¿Multiplicación
de las empanadas
o
preocupación por los presentes?
(Una
anécdota del papa Francisco en Buenos Aires
contada
por su biógrafa Evanelina Himitian)
ROMA,
06 de junio de 2013 (Zenit.org) - “Una vez lo
vi multiplicar los alimentos, como hizo Jesús con los panes y peces. Era
octubre de 2012”. Lo cuenta Evangelina Himitian, biógrafa de Bergoglio, que
escribió el libro "Francisco, el
Papa de la Gente", en un artículo del diario vaticano L'Osservatore
Romano titulado "La
multiplicación de las empanadas".
Se
trata de empanadas, claro, y podría ser que las que recogió entre los presentes
hubieran bastado para saciar a los periodistas que llegaron tarde. De todos modos,
más allá del “milagro”, del que la autora se muestra convencida, es claro que
el entonces arzobispo prestaba atención a todos los presentes, incluso los que
llegaron tarde, y se prodigaba en servirlos.
“Colaboraba
con la oficina de prensa de los encuentros entre católicos y evangélicos
-escribe Himitian- del cual el padre Bergoglio era uno de los organizadores. En
el estadio en el que se realizaba, la administración no dejaba introducir
comida, por lo que durante las pausas, los presentes tenían que comprar para
comer allí en el lugar. No había mucho para elegir: solamente había empanadas”.
Precisa
la autora que era un día de fiesta nacional y no había en programa otros
eventos. Alguien invitó a Bergoglio a almorzar en la zona bastante exclusiva de
Puerto Madero, a pocos pasos del estadio. Pero el cardenal de Buenos Aires dijo
que prefería quedarse con todos los participantes.
“Cuando
nosotros los periodistas nos tomamos una pausa para almorzar ya era un poco
tarde y no había quedado casi nada. Mientras recorríamos la sala en donde se
servían los alimentos, Bergoglio se acercó y nos saludó a cada uno.
Nos
habíamos sentado en la última mesa. La camarera nos trajo un plato con cinco
empanadas, pero nosotros éramos ocho. Alguno tomó la iniciativa y empezó a
cortarlas por la mitad. Compartir era el espíritu del encuentro y además no
había otra posibilidad”. E Himitian prosigue: “Bergoglio que estaba en una mesa
de la otra parte de la sala vio nuestros movimientos y entendió. Se levantó y
le preguntó a los otros si habían terminado de almorzar. Recuperó de las manos
de los pastores y sacerdotes las últimas empanadas, las reunió en un plato y
nos las trajo. Conmovidos por su gesto premuroso, nos sentimos elogiados y
anonadados”. La autora no tiene dudas: “Había multiplicado el alimento”.
"Aquel
pequeño ‘milagro’ suyo nos quedó impreso en el corazón. El hombre que hoy ocupa
el solio de Pedro había visto una necesidad y la había llenado, mientras ningún
otro se había dado cuenta", concluye la biógrafa.
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