No olvides, Señor,
en el amanecer de cada día pronunciar mi
nombre,
enviarme, como si fuera la primera vez,
a sembrar ilusiones en los senderos
espinosos,
a llevar esperanza, donde gime el hombre
perdido.
No me olvides Señor,
y, si no te escucho,
manda el aliento de tu Santo Espíritu
para que ajustándome con el salario
divino,
sea feliz haciendo lo que hago
y nunca me canse de trabajar con el arado
de mis manos
la divina hacienda o tierra que me
confías.
No me olvides. Señor,
empújame con el auxilio de tu Gracia.
Sorpréndeme con nuevos proyectos e
ilusiones.
Levántame cuando, entre las cepas de tu
viña,
vea que no producen o verdean el fruto
deseado.
No me olvides, Señor,
y si no acierto a la hora de podar tu
viña, perdóname,
y si exijo algo que no es mío, corrígeme,
y si las tormentas se desatan, dame un
poco de calma.
Que, hoy más que nunca, quiero ir a tu
viña.
Porque, entre otras cosas, trabajar para
Ti y contigo
es el mejor salario que jamás haya
recibido.
Javier Leoz,
www.betania.es
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