26 de mayo de 2012

21 SEGUNDOS DE ULTRAJE Y 90 MINUTOS DE FÚLBOL



21 segundos de ultraje
y 90 minutos de fútbol

Francisco Martínez

MADRID- No había ambiente prebélico en los alrededores del Vicente Calderón antes del comienzo de la final de Copa entre el Barcelona y el Athletic Club. Más bien todo lo contrario: las aficiones estaban hermanadas, juntas, mezcladas, justo un ejemplo de lo que tiene que ser la fiesta del fútbol español, la final de la Copa del Rey que se jugó ayer; justó lo que sucedió también después de que el árbitro pitara el comienzo del partido; y justo todo lo contrario de lo que sucedió unos instantes antes, mientras sonaba el Himno Nacional.

Pero, ¿hubo himno en el Vicente Calderón? La pregunta puede parecer estúpida, pero no lo es en absoluto. El himno sonó, pero no se escuchó. Por encima de él sonaban los pitos de la mayor parte de la afición de ambos equipos. Estaba previsto que durara 27 segundos, la versión corta, porque así lo dice la ley cuando no está el Rey –ayer acudió el Príncipe Felipe, que pasó un mal rato en el palco–, pero no llegó ni a ellos. Se quedó en 21 y fueron una eternidad para todas las personalidades que se citaron en el palco.

De poco sirvieron las medidas tomadas, los enormes altavoces que hacían temer por los oídos de los de la primera fila, los 100.000 vatios de potencia quedaron ahogados entre la protesta. Tampoco sirvió que la Policía requisara algunos pitos en la puerta del estadio. Se colaron muchos otros, muchos más de los que se quedaron fueran, y quien no pitaba mostraba su disconformidad con la boca. «No soy muy partidario de que se silbe», dijo en la previa Pep Guardiola, catalanista reconocido, pero persona educada. Los aficionados culés que tanto le idolatran no le siguieron en este apartado. El escenario de ayer era un campo de fútbol y en él se juega al fútbol y se deben respetar los himnos. No era el lugar. No era el Congreso o incluso la calle. Tampoco dieron ejemplo los políticos «calentando» el partido y «animando» a muchos de los indecisos a que silbaran, a que se unieran a la muchedumbre anónima que provocó que el himno fuera imposible de escuchar.

Porque daba la impresión de que algunos aficionados se tomaron la pitada como si fuera un simple juego. En las calles, los gritos de ánimo para ambos equipos mandaban. El himno era un tema que no existía. Apenas se vio en una pancarta: «Himnos y banderas, todos menos los excluyentes». Los leones y las camisetas con los nombres de Iniesta o Messi ganaban por mayoría a los peluches de elefantes que más de uno se llevo al estadio. La canción de «un elefante se balanceaba…» también se oía, mofa contra el Rey y su viaje a Botswana, pero mucho menos que el «Campeones, campeones» y clásicos como ese. Incluso a la entrada del estadio había una pequeña bandera de España colgada en una grada.

Entre los aficionados del Barça primaba la catalana y la estelada, por encima incluso de la azulgrana. La primera protesta llegó cuando el «speaker» dio la bienvenida a «la final de la Copa del Rey». Las actuaciones musicales dieron un breve descanso hasta el momento de la polémica. Lo primero que se gritó, una gran mayoría otra vez, fue en catalán «inde, independencia», mientras los jugadores saltaban al césped. Después llegaron los insultos a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, justo cuando se colocaban en fila. Y sonó el himno, acompañados de personas que daban la espalda al césped, de dedos corazón al aire y de algunos resignados, que también los hubo, que se mantenían en silencio.

En Mestalla, en 2009, en el mismo partido y con los mismos rivales, el himno duró 52 segundos y la pitada fue estrepitosa. La superaron los 21 segundos de ayer. Después comenzó el encuentro, el espectáculo futbolístico, que era de lo que se trataba, el disfrute de los seguidores del Barcelona, que en 25 minutos ya se metían el título en el bolsillo. Amagaron con aparecer los gritos de «independencia» y los insultos contra Esperanza Aguirre, pero los controles de Iniesta, la clase de Xavi y los goles podían más. También el «campeones, campeones» de los aficionados culés tras sumar en la «era Guardiola» su decimocuarto título de 19 posibles. Sí sonó y fue secundada la «canción del elefante» (llegó al cuarto elefante) mientras los seguidores del Athletic Club se venían abajo. Veían cómo se repetía la historia de 1977, año en el que perdieron la final de la Copa de la UEFA y la final de la Copa del Rey.

En la de ayer, antes de los noventa minutos de fútbol, hubo 21 segundos para la infamia. La pitada fue tan protagonista como el juego.
larazon.es

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