1 de noviembre de 2012

RELATO DEL PASO DE SANDY POR SANTIAGO DE CUBA



Un relato del paso de Sandy 
por Santiago de Cuba

El siguiente testimonio ha sido enviado desde Santiago de Cuba por el P. Valentín Sanz, OM. Los detalles de los destrozos ocasionados por el huracán Sandy en su iglesia parroquial nos ayudan a entender la situación de desastre que viven actualmente nuestros hermanos en Santiago de Cuba. Gracias a Evaristo González por trasmitirnos este mensaje.

Hola a todos y todas:
 

Hace dos días me estoy levantando con el mismo pensamiento: he tenido una pesadilla terrible... O  quizá el deseo de que así hubiera sido. Pero basta salir de mi habitación para volver a la cruda realidad. 


El martes nos dedicamos a "prepararnos" para darle la bienvenida a Sandy, revisando puertas y ventanas, asegurando todo (¡o eso pensaba!). Se decía que llegaría a Santiago sobre la medianoche. Como a las once me "refugié" en mi habitación, la única con techo de placa (hormigón) que, pensaba -y así fue- sería "a prueba de huracán" (aunque estuve todo el tiempo esperando que se abriera, de un momento a otro, la ventana que da al patio, cosa que, gracias a Dios, no sucedió). 


A esa hora llamó Mons. Dionisio a ver cómo estaba. Pude dormir algo, como hasta la 1 de la madrugada, cuando empecé a sentir la fuerza del viento soplando fuera contra los árboles del patio, pero no veía nada, pues ya habían quitado antes la corriente eléctrica. Ya no pude dormir más... Sentí al poco rato un golpe fuerte y me asomé al pasillo: era una ventana que había sido arrancada, cayendo al pasillo.


 Así fue ya toda la noche, asomándome de vez en cuando y en una ocasión bajé hasta la cocina, pero no salí al exterior. Por suerte la linternita "de leds" tuvo carga suficiente. Como a las tres a.m. -dicen que fue lo más intenso- sentí otro golpe muy fuerte y salí al pasillo. En medio de la oscuridad, me di cuenta de que había pasado algo extraño al fondo, cerca de la biblioteca, y me dirigí allí: se habían caído dos paredes, la del pasillo y la divisoria, quedando sólo en pie las puertas de la habitación 7 y la 8, mi "laboratorio fotográfico". Los escombros me impedían caminar. 


Como estaba lloviendo con mucho viento, traté de salvar algunas cosas para que no se mojaran y llevarlas a mi habitación. A las 6 de la mañana, todavía oscuro, ya habían disminuido mucho el viento y la lluvia, y decidí salir de la habitación y recorrer las otras habitaciones. Las ventanas se habían abierto y había mucho desorden pero por la oscuridad, aunque llevaba una pequeña linterna no pude ver hasta dónde llegaba el destrozo. 


Bajé a ver cómo estaba el templo pero al llegar al patio, me extrañó ver un movimiento y algunas luces en el callejón de Capdevila. Lo podía ver porque había caído parte del muro (unos 15 metros): el patio de mi iglesia "ya no era particular". Al dirigirme hacia el templo me di cuenta de que la puerta de la casa estaba en el suelo y salí por allí a la calle. Los vecinos me señalaron que las tres puertas de enfrente del templo estaban también abiertas de par en par (la del medio -de un tamaño inmenso- estaba en el suelo, arrancada por el viento. 


Por suerte los mismos vecinos habían estado cuidando y tratando de llamarme, pero como no había teléfono y yo estaba encerrado en mi cuarto, que da al patio, no podía escucharlos. Cuando empezó a amanecer y miré hacia arriba fue cuando me "traumaticé" al ver la claridad que delataba la ausencia de las tejas (un techo puesto "provisionalmente" hacía como diez años, de zinc). 


Luego vi con tristeza algunos de los cuadros del via-crucis (pintados al óleo, antiguos, muy valiosos), caídos y en muy mal estado, pues se habían caído y mojado. Eso fue lo que más he sentido de lo que se dañó. 


