EL 4 DE SEPTIEMBRE
EN LA HISTORIA DE CUBA
(La fecha de hoy en nuestros archivos)
-Al renunciar y abandonar la Presidencia el General Machado, habiendo aceptado antes la renuncia de todos los secretarios del Despacho, con la excepción del General Alberto Herrera, secretario de la Guerra, la Presidencia de la República quedó automáticamente a cargo de éste, de acuerdo con lo dispuesto en la Constitución.
La presidencia del General Herrera no fue aceptada por los revolucionarios, y en conferencias celebradas por los sectores que habían tomado parte en la mediación, se convino en que el Dr. Carlos Manuel de Céspedes y Quesada asumiese la Presidencia provisional de la República.
Los esfuerzos realizados para asegurar la transmisión legal de la Presidencia de la República, respondían al propósito de evitar que Cuba quedase sin gobierno y, según los términos del Tratado de Relaciones Permanentes en Cuba y los Estados Unidos (Enmienda Platt), se produjese de manera automática un nuevo caso de gobierno provisional de Cuba por los Estados Unidos.
Elevado a la Presidencia de la República el Dr. Céspedes en medio de las conmociones producidas por la caída del Gobierno de Machado, el reconocimiento de su Gobierno por el de los Estados Unidos era una cuestión muy importante. Quedó resuelta favorablemente al siguiente día, 13 de agosto, por una declaración del Presidente Franklyn D. Roosevelt, en la cual manifestó que la transmisión del poder de Machado a Herrera y a Céspedes se había efectuado con arreglo a las disposiciones constitucionales y que, por tal razón, el Dr. Céspedes ocupaba legítimamente la Presidencia de Cuba y no necesitaba ser reconocido.
Las demás naciones extranjeras procedieron de acuerdo con el mismo criterio que los Estados Unidos, de manera que el Dr. Céspedes no tuvo ninguna dificultad de orden internacional al asumir la Presidencia.
Los grupos revolucionarios que no habían aceptado la mediación, no se manifestaron conformes con la Presidencia del Dr. Céspedes ni con que éste actuase de acuerdo con la Constitución de 1928. También se oponían a que el Congreso, que de hecho había quedado disuelto, continuase, existiendo legalmente y a que continuasen en sus puestos los demás funcionarios electivos -gobernadores, consejeros, alcaldes, concejales y miembros de Juntas de Educación-, así como los altos funcionarios de la Administración y ciertos jefes y oficiales del Ejército.
En medio de las dificultades que creaba al Gobierno la situación anómala en que se encontraba, el Presidente Céspedes dictó varios decretos el 24 de agosto, por los cuales declaró nula la Constitución de 1928 y puso en vigor la de 1901, disolvió el Congreso y los demás organismos electivos de la República, y llevó a la práctica otras medidas importantes.
Las disposiciones dictadas por Céspedes que acaban de mencionarse, aunque dieron a su Gobierno un carácter revolucionario, no bastaron a satisfacer las miras de varias agrupaciones revolucionarias oposicionistas, las cuales siguieron considerando el Gobierno como obra de la mediación y no de la mayoría de la revolución misma, sin fuerza ni autoridad para satisfacer las aspiraciones de ésta.
No consolidado aun suficientemente en el poder, el Dr. Céspedes incurrió en el error de ausentarse de la capital con el propósito de visitar la zona de Sagua, azotada por un fuerte ciclón en los primeros días de septiembre.
La falta de unidad que existía en los sectores revolucionarios, en el Ejército se manifestaba también. Muchos jefes y oficiales eran mal vistos por los grupos revolucionarios, por considerárseles compenetrados con el Gobierno de Machado y responsables de muchas de las faltas imputadas a éste. Otros se inclinaban a éste o aquél de los sectores revolucionarios; y finalmente, algunos habían perdido el respeto y el aprecio de sus compañeros y sus subordinados por diversas causas.
En medio del malestar que creaba esta situación, cierto número de oficiales jóvenes entendió que era necesario efectuar una depuración entre los jefes y los oficiales de las Fuerzas Armadas y empezó a planear un movimiento en tal sentido. Por otra parte, entre las clases y los alistados del Ejército comenzó a agitarse la idea y a tomar cuerpo el propósito de reclamar ciertas reivindicaciones que estimaban de justicia.
La opinión de que el Gobierno del Dr. Céspedes significaba la frustración de la renovación revolucionaria a que aspiraban los grupos inconformes con la mediación, llevó a éstos a ver con simpatía los movimientos que surgían entre la oficialidad joven y las clases y los alistados de las Fuerzas Armadas. Por tal motivo, trataron de unirse a los mismos, a fin de contar con la fuerza necesaria para derrocar el Gobierno de Céspedes y sustituirlo por otro genuinamente revolucionario, sin nexo con la mediación.
El movimiento de la oficialidad joven no llegó a producirse, pero el de las clases y los alistados tomó gran fuerza y entró en acción en la noche del 4 de septiembre.
Representantes del Directorio Estudiantil, la Unión Revolucionaria, el ABC Radical, Pro Ley y justicia y algunas otras agrupaciones, se reunieron apresuradamente en el Campamento de Columbia con el grupo de sargentos que habían asumido la representación de las clases y los alistados del Ejército. Entre dichos sargentos se destacó como la personalidad más vigorosa y jefe reconocido de los mismos, el sargento Fulgencio Batista, llegándose al acuerdo, en la citada noche, de constituir la Agrupación Revolucionaria de Cuba, exigirle la renuncia al Presidente Céspedes y confiar el Poder Ejecutivo a un grupo de cinco personas (la Pentarquía), con un programa de renovación revolucionaria muy amplio.
