Un sismógrafo de piedra
que ha durado trece siglos
En la lejana Armenia, frontera
imaginaria entre Europa y Asía, se encuentra situado un antiguo y mítico
monasterio: el de Tatev, a 1600 metros de altura, desde el que se puede admirar
un paisaje increíble y pintoresco.
Armenia es una ex república soviética y, a la
vez, una de las más antiguas civilizaciones del mundo. Dotada de un rico
patrimonio cultural, se destacó como la primera nación en adoptar el cristianismo
como religión oficial en los
primeros años del siglo IV.
Según una leyenda popular, el arquitecto que
terminó la construcción de Tatev tomó dos guijarros de piedra y oró a Dios
pidiéndole alas. Su deseo fue concedido y el arquitecto se fue volando. La
palabra "Tatev" refleja esto, puesto que significa "dar
alas" en el idioma armenio.
El monasterio de Tatev fue construido en el siglo IV, sobre las ruinas de un antiquísimo templo pagano. Estas prácticas eran comunes en aquel entonces y fue atendido durante varios siglos por unos pocos monjes. En 848 el príncipe Pilipós (Felipe) de Syunik hizo construir la iglesia de San Gregorio el Iluminador y donó al monasterio la próxima aldea Tatev, de la tomó su nombre definitivo.
El monasterio empezó a
extenderse. Al final del siglo XI se
erigieron tres iglesias, y se agregaron un aposento para los peregrinos y otros
edificios. No faltaron durante todos estos siglos terremotos y ataques de
invasoras tribus nómadas. Incluso, en 1387 el monasterio fue quemado y
saqueado.
Ha sido restaurado en parte
durante los años 1974-1998 y estas obras continúan actualmente, y se trabaja en
la construcción de un teleférico desde el pie del acantilado hasta el
monasterio.
Una de las obras arquitectónico-ingenieriles más originales que se encuentra en este monasterio, y a su vez de toda Armenia, es la columna oscilante Gavazán (Bastón), de ocho metros de altura, testigo milenario de la inventiva e ingeniosidad de los artífices armenios. Fue erigido en 904 y se trata de una columna que con las sacudidas sísmicas e incluso con un simple toque de la mano se inclina y vuelve a la posición de partida, Y ha permanecido de pie durante siglos sin derrumbarse. Puede decirse que es algo así como “un sismógrafo de piedra”.
Se trata de un pilar hecho a partir de la roca local y su
mecanismo consiste en un intrincado sistema de pesos y contrapesos anexados a
su parte inferior que, ante el menor disturbio, lo llevan a oscilar
frenéticamente de lado a lado. Su construcción tardó entre cinco y seis años y
tuvo lugar durante la última década del siglo IX, mientras que los detalles
ornados se cree fueron agregados durante los primeros años del siglo X.
Tan sensible llegó a ser en el pasado que
incluso, según escritos de la época, era capaz de alertar a los monjes de la
llegada de ejércitos invasores. Algo de vital importancia ya que las espesas
nieblas que suelen cubrir la región son capaces de limitar la visión a unos
pocos metros, dándole la oportunidad a una fuerza invasora de avanzar sigilosamente
por el área y darse a conocer ya cuando no queda tiempo alguno de preparar las
defensas.
Si bien el mismo aun permanece prácticamente
intacto, durante el terremoto de 1931, que causó gran daño en el monasterio,
sufrió daños en su mecanismo de contrapesos, debiéndose además reforzar la
columna en si misma con bandas metálicas; razón por la cual ya no es tan
sensible como solía ser en el pasado. Por desgracia, se desconoce quién fue la
persona que dio origen a tan ingeniosa maravilla de la ingeniería.
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