3 de marzo de 2013

ANTONIO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ


Antonio Martínez y Martínez

Extracto de “Papel del laicado cubano en la educación”, por el Lic. Roberto Méndez Martínez, leído en el Segundo Encuentro Nacional de Historia, 11-14 de junio de 1998 en El Cobre, Santiago de Cuba y reproducido y distribuido por Camagüeyanos Católicos, Inc.


Antonio Ricardo Martínez y Martínez nació el 9 de junio de 1905 en la calle Villegas 109, en La Habana. Su padre, Joaquín Ventura Martínez Días, pertenecía al linaje de los Martínez de Jaruco y el infante era sobrino nieto de Felicitas Martínez Elizarán, la madre de Mariana Lola [Álvarez], quien junto a su esposo Nicasio, sirvieron de padrinos del niño en su bautismo efectuado en la Parroquia del Santo Cristo.

Uno o dos meses después de nacido, su familia se trasladó a Camagüey, donde el pequeño realizaría sus estudios, primero en el Kindergarten de Cristina Xiques, luego en la escuela primaria El Lugareño. Iba a continuar éstos en dos instituciones que debían marcarle: la escuela San Agustín donde fue alumno de su fundador Narciso Monreal, hombre recto y probo, legítimo criollo que fomentó una institución en donde se unía el espíritu cívico con un catolicismo bien orientado; luego se prepararía para el ingreso al bachillerato en la Academia Garay, dirigida por Graciliano Garay, hombre de raza negra, correcto, culto, progresista, formador de varias generaciones, de un prestigio tal que aún en momentos de más vergonzante racismo nadie hubiera detenido a Don Graciliano a las puertas del club más exclusivo: la ciudad entera sabía que le debía algo.

En estas instituciones debió formarse Antonio en la tolerancia, la amplitud de miras, la voluntad dialogal y el espíritu moderno que le caracterizaron.

Su temperamento debía probarse en el dolor ampliamente: el primero de noviembre de 1914, cuando apenas contaba nueve años, falleció su madre y sólo cuatro años después la seguía su padre. El adolescente quedó a cargo de su tía paterna Mercedes Martínez Días, la que lo condujo con bastante firmeza pues sólo 40 días después de la pérdida de su padre, Antonio se presentaba con éxito a la prueba de ingreso a la Segunda Enseñanza en el Instituto Provincial de Camagüey y el día de Nuestra Señora de la Caridad de ese año entraría como pupilo en el Colegio de Belén de los Padres Jesuitas en la Habana.

Allí viviría una rápida maduración intelectual, ésa que le permitió cursar después en la Universidad de la Habana las carreras de Derecho Civil, Derecho Público, Filosofía y Letras.

Tenía facilidad para hacer amistades, especialmente con personas que tuvieran inquietudes afines, fueran de un carácter semejante al suyo o no. Así podía relacionarse igualmente con José Maria Chacón y Calvo o con el poeta y arqueólogo Felipe Pichardo Moya, quien le dedicó una de sus composiciones y con el que excavó en busca de arqueología indo cubana en el sitio de Limones y otras áreas del sur de Camagüey; sin que esto le impidiera estar cerca del pintor Carlos Enríquez, alcohólico y atormentado, quien dejó muchas obras en la casona de Republica 57 y no era raro ver al artista deambular por la casa con una infaltable botella de ron, pintando rincones del interior colonial o el típico patio camagüeyano sin que por esto se escandalizara la legión de tías que allí residían.

Creció en esa casa una de las mayores colecciones de arte de Cuba, los muros se atestaban de piezas de Landaluce, Chartrand, Melero, Víctor Manuel, Ponce, Amelia Peláez, Lam y otros muchos, más o menos relevantes, sin contar las piezas arqueológicas, antigüedades, los discos y una biblioteca que aún hoy resulta un mito para los viejos camagüeyanos.

Su curiosidad intelectual era infatigable. Viajó a 27 países de Europa y América, pero no como turista común, y lo mismo hablaba de una función de ópera en Nueva York que de la célebre cupletista Raquel Meller, a quien vio en Paris; trajo curiosas antigüedades de muchos sitios y fue unos de los primeros en Cuba en ir a Haití para adquirir la pintura primitiva de ese país cuando apenas se le conocía entre los grandes coleccionistas.