La parte del presbiterio, restaurada hace unos siete años no había sufrido nada, lo mismo que la sacristía y la capilla del sagrario. Allí fui enseguida a decirle a su presente inquilino: «¡Señor, esto es demasiado, dame fuerza!»


 Estuve todo el día solo, esperando que alguien viniera, pero sabía que todo el mundo estaba en lo mismo. Debía cuidar al mismo tiempo la casa y el templo, al mismo tiempo que recogía algunas cosas y las guardaba en la sacristía. Pude arreglar los cerrojos de las puertas delanteras derecha e izquierda, que el viento había roto al abrirlas, por lo tanto ya se podrían cerrar más tarde. 


Por la tarde aparecieron ¡dos mujeres y un adolescente! que me ayudaron a recoger los "zines" que habían caído en el patio (para que no se los robaran) y también -con la ayuda de unos transeúntes- arrimar una mampara pesada a la puerta central y colocar la puerta caída de la casa, de forma horizontal, calzada con algunos muebles. Así pude dormir esa noche con cierta tranquilidad (la noche anterior no había dormido nada). Estaba agotado.

Ayer viernes me levanté a las 6 am y llegó Luis Ángel, el administrador, diciéndome que el ciclón le había afectado parte de su casa y por eso no había podido venir el día anterior. Luego supe que la cocinera, que tampoco ha venido hasta ahora, también tuvo problemas... ¿Quién no? Yo debía salir en el carro a buscar la leche (como todos los viernes) pero la puerta del garaje -de planchas de hierro y angulares- estaba doblada abajo y no podía abrir más que un poco. La desmontamos completa y pude sacar el carro. Luego vino un herrero y la enderezó a mandarriazos para poder colocarla de nuevo. Para ir y mucho más regresar, tuve que dar muchas vueltas pues las calles estaban casi todas interrumpidas por postes, árboles caídos, escombros, etc. Un viaje de unos 10 minutos me tomó casi dos horas.

En ese trayecto pude darme cuenta del desastre general: mucha gente vagando por las calles, fuera de su casa lamentándose. Lo primero que se me ocurrió fue pensar que no había sido en realidad un huracán sino un verdadero terremoto lo que había ocurrido. Era el caos total... Yo no estaba tan mal. El refrán conocido "mal de muchos.." había que cambiarlo: "Mal de todos, consuelo de muchos". O mejor, solidaridad de muchos. Mucho sufrimiento, pero también mucha ayuda mutua. "Los pobres nos evangelizan". Y nos avergüenzan.

Por la tarde estuvo Mons. Dionisio a visitarme. Le di un recorrido por el templo y la casa. Me pidió que hiciera un informe detallado con fotos (ya las había hecho el día anterior; les mandaré algunas) con vista a alguna ayuda posible.

Hoy sábado ya han aparecido algunas personas de la comunidad y jóvenes para ver si podíamos arreglar algo para poder celebrar la Misa de mañana domingo. Arrimamos algunos bancos alrededor del altar, la parte donde el techo no fue afectado, los sacudimos un poco y los otros los pusimos "donde no se mojen", en caso de lluvia (gracias a Dios hoy ha cesado).

Tendremos presente a todo el pueblo de Santiago de Cuba, pues nadie ha quedado sin sufrir las consecuencias de la visita de Sandy; algunos pocos, pero la mayoría daños muy serios (incluso se habla de 9 fallecidos) en sus hogares, por no hablar de las instituciones o locales, escuelas, hospitales, etc. (ayer me dijo alguien que la torre de control del aeropuerto no la habían encontrado).

La gente repite con esa sabiduría popular la frase: "bueno, estamos vivos" (muchos añaden "gracias a Dios").

Les pido un recuerdo en sus oraciones por este pueblo y esta ciudad...
Un abrazo,

Valentín

Nota : He tenido que ir a casa de un vecino que tiene teléfono  para conectarme. Espero que la batería me dé para terminar de enviar y recibir los emails.

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