Personajes
navideños:
El Cascanueces
Ana
Dolores García
Uno de los personajes habituales de estos días navideños, sobre todo en países de cultura europea, es el cascanueces. En los Estados Unidos es también un personaje indispensable que agradece su popularidad actual al ballet del mismo nombre, presentado invariablemente en este tiempo por las grandes compañías de danza de todo el mundo.
Es ahora en Navidad cuando muchas abuelitas, tal vez pecando de anticuadas, no pierden la oportunidad de llevar a sus nietos –quizá por una sola vez en la vida- a disfrutar del espectáculo y diversificar sus amistades fantasiosas con otros personajes, algo mas que Shrek o los Simpsons.
La historia de este personaje tenemos que ir a buscarla a Alemania. El autor de la historia original, Ernest Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822) fue un abogado, pintor, escritor y compositor nacido en la entonces Prusia Oriental que es hoy Kaliningrado, territorio ruso.
Entre las muchas obras de este escritor de la escuela romántica alemana descuellan sus cuentos fantásticos, recogidos por Jacques Offenbach para su ópera “Los Cuentos de Hoffmann”, y la historia que sirvió de base para otro conocido y gustado ballet: “Copelia”, de Leo Delibes.
Desde tiempos prehistóricos el ser humano ha sabido alimentarse con nueces. ¿Cómo las abriría? Probablemente golpeándolas con piedras, hasta que con el tiempo fue perfeccionando su técnica y sustituyendo el rústico y pétreo instrumento. Así encontramos que ya a mediados del siglo XVIII las nueces eran partidas por pintorescas figuras humanas talladas en madera. Estos “cascanueces” se hicieron tan populares, que Hoffmann escogió uno de ellos para convertirlo en el héroe de una de sus fantásticas fábulas.
Hoffmann escribió en 1816 “El Cascanueces y el Rey de los Ratones”, relato de un niño enfermo que sueña con un cascanueces que lo lleva de la mano a un mundo cargado de juguetes. Un sueño de maravillosa fantasía que se hace realidad cuando, al despertar, el niño encuentra esos juguetes junto al árbol de Navidad. Para subrayar un final feliz, el niño recupera la salud.
Los vistosos y coloridos muñecos de madera quedaron así enlazados para la posteridad con las fiestas navideñas. La creación del diseño actual de esos elegantes soldaditos se dice es debida al artesano Wilhelm Friedrich Fuchtner, también germano, quien utilizó como modelo una ilustración del libro escrito por Hoffmann.
Ochenta y tres años después de la publicación de “El Cascanueces y el Rey de los Ratones” de Hoffmann, se estrenaba en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, Rusia, el ballet “El Cascanueces”, con música de Tchaikovski y coreografía que se le atribuye indistintamente a Petipa y a Lev Ivanov, sobre una adaptación de Alejandro Dumas (padre) a partir del texto original.
En la adaptación hecha por Dumas, el niño enfermo de Hoffmann es sustituido por una hermosa niña, Clara y, antes de que al final de la historia la hermosa niña se despierte de su sueño, el cascanueces de madera se convierte en un apuesto príncipe.
El ballet consta de dos actos y cinco escenas. Los personajes principales: Clara y su hermano Fritz, Drosselmeyer, mago y padrino de Clara, y el Cascanueces. El telón se abre presentando una fiesta en la víspera de Navidad en la casa de los padres de Clara. Drosselmeyer trae varios regalos a su ahijada y sobrina, y el que más llama la atención de la niña es un pequeño cascanueces vestido con flamante traje de soldado. Fritz, el hermano díscolo, trata de arrebatarle el muñeco y lo rompe, pero el hábil mago lo arregla y lo entrega de nuevo a Clara.
Esa noche, Clara duerme con su cascanueces y comienza a soñar. Los juguetes del árbol de Navidad cobran vida y tamaño. Al mismo tiempo surge un ejército de ratones gigantes con su Rey al frente, que entablan una lucha con la legión de soldados de plomo que lidera el Cascanueces. Cuando la victoria parece inclinarse hacia el lado de los malvados ratones, Clara lanza una zapatilla a la cabeza del rey y los ratones huyen. El Cascanueces, herido, es cuidado con cariño por Clara y se transforma en un hermoso príncipe.
En el segundo acto se desarrolla un extraordinario espectáculo de danzas populares, características de los diversos lugares que Clara y su Cascanueces van visitando mientras viajan en un trineo encantado. Recorren el reino de las nieves y el reino de los dulces, y presencian –presenciamos- versiones de danza española, árabe, china, rusa… Se despliegan ante nuestros ojos las ballerinas del Vals de las Flores y quedamos atónitos ante el pas de deux del Hada del Azúcar.
Por ultimo llegan al castillo del Cascanueces y éste le propone a Clara que gobierne con él su mundo mágico. Ella acepta, pero al final se despierta y descubre que todo era sólo un sueño.
Contándolo simplemente así, no pasa de ser una historieta infantil más. Pero lo “mágico” de este “Cascanueces” escénico y danzante no está en la historia sino en su armoniosa coreografía, en la plasticidad de los bailarines y en la música que deleita nuestro oído.
Ana Dolores García
Copyright 2007
(Desempolvando el archivo: publicado originalmente en esta Gaceta en
diciembre de 2009).
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