1 de noviembre de 2012

LA PELOTA DE GOMA



La pelota de goma

Elsa M. Rodríguez
 
-“Si al menos Alina estuviese aquí”- Gloria estaba sentada en el último peldaño de la altísima escalera que conducía al salón de conferencias donde la directiva de una clínica del barrio se reunía, como todos los meses.

Había ido con su madre porque no podía quedarse sola en casa, y su madre a la vez, iba para acompañar a su amiga Blanca que le había pedido por favor que así lo hiciera. Solo que Blanca era la madre de Alina, y ésta se había quedado en casa con su papá.

Estas cosas no las podía entender Gloria, que a sus siete años pensaba en cosas que más bien correspondían a adultos ocuparse de ellas. Este era el caso. Ella no había podido quedarse tranquilamente en su casa porque debía ir con su mamá, sin embargo su amiguita Alina, si se quedaba en casita. “No es justo, yo quería quedarme en casa jugando con esta pelotica de goma de color rojo que me compró mi mamá, y ahora solamente puedo tirarla de escalón en escalón, para ver como salta y luego bajar a ir a buscarla, subir nuevamente para tirarla de nuevo y así seguir este juego tan tonto”.

La reunión estaba en su punto más álgido, Gloria no entendía nada de lo que hablaban, solamente sabía que era de noche, la luz amarillenta que llegaba desde la calle le decía que era hora de que ella se fuese a dormir.

Siguió tirando la pelotita, hasta que una de las veces, el salto fue más alto y la pelota se fue directamente a la calle, por donde pasaban automóviles y tranvías.

Gloria no recuerda que fue lo que sucedió después, solo que no vio más nunca esa pelotita y que cada vez que ve una luz tenue y mortecina que viene desde la calle, siente deseos de llorar.

Elsa M. Rodríguez,
Hialeah FL

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