18 de septiembre de 2011

REFLEXIÓN

No olvides, Señor,
en el amanecer de cada día pronunciar mi nombre,
enviarme, como si fuera la primera vez,
a sembrar ilusiones en los senderos espinosos,
a llevar esperanza, donde gime el hombre perdido.

No me olvides Señor,
y, si no te escucho,
manda el aliento de tu Santo Espíritu
para que ajustándome con el salario divino,
sea feliz haciendo lo que hago
y nunca me canse de trabajar con el arado de mis manos
la divina hacienda o tierra que me confías.

No me olvides. Señor,
empújame con el auxilio de tu Gracia.
Sorpréndeme con nuevos proyectos e ilusiones.
Levántame cuando, entre las cepas de tu viña,
vea que no producen o verdean el fruto deseado.

No me olvides, Señor,
y si no acierto a la hora de podar tu viña, perdóname,
y si exijo algo que no es mío, corrígeme,
y si las tormentas se desatan, dame un poco de calma.
Que, hoy más que nunca, quiero ir a tu viña.
Porque, entre otras cosas, trabajar para Ti y contigo
es el mejor salario que jamás haya recibido.

Javier Leoz,
www.betania.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario