2 de noviembre de 2012

EL DOLOR DE UN PASTOR


El dolor de un Pastor

Mensaje de Mons. Emilio Aranguren, obispo de Holguín

27 de octubre de 2012


en el 520º aniversario de la llegada de Colón 
a Puerto Bariay (Holguín) y que dijera: “esta es la tierra más hermosa que ojos humanos han visto”.

Es de madrugada y comienzo a teclear, tal como había pensado y prometido a varios. Muevo los dedos, sigo con la mirada en la pantalla de la computadora el avanzar de las líneas, pero lo que escribo no proviene de la mente, sino del corazón y, del corazón de un cubano al que Dios ha llamado a ser pastor de su pueblo.
El jueves, muy temprano, salí con Manolo Arce (chofer) en la camioneta y trazamos el plan a seguir. Primero sería visitar San Germán, Cueto, Báguanos, Tacajó, Antilla y Banes. De esa forma, al día siguiente (viernes) visitaría a Mayarí con Guaro y Preston, Nicaro, Cayo Mambí y Sagua de Tánamo.
Ayer, mi compañero no fue Manolo, sino un sacerdote, por eso, de madrugada decidimos ir directo hasta el extremo y regresar haciendo las paradas ya previstas y, posteriormente, continuar a Santiago de Cuba y al Cobre.
Aunque después comente de este recorrido en territorio holguinero, permítanme detallar el final con dos signos elocuentes que considero Dios nos los regaló al cura acompañante y a mí para invitarnos a “levantar la mirada” y, dentro de ese clima de contemplación, escuchar la llamada de Dios, casi al acostarme, de ir a la Sagrada Escritura y leer el comienzo del Deuteroisaías en 40,1: “Consolad, consolad a mi pueblo”1.
Ya de regreso, después de salir lentamente de Santiago de Cuba, en medio de ramas de árboles y cables eléctricos y telefónicos caídos en las vías, llegamos al Santuario cerca de las 4 de la tarde. El templo cerrado y a oscuras. Sobre el altar principal cuatro velas encendidas que iluminaban la custodia que exponía al Santísimo Sacramento. Genuflexión doble, como me enseñaron de niño y balbucear: ¡Viva Jesús Sacramentado, viva y por siempre sea Amado! Sentados a ambos lados del presbiterio los PP. Geño y Leandro, cinco Misioneras de la Caridad y dos Hermanas Sociales, junto a dos laicas guardianas del Santuario completábamos el número de once que rezamos el Rosario y recibimos la bendición. Arriba, como guardiana en la penumbra, la imagen de la Madre de los cubanos que, en toda la parte oriental de la isla, sufrían y lloraban lo sucedido a consecuencias de la violencia del huracán Sandy.
Al rezar el Gloria al Padre, como final de cada Misterio del Rosario, en mi interior añadía lo de siempre: “María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos, gran Señora”. Así recordaba a los once fallecidos cuyos nombres habían sido publicados en el periódico del día (dos de ellos –ya ancianos– eran vecinos del Arzobispado y los encontraron al amanecer al caerles arriba, mientras dormían, la pared del vecino que se derrumbó).
Pasamos por Palma Soriano y saludamos a uno de los sacerdotes, joven cubano recién ordenado, quien terminaba de clavar las planchas de zinc que se habían desprendido del techo. Y seguimos en medio de una pertinaz llovizna. Llegando a Marcané, el sacerdote que iba manejando me dijo señalando hacia la derecha: “Mire para allá … el arco iris”. Se divisaban con claridad todos sus colores que, tal parecía, que el Creador había hecho clic sobre el recuadro de “H” para fortalecer los tonos. Casi al momento pasamos por Barajagua y sonreímos al ver la imagen de la Virgen que había quedado intacta y recordar lo que el jueves, durante mi visita, me había dicho una señora. Poco después, llegando a Holguín, nuevamente el arco iris.
Con la experiencia de los dos días y, de manera especial, con el recuerdo de once hombres y mujeres de rodillas en adoración al Santísimo, en medio de un Santuario semioscuro, capaces de levantar la mirada para cantarle a la Madre: “a los pies de la Virgen traigo mis penas” y, después cuestionarme frente al signo del arco iris en el horizonte, Dios –Padre, siempre Bueno– hizo que me preguntara en mi interior: “¿y cuándo termina tanta aflicción?”. Fue Él mismo quien me recordó: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”, cuando quedando atrás la etapa del primer-Isaías y comenzaba, una nueva, la del discípulo, la del segundo-Isaías.