En su intelecto no había conflicto entre fe y ciencia, sabía dar a cada una su lugar. Fue un asiduo colaborador de los empeños pastorales de aquel singular párroco que fue Mons. Miguel Becerril; Caballero de Colón distinguido; tuvo larga trayectoria como conferencista, eso no le impidió interesarse en el psicoanálisis y formarse en él por lo que pudo abrir el primer consultorio de psicoanalista de la ciudad, con su diván freudiano que no dejó de preocupar a algunas almas timoratas, y llegó a dominar el uso de algunos test como el Rorshach o el TAT cuando éstos eran apenas conocidos en La Habana.

Fue profesor en el Colegio El Ángel de la Guarda (La Habana), donde el testimonio de su cercana parienta Mariana Lola acabaría de formarlo, y luego durante décadas catedrático de Lógica y Psicología del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey.

Era esta última institución la más alta desde el punto de vista docente en el territorio, con un claustro que salvo excepciones era sumamente prestigioso, entre ellos hizo Antonio muchos amigos, pero se mantuvo vertical en cuestiones tocantes en la fe, en una época en que ésta parecía tratarse de un asunto para mujeres y personas “de escasa cultura.”

Por eso no es de extrañar que cuando alrededor de 1937, en medio de la efervescencia de cambios estructurales que sufría la Nación y de inquietudes revolucionarias no apagadas, fue invitado el historiador Emilio Roig de Leuchsering a dictar una conferencia en el Aula Magna del Instituto, en la que el respetable historiador la emprendió de manera un poco efectista contra la Iglesia y su clero, Antonio y un grupo de profesores católicos publicaran en el diario El Camagüeyano su protesta contra esas declaraciones; junto a él estaban laicos prestigiosos como el Dr. Manuel Beyra, las hermanas Ángela y Margarita Pérez de la Lama y Elisa Arango.

Esta protesta fue respondida por otros profesores librepensadores, enemigos de que se pusiera cualquier restricción a la expresión oral — entre ellos estaban el Dr. Luis Martínez, los hermanos Agüero Ferrín y otros. Ambos documentos fueron muy respetuosos y tras el cruce de espadas ahí murió la polémica, pues ambas partes eran amigos y nada enturbió que continuaran juntos en almuerzos campestres, paseos y tertulias.





Dictando una conferencia a los jóvenes Federados ante Mons. Carlos Ríus Anglés, Obispo de Camagüey, el Dr. Benito Prats Respall, y Fernando Rivero y Flor de Mª. Sarduy, Presidentes Diocesanos de las dos ramas de la Juventud Católica Cubana.


Las instituciones de la ciudad, fuera el añejo Liceo, el Camagüey Tennis Club, el Lyceum, lo tuvieron como conferencista invitado, actuaba como difusor de temas de psicología, arqueología, geografía, arte. Apoyó los grupos teatrales que surgían, la actividad de la Sociedad de Conciertos, la fundación del Museo de Camagüey, y otras tantas iniciativas que iban sacando a la ciudad de una modorra secular.

Al triunfar la Revolución en 1959, este maestro seguía sintiéndose útil. Trabajó en la reforma de la enseñanza: estaba convencido de que se debía avanzar hacia una escuela cubana modelo, pero las circunstancias tomaron otro rumbo. A pesar de su talante dialogal, este maduro profesor, católico y letrado no fue de la simpatía de algunas nuevas autoridades del Instituto; él podía haberse marchado, pero nada era tan ajeno a él como la marginación y prefirió, ya que tenía su cátedra de siempre, trabajar como simple empleado en la oficina de mismo plantel, donde seguía recibiendo el respeto de la mayoría.

Cuando las tristemente célebres UMAP, su residencia fue centro de colecta de ayuda para las personas de toda la Isla allí confinadas, a la que él iba a visitar con otros laicos. Sirvió como cercano consejero al joven obispo Adolfo Rodríguez y fue quien diseñó su escudo episcopal para lo que debió estudiar con urgencia las leyes de la Heráldica. Se dedicó al estudio y difusión de los documentos de Concilio Vaticano II, a cuyas reformas prestó un apoyo sincero y convencido, colaboró primero con los líderes de la Acción Católica y luego en la preparación del Apostolado Seglar Organizado. Ya no tenía una cátedra pero seguía siendo maestro.

