Por la ruta del Quijote
Poco podía imaginar Miguel de Cervantes cuando escribía “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, que aquel libro se convertiría en
uno de los más internacionales de la literatura española. Y más allá de eso,
que más de 400 años después de su publicación, fueran numerosos los que deseosos de seguir las hazañas de aquel
caballero andante desgarbado y disparatado, llegaran a Castilla La
Mancha para recrear sus más alocadas andanzas.
La obra cumbre de Cervantes
sirve de perfecta guía literaria, histórica y artística para conocer los
lugares que poblaron la historia de don Alonso Quijano. El camino transcurre
por los campos de Criptana, Montiel o Calatrava y está plagado de molinos y
recuerdos que evocan al Quijote.
Don Quijote de La Mancha no es
solo la obra cumbre de la narrativa española. También ha supuesto para muchas personas
la primera toma de contacto con las tierras que don Alonso Quijano y su fiel
escudero pisaron en la ficción.
Toledo “marca el inicio de la
Ruta del Quijote” y, tras pasar Nambroca,
el castillo de Alminocid de Toledo y las ruinas del castillo de Peñas Negras en
Mora, se llega a Tembleque, la villa que enamoró a la Reina Juana I de Castilla
y que vivió su época dorada durante el siglo XVI, con el comercio de la lana.
Su plaza mayor es una de las más bellas de La Mancha.
Uno de los platos fuertes del viaje llega en tierras de Ciudad Real: el Campo de Criptana. Este pueblo disfruta de la imagen más famosa de La Mancha gracias a los molinos de viento situados en el cerro que domina el vecindario. Estos molinos fueron la inspiración para el episodio que Cervantes noveló en El Quijote. De los diez molinos de Criptana, tres conservan sus mecanismos originales del siglo XVI: Burleta, Infanto y Sardinero. Todos los molinos tienen nombre y uso. Culebro, por ejemplo, es la sede del Museo de Sara Montiel, la hija más famosa del pueblo; Pilón es el Museo del Vino, y en Poyatos se sitúa la oficina de turismo.
El ambiente “quijotesco” se
vuelve más intenso. Apenas 18 kilómetros separan Criptana de El Toboso, la tierra
de Dulcinea, el gran amor del Quijote. Alli, El Museo Cervantino es de obligada
visita. Hacia el sur está Ossa de Montiel, donde se encuentran las ruinas
del castillo de Rochafrida, citadas en El Quijote.
Ruinas del castillo de Rochafrida |
El
camino desciende hacia el solitario castillo de Montizón, en Villamanrique.
Posteriormente aparece la silueta de Valdepeñas, y su iglesia de los
Trinitarios, y se sigue el cauce del río Acer, que conduce hasta otro de los
pueblos con una intensa historia: Almagro.
Almagro es un importante
conjunto histórico-artístico que vivió su época dorada en los siglos XVI y
XVII, y en él sus edificios son testigo de un espléndido pasado.
Esta podría ser la etapa final para la Ruta del Quijote. Pero este es un itinerario libre, que permite variaciones. Una, por ejemplo, pasa por Puertollano y se sumerge en los campos de Calatrava, pudiendo visitar localidades con encanto como Valenzuela o Calzada de Calatrava. Esta última es famosa por el castillo de Salvatierra y la ermita del Salvador del Mundo.
Esta podría ser la etapa final para la Ruta del Quijote. Pero este es un itinerario libre, que permite variaciones. Una, por ejemplo, pasa por Puertollano y se sumerge en los campos de Calatrava, pudiendo visitar localidades con encanto como Valenzuela o Calzada de Calatrava. Esta última es famosa por el castillo de Salvatierra y la ermita del Salvador del Mundo.
Otra ruta lleva, regresando a
los molinos de Campo de Criptana, por Argamasilla de Alba. Aquí, en la Cueva de
Medrano, se dice que Miguel de Cervantes estuvo preso y empezó a escribir El
Quijote. El punto final de la ruta es La Solana.
Fuente: www.guiarepsol.com
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