Hoy, muy temprano, recé con la ayuda de los comentarios del libro citado. Tengo paz y confianza en mi interior y, de manera especial, amor por los míos … los que Dios me dio para que pastoreara en su Nombre. Ahora, varios comentarios:
Mons. Dionisio: (Palabras literales que pueden entrecomillarse)
*  Situación dramática de devastación. Decenas de miles de personas han perdido sus casas.
*  La población de Santiago de Cuba es de medio millón de habitantes, más los que viven en Palma Soriano y San Luis.
*  El 85% de los templos de la ciudad de Santiago de Cuba necesitan una intervención grande. Tres templos destruidos: Parroquia de Sueño y de San Pedro, en la ciudad, y el de Songo. Los techos de las iglesias de Santa Teresita, San Francisco, Santísima Trinidad, Palma Soriano, San Luis, amén de las demás afectaciones en templos, casas parroquiales y casas de religiosas. Los daños en la Catedral aún no han sido valorados técnicamente.
*  En el Santuario las ráfagas de viento afectaron las puertas principales del templo y varios ventanales. En la Casa de Encuentros, de manera especial, sufrieron los techos de la capilla y del comedor, así como el cielo raso de las habitaciones restauradas, y cristales rotos, árboles caídos, etc.
Tengo calma, mantengo el ánimo.
* Cáritas ya da pasos para ver cómo se canalizan las necesidades.
Lo técnico: (Le pedí a Eugenio Gómez que confeccionara un mapa con el trayecto de “Sandy” en el territorio diocesano y señalizara las comunidades más afectadas). (Imposibilitada de reproducirla)


 
Técnicamente –de acuerdo a los meteorólogos– lo que más se afecta es lo que queda en “el ojo y a la derecha” del huracán. Por tanto, Mayarí, Guatemala (Preston) y Nicaro quedaron a la derecha. Guaro y Antilla en el mismo centro.
Dentro del territorio diocesano tenemos aún fresca la experiencia del Ike (2008) y, de acuerdo al criterio de los organismos estatales, hay varios municipios que han sufrido más ambos huracanes:
2008
2012


Manatí

Puerto Padre – Delicias

Menéndez (Chaparra)

Gibara

Freyre (Fray Benito, Sta. Lucía, Potrerillo)
Freyre (Fray Benito, Sta. Lucía, Potrerillo)
Banes
Banes
Antilla
Antilla

Báguanos – Tacajó

Cueto

Mayarí (Guaro, Guatemala, Nicaro)

