Cayetana de Silva,
la otra Duquesa de Alba
María del Pilar Teresa
Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba, fue una de las
mujeres más atrayentes del Madrid de la Ilustración, y la segunda mujer de la
Casa de Alba en ostentar el ducado por derecho propio.
Su belleza ha sido
cantada por poetas y músicos, de ella decían que era tan bella que cuando
paseaba por la calle todo el mundo la miraba desde las ventanas y hasta los
niños dejaban sus juegos para contemplarla. La duquesa tenía un fuerte
temperamento y era conocida en los suburbios de Madrid por disfrazarse de maja
y participar en las fiestas populares. Protectora de actrices, poetas, pintores
y toreros, llegaba a disputarse los favores de los bellos jóvenes con otras
cortesanas, incluso con la propia reina. A su muerte circularon rumores que
había sido envenenada por María Luisa de Parma.
Nació el 10 de junio de 1762 en Madrid, cuando sus padres
ya creían que su matrimonio era estéril y desde pequeña fue frágil, delicada y
enfermiza, aunque en su juventud y en su vida adulta compensaría esta condición
con un entusiasmo por la vida poco común y un gran encanto personal. Nació en el
seno de una familia de rancio abolengo español, entre una de las pocas familias
de Grandes de España y de las pocas elegidas por los reyes españoles para su
círculo personal.
Adinerados y con un gran patrimonio, los Alba lo tenían todo,
sobre todo una gran posición social en la corte de los Borbones. Su madre se
ocupó de su educación intelectual que con el tiempo harían que la duquesa de
Alba fuera dueña de una exquisita preparación cultural. Cuando murió su padre
don Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo, su madre María del Pilar
Ana de Silva Bazán y Sarmiento se volvió a casar con Joaquín Pignatelli de
Aragón y Moncayo, conde de Fuentes.
Su abuelo la casó
a los doce años de edad con su primo José
María Álvarez de Toledo y Gonzaga, XV duque de Medina-Sidonia,
que era un joven distinguido, cultivado, melómano y muy bien vinculado con la
realeza por su amistad con don Gabriel, el más querido de los hijos del rey
Carlos III de España. El matrimonio se convirtió en el más poderoso, acaudalado
y titulado del reino, en constante competencia con los duques de Osuna.
Si algo
está comprobado fue que ese matrimonio no fue dichoso. Cayetana era impetuosa,
enérgica, vital e impulsiva mientras su esposo era un melancólico al que sólo
parecía interesarle la música. La duquesa no pudo tener hijos legítimos con el
duque de Alba por lo que ambos adoptaron una niña de ascendencia africana, María de la Luz. Pero
a Cayetana la vida de esposa fiel y casera no era para ella, necesitaba
disfrutar de la vida y de su posición.
De muy joven, Cayetana rivalizó en
la Corte con María
Luisa de Parma, cuando aún era la esposa del príncipe
heredero, el futuro
Carlos IV. La enemistad entre ellas se atribuye a su lucha
por acaparar la atención de Manuel Godoy, que ascendió como político con la
protección de la reina pero que también tuvo presuntas relaciones con la
duquesa, que era ya viuda. Y se dice que compartió amante con la reina en la
persona de Juan Pignatelli, joven libertino próximo al círculo palaciego que se
entretenía haciendo juegos peligrosos en una Corte cada vez más podrida, a la
que acudían ricos aristócratas desocupados buscando placeres mundanos entre
intrigas.
El odio entre Cayetana y la que luego sería Reina de España fue a
más. Retándose ambas en caprichos, travesuras y perversidades cortesanas. Se
cuenta que la duquesa y la reina competían por sorprender en atuendo y lujos
para lo que importaban vestidos exclusivos de París. En una ocasión, la duquesa
plagió un diseño pensado para la reina y vistió con la misma ropa a sus criadas
con el único propósito de ridiculizarla. Extravagante y provocadora pero
también divertida y cercana al populacho, la duquesa de Alba se ganó la
admiración del propio rey.