Los acuerdos y las resoluciones tomados en el Campamento de Columbia, apoyados por la mayor parte de las Fuerzas Armadas, constituyeron el paso inicial de la llamada "Revolución de Septiembre", en el orden militar. En el orden civil, representaron el comienzo de la "Revolución Auténtica".
Transmitida la noticia de los hechos que ocurrían en Columbia al Presidente Céspedes, éste regresó rápidamente a la capital. En horas de la mañana, hallándose ya Céspedes en el Palacio Presidencial, se presentó en el mismo un numeroso grupo de los elementos revolucionarios oposicionistas a su Gobierno, al frente de los cuales se hallaban los Dres. Ramón Grau San Martín, Guillermo Portela, José M. Irisarri y los Sres. Sergio Carbó y Porfirio Franca, que habían sido designados para integrar el nuevo Ejecutivo.
Las Fuerzas Armadas, inclusive las de Policía, apoyaban el nuevo movimiento revolucionario, de manera que el Dr. Céspedes se hallaba sin fuerzas para resistir. Intimado a que renunciase la Presidencia, se negó a acceder, pero en vista de que carecía de medios para mantenerse en el ejercicio de su alto cargo, abandonó el Palacio y se retiró a su hogar, quedando la jefatura del Estado en manos de la mencionada Pentarquía.
El movimiento iniciado por las clases y los alistados que culminó en la revolución del 4 de Septiembre, alcanzó inmediatamente en lo militar resultados que fueron más allá de lo intentado y lo previsto por sus iniciadores.
Fue el primero, que las Fuerzas Armadas quedasen, de hecho, bajo la jefatura provisional de las clases de las mismas, con el sargento Fulgencio Batista reconocido como jefe superior.
El segundo, que los oficiales y jefes de las Fuerzas Armadas se negasen a cooperar en el movimiento y quedasen, también de hecho, sin el mando de las mismas.
El tercero, que la anómala situación que hubo de crearse, se resolviese en firme con un cambio completo en la organización y en el mando de las Fuerzas Armadas. La jefatura superior de las mismas se confirió por la Pentarquía al sargento Fulgencio Batista, elevado al grado de Coronel, único en la nueva organización. Todos los demás mandos y la oficialidad, de teniente coronel abajo, se confiaron a clases y alistados ascendidos a sus nuevos cargos.
Esta reorganización y transformación de las Fuerzas Armadas, se llevó a efecto con gran rapidez y un mínimo de dificultades porque los nuevos oficiales y los nuevos jefes contaban con la confianza de la tropa. Gracias a esto, la unidad y la disciplina del Ejército quedaron prontamente restablecidas.
Fue el primero, que las Fuerzas Armadas quedasen, de hecho, bajo la jefatura provisional de las clases de las mismas, con el sargento Fulgencio Batista reconocido como jefe superior.
El segundo, que los oficiales y jefes de las Fuerzas Armadas se negasen a cooperar en el movimiento y quedasen, también de hecho, sin el mando de las mismas.
El tercero, que la anómala situación que hubo de crearse, se resolviese en firme con un cambio completo en la organización y en el mando de las Fuerzas Armadas. La jefatura superior de las mismas se confirió por la Pentarquía al sargento Fulgencio Batista, elevado al grado de Coronel, único en la nueva organización. Todos los demás mandos y la oficialidad, de teniente coronel abajo, se confiaron a clases y alistados ascendidos a sus nuevos cargos.
Esta reorganización y transformación de las Fuerzas Armadas, se llevó a efecto con gran rapidez y un mínimo de dificultades porque los nuevos oficiales y los nuevos jefes contaban con la confianza de la tropa. Gracias a esto, la unidad y la disciplina del Ejército quedaron prontamente restablecidas.
Mientras en las Fuerzas Armadas "la Revolución de Septiembre" se llevaba a efecto inicialmente en la forma ya dicha, la Pentarquía tropezaba con insuperables dificultades para desempeñar sus funciones ejecutivas, en medio de las nuevas agitaciones internas y de las complicaciones internacionales creadas por la sustitución del Presidente Céspedes.
La actitud del de los Estados Unidos, que enviaron inmediatamente varios buques de guerra a la Habana y a otros puertos de la Isla y que negaron su reconocimiento al nuevo Ejecutivo colegiado, contribuyó grandemente a que la Pentarquía no pudiese consolidarse.
Dos de los cinco pentarcas, el Dr. Guillermo Portela y el Sr. Porfirio Franca, comenzaron a manifestar vacilaciones, y cinco días después de constituida, el 10 de septiembre, la Pentarquía quedó disuelta. Fue sustituida por la Presidencia unipersonal de la República, al frente de la cual quedó el Dr. Ramón Grau San Martín, apoyado principalmente por el Directorio Estudiantil y sostenido por las Fuerzas Armadas.
Del libro "Historia Elemental de Cuba", del Dr. Ramiro Guerra. www.guije.com
FOTO: Batista, Coronel Juan Blas Hernández y el Presidente Grau en La Habana, Octubre 1933: latinamericanstudies.org / eichikawa.com
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