…Y les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía una higuera plantada en su
viña,
y fue a buscar fruto en ella, y no lo
encontró».
Dijo entonces al viñador:
«Ya ves: tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera,
y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué va a ocupar terreno en balde?»
Pero el viñador contestó:
«Señor, déjala todavía este año;
yo cavaré alrededor y le echaré estiércol,
a ver si da fruto. Si no, la cortas».
Lucas 13, 1-9
¿Qué frutos darte, Señor?
Deseas el fruto de mi
constancia y,
a la menor,
me dejo enredar
por
los hilos de la pereza,
la tibieza o las
dudas,
la fragilidad o la torpeza…
Estoy en la higuera,
pero la higuera de
mi vida
no siempre
fructifica en lo santo, noble y bueno.
Miras a las ramas de
mis días
y, lejos de
comprobar
cómo despuntan sus yemas
me limito a vivir
bajo mínimos,
a dar aquello que me
conviene
y no me molesta
a fructificar, poco
o nada,
si no es beneficio propio.
Mira mi miseria
y perdona mi débil cosecha.
Sigue sembrando,
Señor,
para que tal vez mañana
puedas descubrir en
mí
aquello
que hoy
brilla por su ausencia:
frutos de verdad y
de amor,
de generosidad y de
alegría,
de fe y de esperanza,
de confianza y de
futuro,
de vida y de verdad.
Y no te canses,
Señor,
de visitar tu viña,
tal vez hoy, ya sé
que no,
pero mañana,
con tu
ayuda y mi esfuerzo,
deberá brotar con
todo su esplendor
la higuera de mi
vida.
Javier Leoz.
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