La Duquesa y Goya
En 1795 surge por primera vez en la trayectoria goyesca
el nombre de la duquesa de Alba, que tanta importancia habría de tener para la
carrera del pintor. Se ha fantaseado en demasía sobre las relaciones del pintor
y la duquesa, no siempre sobre hechos constatables sino por el mero deseo de novelar
la vida de ambos personajes. Goya pudo estar enamorado de ella durante un
tiempo (ciertos indicios permiten afirmarlo), pero de ello es,
por lo menos aventurado, dar el paso de asegurar que hubo una relación amorosa
entre ambos.
A la vista de los datos objetivos que es posible manejar, nada indica que la joven noble correspondiera al ya maduro pintor. Se conservan
de su mano dos magistrales retratos de la duquesa de Alba, el que la presenta
vestida de blanco con cinturón rojo (1795) y el que la muestra de negro (1797)
con dos anillos en la mano: en uno de ellos se lee claramente el nombre de Alba
y el de Goya en el otro. En este retrato aparecen además, como trazadas en la
arena del suelo, "solo Goya", aunque la palabra "solo" fue
recubierta de pintura por el propio artista.
Por otra parte, en uno de los
grabados de los Caprichos, titulado "Sueño de la mentira y la inconstancia", se ve a la duquesa con doble rostro y
alas de mariposa. El origen de tales aguafuertes se halla en el álbum de
dibujos que realizó Goya en Sanlúcar de Barrameda (1796), donde estuvo
visitando a la duquesa de Alba. Pintó también algunos cuadros de gabinete con
escenas de su vida cotidiana como La Duquesa de Alba y la Beata, donde ésta aparece de espalda en
flagrante travesura sorprendiendo a una anciana ama de compañía de nombre
Rafaela Luisa Velázquez y a quien familiarmente llamaban la Beata
por responder con rezos exagerados a todo lo que le escandalizaba.
Cayetana murió el
23 de julio de 1802 a los cuarenta años. Dicen que de unas fiebres, aunque se llegó
a especular que fuera envenenada por encargo de la reina María Luisa de Parma,
quien habría urdido su muerte junto a su amante Manuel Godoy. De hecho, el rey
Carlos IV encargó al propio Godoy una investigación que, como cabía esperar,
terminó archivada.
En el año 1945 se exhumaron y estudiaron los restos de la
duquesa de Alba para confirmar o descartar la leyenda del envenenamiento por
orden de María Luisa de Parma. Se practicó una auténtica autopsia con valor legal.
La muerte se debió a una
meningoencefalitis de origen tuberculoso, lo que descartaba el
presunto crimen.
Descubrieron también que habían seccionado ambos pies a la altura
de los tobillos faltando el pie izquierdo. Se cree que al ser colocada en el ataúd,
su altura impedía la correcta postura y tuvieron que serrarle los pies para que
cupiese en el féretro. Más importantes son las anomalías óseas. La columna
vertebral presenta convexidades. Provocan la inclinación de la pelvis en el
lado derecho. El resultado de estas anomalías significa que la duquesa no pudo
adoptar la posición de las famosas pinturas de Goya de las majas. Esto, unido a
la cara distinta a la de Cayetana, indica que la modelo pudo ser la protegida de
Godoy.
Muerta la duquesa, Godoy llevó a cabo la expropiación de
varias de sus propiedades, cuadros y joyas. Un gran número de sus famosos
cuadros pasaron a sus manos, como la Venus del espejo de Velázquez y La educación de Cupido
de Correggio, y el Palacio de Buenavista dejó de ser residencia de los Alba.
Varias de estas obras, incluyendo las dos “majas”, fueron incautadas a Godoy en 1808, y en 1901
pasaron al Museo del Prado.
El testamento de Cayetana, desaparecido, instituía como herederos universales a sus
criados y a su niña adoptada, María de la Luz. Sin embargo, finalmente, toda su
fortuna y títulos recayeron en la Casa de Berwick.
Fuentes:
http://mujeresdeleyenda.blogspot.com
http:www.ordenbonaria.com
Ilustraciones:
La
duquesa de Alba, Goya. Colección Duque de Alba, Palacio de Liria, Madrid.
La
Duquesa de Alba y la beata, Goya. Museo del Prado
La
Duquesa de Alba vestida de negro, Goya. Museo del Prado
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