Presentósele entonces uno de esos conflictos que ni su saber psicológico podía mitigarle. Habían fallecido sus tías; su hermano y sobrinas decidieron abandonar el país: ¿podría él quedarse, ya entrado en años y delicado de salud, solo en aquella casona? Muy a su pesar, salió al exilio el 18 de marzo de 1966. Residió en Puerto Rico y en Maryland, fue profesor de Español en el Hood College [en Frederick, Maryland] y en el Bridgewater College [en Bridgewater, Virginia], pero nunca llegó a adaptarse totalmente a aquel país, donde falleció victima de un derrame cerebral el 25 de Agosto de 1982, en Bethesda, Maryland.


Los versos que siguen forman parte de un poema que dedicara en 1975 a sus amigos Chalón Rodríguez Salinas y su esposa Isabel, y que reflejan a las claras la añoranza de la Patria, que le acompañó hasta sus últimos días.



…Ardiente sol en el cielo
medio disco ya levanta,
arenas miro a mi planta
que cubren con oro el suelo,
aves marinas en vuelo
hacia el horizonte van....
Sigue mi vista su afán.
Un anhelo en mí aparece....
Y a mi lado el viento mece
las ramas de un flamboyán.

Se va acercando el momento
en que descienda el telón
y se acabe la función
que miraba tan contento.
Echo mis penas al viento
y pido a mi Dios bendito
que al cruzar el infinito,
cuando al cielo mi alma suba,
me pase cerca de Cuba
para tirarle un besito.


Fotos: Archivo personal de la familia Prats-Martínez.

INFORMACIÓN SOBRE LOS FUNERALES DE JUAN CLARK

Información sobre los funerales de Juan Clark

Lunes 4 de marzo, de 4:00 PM a 11.00 PM. Funeraria Caballero, 11655 SW  117 Avenida

Martes 5 de marzo, 10:00 AM.  Misa Funeral en la Iglesia de San Luis, 7270 SW 120 St., desde donde partirá el sepelio hasta el Cementerio Our Lady of Mercy.

Descanse en paz Juan Clark. El buen Dios lo reciba y lo haga partícipe de la Gloria de su Reino.  Los cubanos, que como él la tuvo, no hemos perdido la esperanza de que algún día nuestra Patria pueda ser libre, nunca lo olvidaremos.

Información recibida de Oilda del Castillo

EN LOS PASILLOS DEL CÓNCLAVE


En los pasillos del Cónclave

Juan Vicente Boo / Corresponsal en el vaticano
ABC, Madrid

Dentro de la Capilla Sixtina, el Cónclave es lento. Muy lento. No hay discursos, no hay debate, no hay corrillos. El ambiente no se parece en nada a un congreso electoral sino a un lentísimo acto litúrgico.

Los 115 cardenales estarán sentados y callados durante ratos interminables, escuchando como cada uno de ellos pronuncia el juramento completo, en latín, antes de depositar su voto en la urna. Es monótono casi hasta la crueldad. Cada escrutinio es también lento pero, al menos, tiene emoción. Muchos cardenales van marcando los votos en unos impresos con todos los nombres y una marca en el «listón» de los dos tercios.

En realidad, la elección del Papa se perfila esta semana en las «reuniones generales» de cardenales y se ultima, durante el Cónclave, en las comidas y cenas en la Casa Santa Marta: los únicos momentos en que pueden hablar en privado o en grupos.

La rigidez del mecanismo exige llegar al Cónclave con los «deberes hechos»: una idea clara de la persona que hay que votar. Por eso son tan importantes las «reuniones generales» de todos los cardenales –incluidos los de más de 80 años- que empiezan el lunes. Ahí jugará un papel clave el cardenal Julian Herranz, investigador de «Vatileaks», autorizado por Benedicto XVI  a responder a dudas de los cardenales.

Aunque la Curia vaticana les robará mucho tiempo con informes aburridos, los cardenales podrán tomar la palabra en público para exponer las prioridades que debe abordar el próximo Papa. Pero, sobre todo, comentarán entre ellos en privado quién es la persona más adecuada para asumir esas tareas. Buscan un papa espiritual, misionero, buen organizador y joven, quizá no tanto en años como en espíritu positivo y capacidad de comunicar con el mundo contemporáneo.

Los «posibles» y los «imposibles»

Desde la inesperada renuncia de Benedicto XVI, el cardenal canadiense Marc Ouellet, de 68 años, prefecto de la Congregación de los Obispos, ha mantenido el silencio. Está preocupado, y con razón, pues es muy «papable». Puede que esté disfrutando los últimos días de vida normal antes de que caiga sobre sus hombros un peso abrumador. Para muchos observadores es «el mejor de los posibles» entre todos los candidatos.