Obispo de Holguín:
Por eso, a uno le preguntan: ¿qué afectaciones causó el huracán Sandy?, como queriendo saber qué es lo que más apremia. Entonces, necesariamente debo recordar lo que aún queda pendiente de las afectaciones de hace cuatro años y sumarle las de ahora.
Por ejemplo, el templo de Manatí permanece en el suelo2, al igual que el de Velasco3 y Bocas, además del de Floro Pérez que está sin techo. Los tres del municipio de Gibara, donde pudieron reconstruirse el de La Nasa y El Recreo.
Las afectaciones sufridas por los templos de la Parroquia de Fray Benito (en Freyre) fueron acometidas en casi la totalidad de las necesidades.
Antilla no cuenta con templo parroquial desde antes del 2000 y, recibida la licencia de obra en los primeros meses de este año, comenzó la ejecución.
Marcané (en Cueto) y Barrederas (en Frank País) son templos que –al igual que la sacristía de Cueto y el de Barajagua antes de caerse– abrieron sus puertas para acoger a los damnificados del huracán Flora (1963) y se espera que, en breve, puedan volver a prestar su servicio cultual, antes de celebrar los 50 años de aquella otra fatídica experiencia.
Ahora, en el municipio de Banes, quedó muy afectada la casa que, en Macabí, servía para acoger a los fieles, después que el templo se derrumbó en la década de          1960.
Las fuertes ráfagas de Sandy provocaron la caída de una mata de coco que se proyectó sobre el techo del templo de Guaro que, de acuerdo al parecer técnico conlleva un arreglo capital. De igual forma sufrió la casa misión en Guatemala (Preston) que, a la hora de proyectar su reconstrucción, desearía priorizarse la reconstrucción del templo parroquial, quemado en 1999.
Quedando, finalmente, el templo de Frank País (Cayo Mambí) que se derrumbó hace más de 20 años y los fieles se congregan al descampado en el área que anteriormente ocupaba.
Para poder llevar adelante la reconstrucción de estos templos, se necesita ante todo la autorización requerida por parte de varios organismos estatales y, a su vez, de las ayudas que se reciben desde el extranjero (organismos internacionales y donantes). Sin este apoyo sustancial, no basta la buena voluntad y la disposición de sacrificio por parte de los miembros de las comunidades afectadas.
Testimonios más que fotos y el por qué
Hace unos diez años que una religiosa misionera española4 organizó una excursión a la playa de niños con limitaciones motoras y mentales, en compañía de algunos de sus familiares. Fue ocasión para que ella hiciera varias fotografías como memoria del encuentro fraternal que servía de integración en el grupo y de apoyo a los padres de los niños. Cuando la religiosa fue a revelar el rollo fotográfico, no fueron bien interpretadas las fotografías por parte de los técnicos del servicio y a la religiosa la amonestaron y no le entregaron las fotos. Después de varias conversaciones tomé la decisión de no permitir fotografiar escenas que expresaran pobreza o necesidad.
Este criterio, que he mantenido a lo largo de los años e, incluso, compartido con miembros de Cáritas que preparan proyectos de solicitud de financiamiento, es conocido por parte de representantes de las distintas instancias gubernamentales con las que se comparten situaciones específicas del área pastoral (tal vez, debido a esto, me han impactado varias fotos del estado de varias familias que han perdido sus casas a consecuencias del huracán Sandy, y que fueron publicadas ayer en el periódico Granma).
Debido a esto, acudo más a los testimonios que a las fotos. Transcribo cuatro a partir de los encuentros sostenidos en las visitas a las comunidades más afectadas:
*  Barajagua: El jueves 25 en la mañana llegué a Barajagua y me dirigí al templo. Estaba abierto y acabado de limpiar. Lloviznaba. Varias mujeres, desde las casas situadas al frente del templo, me saludaban y, desde lejos, hacían comentarios de cómo habían pasado la noche dentro del templo. 
Y, casi al despedirme, dije: ¡”Qué bueno que los vecinos encontraron cobijo aquí”, y añadí: “verdaderamente es la mejor edificación en el pueblo”. Y una señora me tocó el antebrazo y dijo: “Yo fui una de las que vine, pero no buscando refugio porque mi casa está buena. Vine para estar cerca de Ella –y señalaba la imagen situada en el exterior– y fíjese que ni la tormenta ni la fuerte ventolera pudieron quitarle ni la corona ni las estrellas (refiriéndose a la aureola)”. Terminó diciendo: “Ella nos protege y nosotros lo sentimos”.
*  Báguanos: El mismo día, al entrar en el pequeño templo de Báguanos, Mary –mujer alta que vive frente a la iglesia vino hacia mi llorando, me abrazó y dijo–: a las tres y media de la madrugada vinimos para acá porque el viento nos llevó el techo. Vi 6 u 8 colchones colocados sobre los bancos y en todas las ventanas había un cordel en los estaban secándose varias piezas de ropa. Les dije algo a varios niños que jugaban y, al final, saludé a Irma (mujer casi nonagenaria) mamá de Mary. No me dijo nada, sino solamente me tomó la mano y me la sostuvo con la suya, mientras que la otra mano me la pasaba a modo de caricia. Le dije: “Dígame algo, Irma”. Y la respuesta fue: “¡Qué bueno que vino a vernos!”.
*  Antilla: Después de ir al área donde se reconstruye el templo parroquial, me dirigí a la casa pastoral. El P. Pablo Emilio salió a saludarme y, cuando entré en la casa, había tres coches de niños y pregunté: “¿Esto es un Círculo Infantil?”. Y una de las jóvenes de la comunidad me contestó: “Es la manera de apoyar a varias mamás que perdieron sus casas”.
