¡A tomar por saco,
Mister Marshall!
Jesús García Calero
ABC, Madrid
La presentadora era Hache, y la película favorita era muda, lo cual
permitía esperar mucho más sobre la oportunidad de lo que se dijera y lo que
quedase apuntado entre líneas en los Premios
Goya.
Maribel
Verdú, madrastra
de «Blancanieves» fue, tal vez, el paradigma: se puede decir todo sin perder el
tino. Poco más se puede salvar de una gala que, tras unos días de polémica, parecía empezar muy bien, invocando a
Berlanga –lo cual es mucho invocar– con un vídeo de «Bienvenido Mister
Marshall».
Pero la conductora Hache derrapó en la primera curva para arremeter,
inmediatamente y desde entonces, contra el Gobierno, la Familia Real, los
bancos, Adelson, y los Recortes.... Así que no estuvieron a la altura del gran
Berlanga. Se quedaron en un lugar indeterminado entre «el club de la comedia» y los chistes de bar.
¿Es necesaria para la industria
esa continua querella? Parece que sí, pero aburre, teniendo en cuenta que el discurso del presidente de la Academia ya era
bastante contundente, e institucional. Y no hubo cortapisas: todos
pudieron decir lo que quisieron, como es lógico.
Por eso hubo un buen puñado de nominados al Goya al mejor estrago hecho en
nombre del cine español, un despropósito disfrazado de espectáculo que
discurría entre «mensajes» que fueron velando el triunfo de los mejores
cineastas entre esas «mejores» causas.
Interesante es que los
profesionales de las películas que han merecido el favor de los premios y del
público, las que se defienden solas,
como «Lo imposible», «Blancanieves», «Tadeo Jones» y «Grupo 7», no sintieron la
necesidad de protagonizar esos alardes
demagógicos.
El desahogo, sin embargo,
resultó excesivo: José Corbacho y
Candela Peña fueron la referencia de este problema ya inherente a los
premios del cine español. Y Bardem, no
excediéndose demasiado, no estuvo a la altura de “sus intervenciones” en
los Oscar.
Algunos discursos no podrían ponerse
en relación con el cine fácilmente. Tantas invectivas de carácter político
fueron, por reiteradas, cansinas, como
si no hubiera otra materia digna de la ironía, o... ¿la autocrítica?
El cine retrató a España en su
«fiesta» de la manera más castiza posible, con un exotismo berlanguiano que da
la razón a don Luis. La España que pinta el cine mira al ayer, regresa a aquel
señor de míticas esperanzas y los protestones se conforman con un: «¡A tomar por saco, Mister Marshall!». Pena.
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