El cardenal de Boston, Seán O´Malley, de 68 años, bloguero y tuitero veterano, ha reducido al mínimo sus palabras, víctima del mismo temor. El capuchino de la barba blanca, que ha hecho limpieza en varias diócesis podridas por abusos sexuales, es un pastor, un apóstol, un políglota y un intelectual.

O'Malley tiene el valor para hacer la reforma de la Curia Vaticana

Para muchos es, sencillamente, «el mejor de los imposibles», ya que resulta peligroso para algunos grandes burócratas con mando en plaza. O’Malley tiene la capacidad intelectual, el valor y la energía para hacer la reforma de la Curia vaticana, podando la hojarasca inútil y poniendo el resto a trabajar al servicio de los misioneros de la vanguardia. Una «vanguardia» que hoy por hoy no está sólo en tierras lejanas sino también en las grandes ciudades de Occidente, necesitadas de una «Nueva Evangelización» en la que se juega el futuro de la fe.

El bullicioso cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, de 60 años, disfruta como nadie en Roma, pues está seguro de no ser elegido. Reconoce que «estoy en la lista de papables de mi madre», pero en ninguna más, pues quien le considere como tal «ha fumado marihuana».

Dolan ha abierto la posibilidad real de elegir a un «Papa norteamericano», pero sabe que no va a ser él pues hay un candidato muy bueno para la primera ronda y otro para la segunda.

A su vez, el extraordinario cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle, de 55 años, ha abierto la posibilidad de elegir a un Papa asiático. Pero el «Wojtyla de Asia», con más de cien mil seguidores en varias redes sociales, sabe que es demasiado joven. Se limitará a asumir una posición de liderazgo intelectual como ya hizo en el Sínodo de la Nueva Evangelización.

Favoritos y «elegibles»

Muchos cardenales electores llegarán al Cónclave con un claro favorito en mente, y escribirán ese nombre en la papeleta. Pero sólo el primer escrutinio permitirá ver si su candidato resulta «elegible» o tendrán que apoyar a otro. En abril del 2005, tan sólo dos cardenales tenían experiencia de haber participado en un Cónclave. Ahora son nada menos que cincuenta, los que han visto desde dentro las reglas del juego.

El primer día del Cónclave tiene una parte pública por la mañana. Es la misa «por la elección del Papa», en la basílica de San Pedro, con participación de todos los cardenales, incluidos los octogenarios, y homilía a cargo del Decano, Ángelo Sodano, que no participará en el Conclave pues tiene ya 85 años.

El programa de la tarde incluye la procesión hasta la Capilla Sixtina, el primer juramento de cada uno de los cardenales y, a continuación, la famosa frase del maestro de ceremonias: «Extra omnes!» (“¡Todos fuera!”) antes de cerrar con llave, «cum clave», el viejo portón de madera.

La única votación de esa tarde tiene importancia decisiva pues revela quiénes resultan elegibles y quiénes no.

En abril del 2005, el cardenal Dionigi Tettamanzi era el gran «papabile» de los italianos, e incluso dejó en su hotel una nota muy edificante en caso de ser elegido. Pero la primera votación -según fuentes anónimas que han violado el secreto y no son, pues, demasiado de fiar- arrojó un panorama completamente distinto.

«Como los garbanzos en agua hirviendo»

Joseph Ratzinger recibió 47 votos; el cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, 10 votos; el legendario Carlo María Martini, 9 votos; el vicario de Roma, Camillo Ruini, 6 votos; el secretario de Estado, Ángelo Sodano, 4 votos; el hondureño Oscar Rodriguez Maradiaga, 3 votos; y el cardenal de Milán, Dionigi Tettamanzi, 2 votos.

Esos números dejaban en la pista sólo dos candidatos reales, y la segunda votación fue de 65 a 35 en favor de Ratzinger sobre Bergoglio. Martini y Ruini ya no sacaron ningún voto. Habían pasado a ser «grandes electores» y orientaban a sus seguidores hacia uno de los dos finalistas.

La tercera votación aumentó la ventaja de Ratzinger por 72 a 40, pero sin llegar al listón de los dos tercios de los votos, que entonces eran 77 sobre 115 electores.

Tan sólo al cuarto escrutinio, en que recibió 84 votos, Ratzinger resultó elegido Papa. No se produjo el «efecto avalancha» de los dos escrutinios finales del 1978, que dieron 99 votos a Albino Luciani y 98 a Karol Wojtyla, de un total de 111 electores.

