Recuperar una tradición:
don Juan Tenorio
Ana Dolores García
A través de numerosas décadas, durante las
fechas religiosas de Todos los Santos y Fieles Difuntos, fechas de muertos,
subía a los escenarios de Madrid y del resto de España y de países de Hispanoamérica
una obra de teatro romántico, fantástico y lúgubre: Don Juan Tenorio. Tuvo un
antecedente muy anterior: “El burlador de Sevilla y Convidado de Piedra”, de
Tirso de Molina (1630), pero el Tenorio de José Zorrilla (1844) se impuso año
tras año, cruzó centurias, se arropó de ópera y se le vio a través del celuloide de
los filmes.
Llegaron los tiempos, los nuestros, en los que el mito de don Juan ya no complace
a las multitudes. Son tiempos duros en los que no se lleva arrodillarse
ante la amada para con la mano sobre el corazón llamarla “ángel de amor” y
recitarle unos versos. Ni tampoco las acciones alardosas de un espadachín
aventurero significan mucho ante la destreza de un Ninja o las argucias de un
Agente 007.
Sin embargo, hay quienes se empeñan en
recuperar la tradición y por segundo año consecutivo están presentando estos
días en la castiza y emblemática Plaza de la Latina, Campo de Cebada, Madrid,
la puesta al día de un nuevo Tenorio. El éxito ha sido total y este año, según
comentarios de la prensa, incluso se han superado en su empeño. Sin lugar a
dudas, una buena noticia para alegrar y mitigar la nostalgia por lo ido.
De la escena XII del Don Juan Tenorio de José
Zorrilla:
Pues Señor, yo desde aquí,
buscando mayor espacio
para mis hazañas, di
sobre Italia, porque allí
tiene el placer un palacio.
De la guerra y del amor
antigua y clásica tierra,
y en ella el Emperador,
con ella y con Francia en guerra,
díjeme: «¿Dónde mejor?
Donde hay soldados hay juego,
hay pendencias y amoríos».
Di, pues, sobre Italia luego,
buscando a sangre y a fuego
amores y desafíos.
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé entre hostil y amatorio
a mi puerta este cartel:
«Aquí está Don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él».
De aquellos días la historia
a relataros renuncio;
remítome a la memoria
que dejé allí, y de mi gloria
podéis juzgar por mi anuncio.
Las romanas caprichosas,
las costumbres licenciosas,
yo, gallardo y calavera,
¿Quién a cuenta redujera
mis empresas amorosas?
Salí de Roma por fin
como os podéis figurar,
con un disfraz harto ruin
y a lomos de un mal rocín,
pues me querían ahorcar.
Fui al ejército de España;
mas todos paisanos míos,
soldados y en tierra extraña,
dejé pronto sus compaña
tras cinco o seis desafíos.
Nápoles, rico vergel
de amor, de placer emporio,
vio en mi segundo cartel:
«Aquí está don Juan Tenorio
y no hay hombre para él.
Desde la princesa altiva
a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba,
y cualquier empresa abarca
si en oro o valor estriba.
Búsquenle los reñidores,
cérquenle los jugadores;
quien se precie, que le ataje,
a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores.»
Esto escribí; y en medio año
que mi presencia gozó
Nápoles, no hay lance extraño,
no hubo escándalo ni engaño
en que no me hallara yo.
Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quise me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
A esto Don Juan se arrojó,
y escrito en este papel
está cuanto consiguió,
y lo que él aquí escribió,
mantenido esta por él.
Gracias a Humberto Estrada por el envío de
estos versos del Tenorio de Zorrilla.
Comentarios
Anónimo dijo:
Hola, era una niña cuando en Cuba veía a Otto Sirgo actuando para la
televisión en el papel de Don Juan Tenorio. Han pasado muchos años, más
de medio siglo, pero son los recuerdos que tengo más ligados a mi
interés por los clásicos españoles.
Un saludo Lola.
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