*  Mayarí: venía impresionado de Nicaro cuando, al subir la lomita de la fábrica, me encontré una realidad desconocida para mí ya que, la ausencia del follaje de los árboles y enredaderas, hacía emerger lo que estaba oculto de tantas casas que presentaban el estado físico en el que habían quedado. Igual me pasó en Mayarí (incluyendo al hospital en la entrada). Cuando pregunté por los sacerdotes, me dijeron: “Remi” (el P. Remigio) salió con el martillo y unos clavos para ayudar a varias personas cuyos nombres mencionaron. Poco después, al llegar a Guaro, comentaron: “Y eso que ayer estuvo aquí el P. Oliver y con el machete limpió todo eso (señalando donde el tronco de la mata de coco había caído sobre el techo del templo). Al despedirme y seguir hacia Cueto, me dije a mí mismo: “Remi, un sacerdote indonesio; Oliver, otro sacerdote venido de Vanuatu, ambos misioneros, por tanto, la Caridad nos une, y, también, la misión nos une como comunidad eclesial y como pueblo”.
Y, ¿ahora qué?
La experiencia tenida cuando el Ike nos sirve de guía. Hay tres momentos: (a) la emergencia que es de 3 ó 4 días, (b) lo mediato, más o menos, un mes, (c) la vida, después del mes.
a)     La emergencia: ser generosos con lo que se pueda que, para nosotros, significa compartir lo que tenemos, que bien sabemos que es poco. La Arquidiócesis de Camagüey ya envió una camioneta con artículos de los que tenían almacenados para su distribución en los comedores de la Diócesis: algunas ropas, barras de dulce guayaba, pomos de agua, aceite vegetal, latas de sardinas en conserva, unas velas, unos paquetes de leche en polvo … a su vez, los talleres de varias comunidades reunieron las pijamas que tenían confeccionadas y algunas sabanas con fundas, jabones que se compraron, pomos de hipoclorito que se tenían almacenados, etc. y ya fue para Mayarí, junto con dos lámparas recargables y una planta pequeña generadora de corriente. En fin, eso fue lo que hizo el samaritano, que casi seguro valió más el gesto de bajarse del caballo y acercarse al apaleado que sacar mucha cuenta y seguir de largo, como hicieron los otros dos. El cálculo queda para después, lo primero es el gesto de compañía, apoyo, afecto, consuelo, fraternidad. Y, en cada comunidad, los que pueden hacerlo (ya que muchos de ellos están afectados) lo están haciendo.
Los de Sagua de Tánamo que tuvieron inundación de las casas solicitan jabón y detergente (y escobas de yarey, no de plástico); otros, carbón porque no tienen con qué cocinar porque no hay electricidad; muchos piden clavos, ya que con la recortería de madera de lo que se cayó se pueden remendar paredes y techos; y, por supuesto, comestibles. 
Quienes tienen niños o enfermos, necesitan velas para por la noche; los que se les mojó la ropa, agradecen una camisa, una blusa o un short. Las toallas sirven para taparse por la noche. La mayoría muestran sus colchones mojados y en mal estado. También, dos o tres, me han dicho: “Padre, se me mojó mi Virgencita” y te enseñan la estampa de la Virgen que fue entronizada hace dos años.
Más que nada, en los primeros días, lo necesario es “levantar a la persona”, hacerle descubrir que hay vida y, por lo tanto, capacidad de levantarse, de retoñar, de recuperar lo perdido, aún cuando haya sido mucho el sacrificio para alcanzarlo.
b)     Lo mediato: es apoyar para solucionar lo poco, pero a su vez, lo que le resulta necesario. En esta etapa entran algunas planchas de zinc o fibro, puntillas, quizás algún purling para un techo. Para algunas personas la necesidad es un colchón o un apoyo para alguna pieza de la casa “que voló” o “se rompió” (p.e. servicio sanitario)
A los campesinos con aperos de labranza, alguna semilla para re-sembrar lo perdido (maíz, frijol, …), 
Habrá personas que el apoyo sería monetario, ya que tienen un familiar que les ayuda a remendar el techo o una habitación, pero necesitan comprar lo que se les ofrezca, sea material o en comestible.
Habrá comunidades que diseñen un comedor transitorio para los más necesitados e, indudablemente, como algunos dicen: “necesito que me caiga algo caliente (y se refieren a un café con leche, a un caldito, a un plato de arroz con algo)
c)     La vida: es “lo de más luego”, como me dijo una señora en Tacajó, cuando me comentó que el esposo había cortado los cuatro racimos de plátanos que estaban en el patio porque las matas se habían caído. Le dije, pues ahora a comer plátano, y me contestó: “Sí, eso es ahora, pero queda lo de más luego”.
¡Qué bueno fuera que, algunos de los afectados, tuvieran el dinamismo, disposición y capacidad para generar eso que, los que saben, le llaman “empoderamiento”. Seguro estoy que, ante las reconocidas limitaciones que afrontamos, tendrán el espacio que, dentro del lógico orden del bien común, les permita salir adelante y, con ellos, sus familiares y muchos más.
¿Qué necesitamos?
Lo primero es tener calma, no apresurarse y tener capacidad para consolar. Ante todo, como Iglesia-comunidad estamos llamados a “consolar”.
En estos dos últimos años he aprendido a interpretar y profundizar dos palabras en las que antes no había reparado en su sentido. Una es “pordiosero”, y otra “consuelo”. 
Por eso, es lógico, que a esa persona que te dice, alargándote la mano: “Por Dios, necesito tal cosa …” se le diga: “por-Dios-será” (o ‘pordiosera’). Nuestros pobres no son pordioseros. No te piden nada, sino solamente, te miran, y te miran profundo. Entonces, hay que auscultar al corazón de la persona para saber discernir cuál es su sufrimiento. Muchas veces ocurre que, quienes llenan planillas, lo que hacen es “solicitar datos de necesidades”.

