20 de abril de 2011

.
Testigo del sacrificio


Tomás Fernández-Travieso

El sol se ponía cuando salimos del juicio.  Luis Fernández Caubí fue el único abogado que se atrevió a defendernos.  El juicio demoró sólo 20 minutos, lo interrumpió varias veces el ruido de los tanques de guerra que salían de La Cabaña hacia Playa Girón: era el 17 de abril de 1961.

Cuando iban a fusilar, dejaban solamente en capilla a los condenados a muerte. El único que sabíamos que ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A su compañero de causa, Efrén Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo habíamos dejado en la galera y cuando vino a despedirse, muy apenado, dijo: "Miren, perdonen que les pida esto, pero seguro que ustedes no regresan.  Salúdenme a Carlitos allá".  No pudo seguir hablando.  Nos abrazó llorando. 

Esposados cruzamos el puente levadizo.  Abajo, en el foso, un palo solitario se alzaba delante de unos sacos de arena.  Virgilio Campanería Angel y yo íbamos esposados juntos.  Alberto Tapia Ruano venía solo.

Al llegar a la prisión, desde el patio al otro lado del rastrillo, muchos compañeros nos saludaron en silencio.  Nos pasaron a través de una galera donde dormían los guardias, hasta llegar a la capilla (galera interior dividida en cuatro celdas).

Continuamos caminando por un largo pasillo.  Cuatro guardias nos escoltaban.  Atravesamos tres rejas con gruesos candados.  Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la voz de Efrén, fuerte y decidia, nos saludó: "Parece que me quieren tronar (fusilar) también.  Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además, Carlitos estaba muy solo y no podía abandonarlo", agregó riendo Efrén.  Compartimos la información que teníamos del desembarco por Playa Girón que apoyaría el movimiento clandestino, Efrén y Carlitos eran de Rescate Revolucionario; Virgilio, Alberto y yo del Directorio Revolucionario Estudiantil. Nos metieron en una celda iluminada por una lámpara de luz fría con dos literas sin colchón y un hueco en el piso servía de inodoro.

Al poco rato trajeron a Lázaro Reyes Benítez y a Filiberto Rodríguez Ravelo, ambos de Guines. Filiberto se había ganado el apoyo de "el marciano" ya que desde que llegó a La Cabaña insistía en que él era un extraterrestrey que estaba en contacto permanente con los marcianos.

Después llegó José Calderín, quien junto a Lázaro y a Filiberto fueron a otra celda. Por último, Carlos Calvo Martínez, al igual que Virgilio y Tapita, tenía 21 años.  Lo acusaron de poner la bomba de El Encanto. Lo metieron en nuestra celda.

Un guardia trajo las centencias.  A mí me conmutaron la pena de muerte por 30 años de prisión "porque esta gente no va a fusilar a un menor de edad", me explicaron todos.  Ya no pude seguir compartiendo los cantos y los chistes de los demás.  Me convertí en el depositario de sus recuerdos, el enlace con la vida.  Yo sería testigo de su sacrificio.

Pasaron horas.  No sé, ahí no existe el tiempo.  Rezamos el rosario.

Por fin las tres cerraduras crujieron y pasos de botas resonaron en la capilla. El sargento Moreno llamó el primer nombre: "Carlos Rodriguez Cabo", "Presente", gritó con voz firme. Dos guardias con fusiles lo escoltaron hasta la puerta de nuestra celda.  Noa abrazamos a través de los barrotes.  Me encomendó a su hija, le dejaba su sortija y dijo: "Animo, que tengas suerte".

Al rato el sonido de los fusiles FAL, llenó la capilla, seguido de un tiro de pistola.  "El sargento Moreno es el que da los tiros de gracia", me habían dicho.

Las tres cerraduras se abriron otra vez, ahora para Efrén. Respondió "Presente".  Me abrazó  entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa.  Los FAL sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia.

El tercero fue Virgilio.  Me dijo "Tommy, voy a gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio, que les va a traquetear los c...".  Alberto (Tapita) me abrazó: "Ojalá que yo vaya después ".  Abrazados escuchamos a Virgilio cumpliendo su promesa, sonaron los FAL y después tres gritos de gracia.

 "Alberto Tapia Moreno ", llamó Moreno. "La Vigencita me oyó", dijo Tapita con alegría. Salió rápido. 

Quedamos Carlos Calvo y yo en la celda. "¿Crees que Tapita contó los tiros de gracia de Virgilio?. Fueron tres. De todas maneras él lo va a ver en el suelo, no hay tiempo de quitar los cuerpos entre uno y otro", dijo.

El cuarto fue Filiberto, quien me confesó: "Ya ni los marcianos pueden salvarme del trueno (paredón)". Salió cantando el Himno Nacional.  Le dieron dos tiros de gracia.

"Lázaro Reyes Benítez","Presente". Me abrazó y salió.  "José Calderín", "Presente". El penúltimo abrazó y salió.

Carlitos Calvo fue el último.  Antes de que abrieran las rejas, me pidió: "Cuenta mis tiros de gracia y me lo dices allá arriba:.

Fueron ocho en La Cabaña, hace 50 años.

Publicado en El Nuevo Herald
Remitido por María del Carmen Expósito 

No hay comentarios:

Publicar un comentario