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Rembrant y el Hijo Pródigo
Marlene María Pérez Mateo
Si existiera una votación o algún tipo de sondeo de opinión relacionado con
los pasajes bíblicos mas bellos (puede haya existido) sin lugar a dudas las
parábolas y dentro de ellas “El hijo pródigo” ocuparía los primeros lugares o
el primer lugar de preferencia.
El significado del mencionado
episodio es fuente atrayente para entendidos y profanos. No dejar indiferentes
ante el relato es de por si un logro. Cuanto se dice de el es en algo o en
mucho bueno.
Una de las tantas referencias a
la narración de esta relación paterno-filial es el cuadro de Rembrandt que bajo
el mismo titulo de la parábola fue pintado en 1662.
Siguiendo las pinceladas, la
historia se nos muestra en todo su significado. Los dos hijos aparecen de
perfil, solo el padre da la cara de frente. El menor en posicion casi fetal,
inmadura, suplicante da la espalda. De rodillas ente el padre, vestido con harapos,
tiene descalzado el pie izquierdo en el que se deslumbran grietas, huellas de
un andar azaroso. El mayor de los hermanos contempla la escena desde el lado
derecho del cuadro, distante y soberbio. ¿Hay una diferencia entre las dos
manos del padre? ¿Se equivocaría Rembrandt? No parece ser esta la razón. La
mano izquierda es fuerte y ligeramente mas grande. La mano derecha es mas suave
y acariciante, también algo menor. En la posición de las manos esta el núcleo
de la pintura. El espacio entre las tres figuras, ocupa el lugar central y vacío.
Fuera del reconocimiento al
pintor holandés como parte del barroco europeo, corriente pictórica en la que
se enmarca esta obra, el cuadro en si mismo es un códice. Su lectura lleva a
varios niveles de interpretación. Durante mas de 300 años la obra sigue
hablando por si misma.
Marlene María Pérez Mateo
Septiembre 2011
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