 Una cosa es la necesidad y otra el sufrimiento. Ese es nuestro campo y lo explicó muy bien Benedicto XVI, tanto en “Deus caritas est” como en “Caritas in Veritatis”. Una acción para cubrir solamente la necesidad puede ser interpretada como ‘limosna’. Cuando el gesto responde al sufrimiento, a la vez que cubre la necesidad, es bálsamo de misericordia que ayuda a sanar la herida del sufrimiento. ¡Esa es tarea nuestra, de la comunidad, del sacerdote, de la religiosa, del voluntario de Cáritas, del visitador de enfermos, del Ministro Extraordinario de la Eucaristía, del misionero!

 Esa es la acción que consuela. Consolar es brindar un apoyo en el que la persona se sienta fortalecida y con confianza; es ponerle suelo: con-suelo. Quien se des-consuela, es porque perdió aquello en lo que se apoyaba. En muchos pueblos, gracias a Dios, nuestras comunidades tienen capacidad de consolar porque están cerca de las personas, son discretas en sus acciones y palabras, hablan de las cosas de Dios, como dice tan bonitamente el profeta Isaías, cuando dice: “Todas las mañanas el Señor me espabila el oído para poder decir al abatido una palabra de aliento”.
Por eso, no actuar mecánicamente. Cada persona es singular y merece que como tal se le trate. Vale la pena escucharla, de tú a tú, y no comentar lo conversado y, de esa forma, dejarle que hable con el corazón más que con los labios.
Lo segundo es actuar ofreciendo el gesto oportuno. Así lo rezamos en la Misa, cuando decimos: “Inspíranos la palabra y el gesto oportuno, ante quien se siente triste o deprimido”.
Sandy cruzó el oriente cubano de sur a norte en cinco horas, pero recuperar lo perdido lleva mucho más tiempo y requiere integrar muchas fuerzas, desde las personales hasta las estatales, pasando por los grupos intermedios que integran toda sociedad civil. Ahí permanece inserta la comunidad cristiana en lo cotidiano de la vida de los hogares, de los barrios, de los pueblos y de las naciones. ¡Ese es su lugar! (cf. Jn. 17,15a.18). Así como organiza la catequesis y la evangelización, también convoca a la celebración de la fe y a la oración, y junto a ello, está al tanto para vivir las obras de misericordia en el ámbito de la sociedad: los enfermos, los presos, los peregrinos, los sedientos, los hambrientos, los desnudos, etc. 
El paso del huracán y sus tristes consecuencias lo que hace es activar, nuevamente, y aunar el gesto a favor de los más necesitados. ¡Y en eso estamos! La Pastoral Social-Cáritas de cada comunidad está al tanto de lo suyo, como algo ordinario, del día a día, ahora acuciado por lo que estamos viviendo y lo que se activa es “la organización de la caridad” con la Diócesis, las Diócesis vecinas, Cáritas Nacional y los Organismos de Ayuda Internacionales que, junto a hermanos que quieren apoyarnos están en disposición de compartir lo que pueden y necesitan, como hizo la viuda del Evangelio (Lc. 21,1-4), y siguiendo el consejo de discreción caritativa dado por Jesús “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, así tu ofrenda quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt. 6,3-4).