El Cónclave más largo de la segunda mitad del siglo XX fue el de 1958, que requirió cuatro días y once escrutinios para elegir a Ángelo Roncalli. Romper el secreto se castiga con la excomunión, pero el buen Juan XXIII, reveló que su principal rival había sido el armenio nacionalizado italiano Krikor Bedros Agagianian. Durante una visita al Colegio Armenio de Roma, les dijo sin más a los sacerdotes: «¿Sabíais que vuestro cardenal y yo estábamos empatados en el Cónclave del pasado mes de octubre? Nuestros nombres se alternaban, subiendo y bajando, como los garbanzos en el agua hirviendo…».

Candidatos de reserva

Si ninguno de los dos favoritos consigue los dos tercios de los votos, la única salida es echar mano de «candidatos de reserva» y empezar a hacer pruebas.

En ese momento pasarían a primer plano el cardenal de Washington, Donald Wuerl, de 72 años, y el cardenal de Budapest, Peter Erdö, de sólo 60 aunque parece mucho mayor. Ambos han evitado llamar la atención pero tienen todas las condiciones para el cargo. También las tiene el cardenal de Lyon y primado de las Galias, Philippe Barbarin, de 62 años, que no quiere ni oír hablar de esa posibilidad.

En caso necesario pueden ser llamados al terreno de juego tanto el cardenal de Viena Christoph Schoenborn, de 68 años, como el de Sao Paulo, Odilo Scherer, de 63, que son también personajes extraordinarios. El cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, volverá a recibir votos, pero está fuera de las quinielas.

Lo más llamativo es el silencio de los italianos, que dominan la Curia vaticana y tienen una presencia masiva de 28 cardenales electores. Su gran candidato es el cardenal de Milán, Ángelo Scola, de 71 años. Su estrategia consiste en sacar como «finalistas» a Ouellet y Scola en la primera votación. Si Scola no resulta elegido, Ouellet es perfectamente aceptable.
 

UNA RENUNCIA PROFÉTICA


UNA RENUNCIA PROFÉTICA


La renuncia del Papa se ha analizado desde casi todos los puntos de vista, todos ellos interpretando un acto referido al pasado, ¡pero es posible que a nadie se le haya ocurrido contemplarla como un acto profético, propio del carisma atribuible a un Papa! Se ha dicho que Benedicto XVI se ha bajado de la cruz, a diferencia de lo que hizo Juan Pablo II, pero creo que a nadie se le ha ocurrido pensar que él no nació el Viernes Santo, sino casualmente, o no por casualidad, nació un Sábado Santo; tal vez ésta sea la clave.

 Esta forma de pensar e interpretar las cosas puede ser consecuencia de una deformación moderna desde Maquiavelo, consistente en analizar toda la realidad como hechos estáticos, mirando hacia atrás; cuando la realidad es dinámica, pues una flor se marchita siempre, y una bellota se convierte siempre en encina salvo que se la coman los cerdos. Por qué no pensar que un filósofo y teólogo de la categoría de este Papa ha podido realizar un acto profético, cuando además tiene un don especial para ello.

La idea del sábado le obsesionó siempre a Joseph Ratzinger, puede decirse que su historia es la de un hombre que nació en Sábado Santo. Él escribió: «El Sábado Santo es el día del silencio, el día de la oscuridad divina, de las tinieblas de Dios, en palabras de Martin Buber».

 La liturgia y el símbolo de la fe lo representa como el día de la cruz vacía en el que Cristo muerto baja a los infiernos; mas, como escribió el Papa: «Sólo a través del silencio del Sábado Santo los discípulos pudieron ser llevados a la comprensión de lo que era verdaderamente Jesús y de lo que su mensaje significaba en realidad: Dios debía morir por ellos para poder vivir realmente en ellos»; la realidad es dinámica, así un grano de mostaza se convierte en un gran arbusto como el Reino de los Cielos.

Ratzinger comparaba el Sábado con la escena evangélica de la barca a la deriva en medio de la tempestad: «Dios duerme mientras sus cosas parecen naufragar. La Iglesia, la fe, ¿no se asemejan a una pequeña barca que parece naufragar?» Y añade: «Cuando la tempestad amaine nos daremos cuenta en qué medida nuestra fe estaba cargada de insensatez».

