18 de febrero de 2013

A TOMAR POR EL SACO, MISTER MARSHALL!


¡A tomar por saco,
Mister Marshall!

Jesús García Calero
ABC, Madrid

La presentadora era Hache, y la película favorita era muda, lo cual permitía esperar mucho más sobre la oportunidad de lo que se dijera y lo que quedase apuntado entre líneas en los Premios Goya.

Maribel Verdú, madrastra de «Blancanieves» fue, tal vez, el paradigma: se puede decir todo sin perder el tino. Poco más se puede salvar de una gala que, tras unos días de polémica, parecía empezar muy bien, invocando a Berlanga –lo cual es mucho invocar– con un vídeo de «Bienvenido Mister Marshall».

Pero la conductora Hache derrapó en la primera curva para arremeter, inmediatamente y desde entonces, contra el Gobierno, la Familia Real, los bancos, Adelson, y los Recortes.... Así que no estuvieron a la altura del gran Berlanga. Se quedaron en un lugar indeterminado entre «el club de la comedia» y los chistes de bar.

¿Es necesaria para la industria esa continua querella? Parece que sí, pero aburre, teniendo en cuenta que el discurso del presidente de la Academia ya era bastante contundente, e institucional. Y no hubo cortapisas: todos pudieron decir lo que quisieron, como es lógico.

Por eso hubo un buen puñado de nominados al Goya al mejor estrago hecho en nombre del cine español, un despropósito disfrazado de espectáculo que discurría entre «mensajes» que fueron velando el triunfo de los mejores cineastas entre esas «mejores» causas.

Interesante es que los profesionales de las películas que han merecido el favor de los premios y del público, las que se defienden solas, como «Lo imposible», «Blancanieves», «Tadeo Jones» y «Grupo 7», no sintieron la necesidad de protagonizar esos alardes demagógicos.

El desahogo, sin embargo, resultó excesivo: José Corbacho y Candela Peña fueron la referencia de este problema ya inherente a los premios del cine español. Y Bardem, no excediéndose demasiado, no estuvo a la altura de “sus intervenciones” en los Oscar. 

Algunos discursos no podrían ponerse en relación con el cine fácilmente. Tantas invectivas de carácter político fueron, por reiteradas, cansinas, como si no hubiera otra materia digna de la ironía, o... ¿la autocrítica?

El cine retrató a España en su «fiesta» de la manera más castiza posible, con un exotismo berlanguiano que da la razón a don Luis. La España que pinta el cine mira al ayer, regresa a aquel señor de míticas esperanzas y los protestones se conforman con un: «¡A tomar por saco, Mister Marshall!». Pena.

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