¿Qué esperamos?
El gesto fraterno, de cuantos quieran ayudar a tantos necesitados a través de la Iglesia y, a su vez, el espacio lógico para actuar con estas ayudas, lo cual corresponde a los distintos niveles gubernamentales. La experiencia tenida hace cuatro años nos puede servir de referencia y Cáritas Cubana sabe coordinarlo y ejecutarlo, tanto en el extranjero con el apoyo de Cáritas Internacional, como en el interior de Cuba en relación con las instancias correspondientes.
Ayer, a mediodía, cuando iba llegando a Palma Soriano, sonó el celular y cuando contesté, la voz de una señora me dijo: “Señor Obispo, perdone, pero me vi precisada en pedirle a un vecino que es amigo suyo el número de su teléfono personal y, al verme desesperada, tuvo la gentileza de dármelo porque necesito saber de mi hermana que vive en Antilla”. Le pedí los datos de la hermana y, ya en la tarde, pudieron hablar a través de un celular”. 
Si necesitan solicitar alguna información para tener un gesto caritativo, pueden escribir a:

 secretaria@obiholguin.co.cu



Notas:
1 Anexo la transcripción de las páginas 620-621 de Comentarios a la Biblia litúrgica (San Pablo. PPC. Regina. Verbo Divino (2000)
2 Comunicaron la autorización para la construcción de un templo (facilidad temporal) el 29 de septiembre de 2012.
3 Ya fue concedida la licencia de obra y se ha logrado construir la tapia perimetral que delimita el área del templo.
4 Hna. Virginia Tovar Zambudio, en Palma Soriano, lo que le ocasionó fuese trasladada a la comunidad vedruna de Aguada de Pasajeros.

Nuestro agradecimiento a Sonia Agüero por habernos hecho llegar esta desgarradora misiva de Mons. Aranguren.

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