos crear más oportunidades
para los pueblos estadounidense y cubano”, manifestó. El problema es que, como
lo han demostrado sus declaraciones en las últimas semanas, Raúl Castro no
tiene interés alguno en hacer las cosas de otra forma que como lo ha hecho
hasta ahora.
El mensaje de La Habana es
que si Obama desea dejar un legado cubano tendrá que ser bajo las condiciones
que imponga la isla. Eso significa que quedará para la historia como el
presidente estadounidense que prolongó la dictadura militar más longeva del
hemisferio occidental.
En los días previos al 21 de
enero, la fecha de la llegada a La Habana de la subsecretaria de Estado para
asuntos del Hemisferio Occidental de EE.UU., Roberta Jacobson, el diario
estatal Granma publicó la lista de “demandas” del gobierno para
normalizar las relaciones. Una de ellas era que EE.UU. reconociera los grupos
comunitarios dirigidos por el Estado cubano como organizaciones no
gubernamentales. No mencionó ninguno por nombre, pero me vienen a la mente los
notorios “Comités de Defensa de la Revolución”, que existen para mantener la
represión espiando a sus vecinos. En la lista publicada por Granma también
aparece la exigencia de que EE.UU. ponga fin a su programa de asilo para los
médicos cubanos que escapan cuando trabajan en países del tercer mundo, a los
que han sido enviados a trabajar por salarios de esclavo.
Pocos días después, durante
la cumbre de líderes latinoamericanos y del Caribe realizada en Belén, Costa
Rica, el hermanito de 83 años de Fidel reiteró algunas de sus otras demandas.
Dijo que las relaciones no se normalizarán a menos que Washington levante
unilateralmente el embargo, devuelva la base de la Bahía de Guantánamo a Cuba,
ponga fin a las transmisiones de radio y TV que envía a la isla y pague
reparaciones por el embargo de medio siglo.
Obama podría querer devolver
Guantánamo, tal como lo aseguran sus detractores. Pero no está claro que pueda
hacerlo sin la aprobación del Congreso. No cabe duda de que necesita el visto
bueno del Congreso para levantar el embargo, pero es más fácil que nieve en La
Habana que el legislativo acepte la existencia de reparaciones por el embargo
y, mucho menos, la necesidad de pagarlas. Raúl Castro lo sabe así que, en otras
palabras, le está diciendo a Obama que se olvide del asunto.
Obama, sin embargo, quiere
ser amigo de la dictadura militar. Para demostrarlo, ha prometido usar su poder
ejecutivo para simplificar el proceso de obtención de permisos para los
llamados viajes educativos y culturales por parte de estadounidenses a Cuba.
Los militares son los dueños de la industria del turismo en la isla y más
visitantes estadounidenses significarán más dólares para sus arcas.
En este punto los Castro no
presentan reparos. Sin embargo, no espere algún quid pro quo que
requiera un ablandamiento de la maquinaria totalitaria. Eso quedó claro en los
días posteriores al discurso de Obama.
Obama indicó que Cuba se
había comprometido a liberar a 53 prisioneros de conciencia a cambio de tres
cubanos que cumplen largas condenas en EE.UU. por espionaje. Esto era
supuestamente la prueba de que La Habana se comportaría de manera más razonable
si tan sólo Washington mostraba más humildad.
Un nuevo engaño. Los espías
fueron liberados, pero La Habana no cumplió con su parte del acuerdo sino hasta
que aumentó la presión, semanas después, e incluso entonces no lo hizo de una
manera verdadera. Cuando los nombres de los prisioneros finalmente se hicieron
públicos, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, con
sede en La Habana, descubrió que cerca de una decena de ellos habían sido
liberados antes de que el “canje” fuera anunciado. Algunos habían cumplido o
estaban cerca de cumplir sus sentencias y su liberación ya tenía una fecha
prevista.
Marcelino Abreu Bonora
estaba en la lista. Había sido liberado en octubre, fue vuelto a arrestar el 26
de diciembre y pasó dos semanas en una celda de aislamiento antes de ser
liberado de nuevo a mediados de enero. Su crimen fue sostener un letrero que
decía “cambio”. Hubo cerca de 200 arrestos políticos en las cuatro semanas
posteriores al discurso de Obama.
Cuba nunca ha concedido
libertad a los prisioneros de conciencia, como lo demuestra el tratamiento de
los 75 disidentes arrestados durante la “Primavera Negra” de 2003. Sesenta y
tres de ellos se han exiliado. Los 12 que se negaron a irse han sido detenidos
esporádicamente y se les niega el derecho a viajar al exterior.
Obama dice que Cuba puede
ayudar a EE.UU. a luchar contra el tráfico de drogas. Cuba claramente conoce el
negocio. Actualmente, dirige la inteligencia venezolana y Caracas es el hogar
de algunos de los más conocidos capos de la droga. Pero ¿quién puede creer que
La Habana vaya a interferir con el flujo de efectivo que el tráfico genera para
su aliado revolucionario más cercano?
La principal demanda de Cuba
es que sea sacada de la lista estadounidense de estados que patrocinan el
terrorismo. En 2013, sin embargo, fue descubierta transportando armas para
Corea del Norte. Es un aliado de Irán y la semana pasada el ejército colombiano
interceptó 16 lanzacohetes antiaéreos que iban dirigidos a la guerrilla
colombiana de las FARC, a la cual apoya Cuba.
Nadie duda que a Obama le
cuesta encontrar amigos en estos días, pero cortejar a Cuba lo hace ver
desesperado.
Escriba a
O’Grady@wsj.com
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