Anédotas en Cuba
de Tito Guizar y Jorge Negrete
Ana Dolores García
Circula actualmente por Internet
un mensaje electrónico con un cuestionario para “cubanos viejos” con muchas
preguntas que abarcan variados campos de nuestra historia cubiche, desde los
deportes hasta la Historia con mayúscula, desde dichos populacheros hasta temas
verdaderamente serios. Sin embargo, a
una de esas preguntas se le da como cierta una respuesta falsa. Y yo, o tengo
muchos años o mucha memoria. Me precio
de ambos y discrepo de esa respuesta.
La tal pregunta se refiere
al nombre del artista que al ser asediado por sus fans groseramente preguntó si
en Cuba no había hombres. Como legítima respuesta, los autores del cuestionario
dicen que fue Tito Guizar, lo cual no es cierto. El autor de esas palabras fue
Jorge Negrete, precisamente en Camagüey dicen que en el lobby del Gran Hotel y a
lo mejor dijo lo mismo en otros lugares, pues siempre era perseguido por sus
admiradoras. No era de extrañar porque Jorge Negrete tenía fama de fanfarrón en
su propio país, tal como incluso me han
contado amigos mexicanos.
Tito Guízar tampoco se
libró de verse envuelto en una situación desagradable, durante una entrevista
que le hicieron en una de sus presentaciones radiales en La Habana a través de
una emisora de alcance nacional, probablemente CMQ. El presentador del programa
le preguntaba qué le había parecido la ciudad, el Capitolio, el malecón, etc., si
había visto el monumento a Martí en el Parque Central y, en ese caso, qué creía
que señalaba Martí al levantar un brazo y mantener un dedo en alto. Tito Guízar
contestó: «Los días que tiene agua La Habana». Y ardió Troya. No era para menos, la protesta fue general en
la prensa y en llamadas telefónicas. El cantante inmediatamente se disculpó a la
nación por la radio y explicó que él simplemente había leído el guión que le
habían escrito.
¡Qué par de groseros! Se creían la última coca-cola del desierto.
ResponderEliminareran sinceros porque eran unas estrellas. tenían todo para presumir
EliminarEs verdad que podían presumir, pero sus comentarios no fueron precisamente agradables para el publico. Eran presumidos y engreídos, diría yo.
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