Resulta que la cruz de Joseph Ratzinger no es sólo la Cruz de la pasión del Gólgota, es la Cruz de los primeros cristianos, una Cruz representada con destellos de luz: «No importa tanto una referencia al Señor que ha pasado, cuanto al Señor que está por venir. Para el cristiano antiguo, la Cruz es signo sobre todo de esperanza».

Él se consideró siempre Sábado, símbolo de tiempo entre la muerte y la esperanza, entre las tinieblas y la luz, entre la Cruz y la resurrección. Por eso se puso el nombre de Benedicto XVI, en continuidad con Benedicto XV, un Papá de transición entre la guerra y la paz, cuyo gran mensaje fue el anuncio de la urgente necesidad de una nueva evangelización. Así lo explicó en su día cuando eligió el nombre de Benedicto: un Papa de transición entre dos colosos, su predecesor y el que vendrá.
Él es consciente de las amenazas que acechan a la Iglesia, tanto desde dentro como desde fuera. Cuando Juan Pablo II fue elegido Papa, el gran enemigo de la Iglesia era el marxismo, orquestado por el PCUS Soviético. Para acabar con ese peligro hubo que traer a alguien desde allí, detrás del telón de acero, para luchar con ellos y vencerlos.

Ahora el enemigo existe en otra forma y viene de Occidente, se trata de una ideología cada vez más potente, a la que yo llamo IPC (ideología políticamente correcta). Un pensamiento único que expulsa a Dios de la historia y a la verdad de la realidad. Niega al hombre como criatura de Dios, a la naturaleza humana imagen de Dios y a la gracia sobrenatural semejanza de Dios. Impone la dictadura del relativismo en nombre de la tolerancia más intolerante, utilizando medios técnicos de una potencia incalculable, tales como las grandes «networks» de la comunicación, las series de televisión, las películas de cine, los controles de internet. Y, por supuesto, los grandes discursos políticos enteramente correctos.

El Papa, un viejo y sabio cristiano, ha denunciado claramente todo esto. Su Dios no es el absolutamente otro lejano, que abandona a la humanidad a la crisis. Es un Cristo histórico, el Hijo de Dios, encarnado en un judío nacido en Belén en tiempos de Augusto que, después de morir y resucitar, se quedó con nosotros para hacerse presente en la existencia de todo aquel que quiera escucharlo.

El Papa sabe humildemente que no tiene fuerzas para poder responder adecuadamente ante lo que le viene. Tal vez cuando dice que no tiene vigor espiritual y físico no está contemplando el pasado, sino el futuro. Por eso vuelve a hacerse Sábado Santo para guardar silencio; pues «el cristianismo no es sólo una religión del pasado, sino del futuro. Su fe es al mismo tiempo esperanza, ya que Cristo no es sólo el muerto y resucitado, sino también aquel que está por venir».

Pero esto no lo puede decir él, lo debemos interpretar nosotros.

La Razón, Madrid.

REFLEXIÓN



El domingo de las higueras sin frutos

Y les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía una higuera plantada en su viña,
y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró».
Dijo entonces al viñador:
«Ya ves: tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera,
y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué va a ocupar terreno en balde?»
Pero el viñador contestó:
«Señor, déjala todavía este año;
yo cavaré alrededor y le echaré estiércol,
a ver si da fruto. Si no, la cortas».
Lucas 13, 1-9

¿Qué frutos darte, Señor?
Deseas el fruto de mi constancia y,
 a la menor,
me dejo enredar 
por los hilos de la pereza,
la tibieza o las dudas, 
la fragilidad o la torpeza…

Estoy en la higuera,
pero la higuera de mi vida
no siempre
 fructifica en lo santo, noble y bueno.
Miras a las ramas de mis días
y, lejos de comprobar
 cómo despuntan sus yemas
me limito a vivir bajo mínimos,
a dar aquello que me conviene 
y no me molesta
a fructificar, poco o nada,
 si no es beneficio propio.

Mira mi miseria
y  perdona mi débil cosecha.
Sigue sembrando, Señor, 
para que tal vez mañana
puedas descubrir en mí
aquello 
que hoy brilla por su ausencia:
frutos de verdad y de amor,
de generosidad y de alegría,
de fe y de esperanza,
de confianza y de futuro,
de vida y de verdad.

Y no te canses, Señor, 
de visitar tu viña,
tal vez hoy, ya sé que no,
pero mañana, 
con tu ayuda y mi esfuerzo,
deberá brotar con todo su esplendor
la higuera de mi vida.

Javier Leoz.