17 de febrero de 2013

REFLEXIÓN DEL DOMINGO


Las tentaciones nuestras 
de cada día

Quisiera convertirme, Señor,
de la tibieza de mi vida:
digo creer en Ti 
y no siempre vivo en Ti y contigo.
Hablo,
y frecuentemente son palabras sin sentido
no vienen desde Ti y,
 muchas veces, no son para Ti.

Quisiera convertirme, Señor,
de mis falsas seguridades:
espero en Ti pero me asiento 
en mis propias fuerzas,
no siempre te sirvo en lo que hago
y, algunas veces, soy yo
 el que me busco en todo ello.

Quisiera convertirme, Señor,
de mi incomunicación con todo lo divino.
Mi oración, rápida, rutinaria y distraída.
Mi caridad, oportunista, vanidosa y selectiva.
Mi vida, fácil, consumista 
y sin brújula cristiana.
Mis caminos, tortuosos y estériles, 
placenteros y a la carta.

Quisiera convertirme, Señor,
desde mi corazón,
 para que Tú lo hagas tuyo.
Desde mi alma, para que en ella, 
tu tengas la mejor parte.
Desde mis entrañas, para que por ellas,
salga a la luz que sólo Tú, y solo Tú, 
eres quien reina en mi vida

Quisiera convertirme, Señor,
ayúdame, Señor, a buscarte en el silencio,
ayúdame, Señor, a descubrirte en el necesitado,
ayúdame, Señor, a contemplarte 
en las maravillas del mundo,
ayúdame, Señor, a no perderme 
en las excusas de cada día.
en los senderos fáciles y de bajo precio.

Sólo Tú, Señor, tienes palabras de Vida Eterna.
Sólo Tú, Señor, eres capaz de darme fuerzas
para vencer y salir victorioso 
de la tentación de cada jornada.
Que en este Año Santo de la Fe
Tú, Señor, sólo Tú… 
venzas en el desierto de mi vida.
Javier Leoz, betania.es

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