Félix
Sabatés, una vida de novela
[Y un
gran testimonio
del
saber luchar para triunfar]
Luis F. Sánchez
El Nuevo Herald
La vida del cubanoamericano Félix Sabatés da para
una novela. Pese a no haber ido a la escuela secundaria y haber llegado a
Estados Unidos en 1960 a los 15 años con apenas $25 en los bolsillos, tuvo el
impulso suficiente para forjarse solo y convertirse no solamente en millonario,
sino en una persona que sobre todo quiere ayudar a los demás, tal como se lo
enseñó su padre.
Ahora con 68 años es copropietario del Earnhardt
Ganassi Racing en NASCAR, la serie motorizada más importante de Estados Unidos;
es dueño junto con el legendario Michael Jordan de los Bobcats de la NBA, de
Charlotte, donde reside; es gran amigo de uno de los hombres más influyentes
del planeta, el mexicano Carlos Slim; posee varias distribuidoras en todo el
país de Mercedes Benz, Bentley y Mazda; y tiene un astillero que construye
desde megayates valorados en $50
millones hasta embarcaciones para llevar provisiones a las fuerzas armadas
estadounidenses.
En el 2000 vendió Top Sales Inc. a sus propios
empleados. Top Sales Inc. es una pequeña compañía que había comprado en 1974 y
transformó en un emporio que facturaba $1 billón al año gracias especialmente a
la venta de juegos de video como Atari y Nintendo.
Sabatés se encuentra en el sur de la Florida con
motivo del fin de temporada de NASCAR, el domingo, en el autódromo de
Homestead-Miami. «Mi corazón es cubano y
mi mente estadounidense», confesó Sabatés. «Soy por siempre cubano, pero
también debo decir que Estados Unidos me ha ayudado mucho».
Es el mayor de siete hermanos, cuatro mujeres y
tres hombres; y también es el mayor de 59 primos. Todos emigraron a Estados
Unidos. La mayoría de su familia vive en el sur de la Florida, tiene un
apartamento en la Playa y uno de sus hijos está al frente de la oficina que
posee en Fort Lauderdale, en la que se atienden sus negocios relacionados con
esta zona.
«Tenía 15 años cuando llegué a Estados Unidos y
estaba solo», comentó. «Al principio todo fue muy duro. Trabajé en una fábrica
de muebles; luego en la cocina de un hospital lavando ollas y platos, limpiaba
pisos y parqueaba autos en el aeropuerto de Charlotte. No pude ir a la
secundaria, pero siempre trataba de aprender leyendo los periódicos, revistas y
escuchando a las personas que tenían algo positivo que decir. Yo procedo de una
familia de carácter muy fuerte».
Hijo que una familia catalana que emigró a Cuba a
finales del siglo XIX, aseguró que se le grabaron como un tatuaje en el alma
los preceptos transmitidos por su abuelo y su padre, quienes le decían que «las
personas que trabajan deben ser bendecidas por Dios» y «no hagas a otros lo que
no quieres que te hagan a ti».
«Mi abuelo empezó en Cuba vendiendo prendas a
caballo a los campesinos», recordó Sabatés. «Luego se compró una pequeña finca
donde sembraba caña de azúcar. En 1932 se produjo un incendio en la finca y mi
abuelo lo perdió todo. Entonces se fue a Camagüey y empezó de nuevo. Abrió una
relojería, después una óptica y otras cosas más. Años después, mi padre haría
crecer mucho más los negocios».
Sabatés recuerda que hasta antes de la revolución
castrista su familia tenía muchos negocios en Cuba, pero no eran ricos. Él fue
el primero en emigrar a Estados Unidos. En 1963 llegó su madre y dos años
después lo hizo su padre.
«En Miami, mi padre repitió lo que había hecho en
Cuba», afirmó Sabatés. «Creó la compañía J. Sabates & Sons, abrió una
joyería, una tienda de ropa, después se extendió a Hialeah. Al final murió como
una persona contenta, rico en cultura y con muchos profesionales en la familia,
doctores, abogados».
Cuando está próximo a cumplir los 70 años, Sabatés
confiesa que se siente con el mismo impulso como si tuviera 45. Hace ocho años
abrió distribuidoras de Mercedes Benz, Bentley y Mazda; su compañía Trinity
Yatch la adaptó para construir barcos militares porque la venta de yates ha
caído debido a recesión económica. Ahí trabajan 750 empleados.
Siempre sintió pasión por los deportes. En Cuba
jugaba básquetbol y béisbol, pero confiesa que no era muy bueno y muchas veces
tenía que conformarse con calentar la banca. La oportunidad para participar más
activamente llegó hace 30 años. Su hija era amiga del hijo de Howard Augustine
“Humpy” Wheeler, Jr., entonces presidente del autódromo de Charlotte. Sabat«s
iba mucho a ver al piloto Kyle Petty hasta que decidió formar su propio equipo,
que se llamó Team SABCO Racing. «Lo que más recuerdo es que gastaba mucho
dinero», comentó. «En el 2000 me uní al equipo de Chip Ganassi y todo el mundo
predecía que no íbamos a durar seis meses, porque él tiene un carácter muy
fuerte y yo también. Ganassi es el mejor socio que he tenido. Es honesto, habla
de frente y yo soy igual».
Sabatés afirma que en NASCAR existe un futuro muy
promisorio para los pilotos latinos, entre ellos el mexicano Germán Quiroga y
el colombiano Juan Pablo Montoya, este último piloto del Team de Sabatés; y en
la serie Grand-Am el también azteca Memo Rojas.
«Memo tiene mucho años para seguir
desarrollándose y Quiroga es buenísimo, además el grupo Telmex apoya
muchísimo», comentó Sabatés. «Montoya, por su parte, posee un talento increíble
aunque ha tenido años muy buenos y muy malos. Esta temporada uno se mira en el
espejo y se pregunta qué ocurrió para que las cosas no funcionaran»
El deporte, las relaciones de negocios y el trato
con los auspiciadores son materias que Sabatés entiende como el mejor, y
seguirá dando batalla en esas lides. Hay, sin embargo, otro aspecto que le
permitiría cerrar su vida con broche de oro y, como su padre, morir “contento”.
«Un día le dije a mi madre que nunca más volvería
a Cuba», comentó Sabatés. «En verdad, cuando las cosas cambien, quiero volver
allá para ayudar a ese país. Mi objetivo no es hacer negocios, sino extender
una mano. Quiero que ese sea mi legado».
Reproducido de elnuevoherald.com
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