3 de septiembre de 2011

BUSCANDO AL PRINCIPE DEL PUNTO CUBANO

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Buscando el Príncipe del Punto Cubano


Marlene María Pérez Mateo

Un campesino ya octogenario me comentó una vez, hace de ello ya varios años, de la existencia de una historia versificada, muy popular según su opinión, en los años 30 del siglo XX. Me recitó algunas de sus estrofas y rememoró sintéticamente la historia  de la trama.

                                     “Oh maldita sociedad
                                      con tu putrefacto nombre
                                      como maltratas al hombre
                                      que vive en la soledad”

 Era uno de los fragmentos versados que aún recuerdo. Me contó el anciano de su emisión radial y reconocida difusión. Era una historia de amor y sus protagonistas: Camilo y Estrellita. Ambos sencillos jóvenes enamorados en la campiña cubana. Ante las oposiciones a su amor, ella llega a La Habana escapando de su drama sentimental y se emplea como doméstica en una mansión capitalina. Él, por tristes azares del destino queda ciego y se reencuentra con su amada, a la cual no reconoce. A ello sigue la curación de enfermo y la reconciliación de la pareja; y, por parte de sus antiguos detractores, la aceptación de su amor. En otras palabras: final feliz. El anciano narrador confiaba poder tener un amplio dominio de su memoria al recitar una tras otra las estrofas del referido melodrama, sólo le aquejaba no poder tener mucho tiempo para hacerlo.

No hace ni un mes, un compañero de generación de mi antiguo amigo (tiene 100 años de edad), trajo a mi animada conversación con él, la historia de Camilo y Estrellita. Esta halagüeña doble coincidencia animó mi empeño de saber un poco más sobre la savia que nutre a esta generación venerable de abuelos. Nació así  este artículo.

 Cipriano Isidrón Torres (Chanito Isidrón) nació en Calabazar de Sagua en 1903. Desde la temprana edad de 8 años improvisaba décimas campesinas, es decir, era un repentista nato. Tomó en su juventud el calificativo de “El elegante poeta de La Villas”. Andaba guitarra en mano participando de guateques y fiestas, dando lo mejor de su versatilidad y ganándose el pan de cada día. En 1936, en Radio Santa Clara, -luego llamada “Cadena Azul”-, se presentó al Concurso “Buscando el Príncipe del Punto Cubano”. Ganó la competencia y con ello el derecho a difundir por medio de las ondas radiales su quehacer poético. Así nace la idea de una radionovela en versos. Increíble pero cierto pensar que un “Culebrón” se pudiera hacer versificado.

La experiencia cubana de la radio-novela, madre de la hoy telenovela (plato fuerte de las emisoras televisivas), tuvo su embrión a finales del siglo XIX en La Habana. Una librería en la ya citada ciudad, con la venia de varias casas editoriales, dio marcha a una idea que yo llamaría “casi única”. Publicaban y entregaban a domicilio de manera gratuita el primer capítulo de clásicos de la literatura nacional y universal. Su objetivo eran las amas de casa de cualquier clase social. Ello fue un gancho comercial que todavía 200 años después sigue teniendo efecto. La intriga de: -¿Cómo continuará?, llevaba a la compra de la obra, es decir, el libro; luego al intercambio entre el medio social donde la iniciativa de promoción había tenido lugar. Con ello el entusiasmo a adquirir otros volúmenes del mismo autor o del mismo género. De esta manera se ponía en marcha un ciclo, y luego otro sucesivamente. Por esa época surge la radio en Cuba y unas décadas después Félix B. Caignet (dedicaré otra referencia aparte su obra) retoma la iniciativa y la lleva a su novela “El derecho de nacer” que rompió toda expectativa de lo bueno y aún sigue rodando por el mundo.

Chanito Isidrón no se quedó atrás en este sentido y escribió bajo el título ”Amores Montaraces” -en 1938-  una radionovela compuesta por 123 décimas, lógicamente 1230 versos. Primera en su tipo.

                             ”Un campo maravilloso,
                             lindo sol que  reverbera,
                             sublime brisa campera,
                             cielo azul y suelo hermoso.
                             Un valle verde gracioso,
                             una montana intrincada,
                             una límpida cañada
                             y una espléndida vivienda,
                             todo esto es la gran hacienda
                             de Don Patricio Moncada.  

 Es el inicio de la obra donde, en la finca del tal Moncada, Camilo y Estrellita viven su amor, su agonía y en fin su vida. El idilio de los jóvenes enamoró a la nación cubana. Luego llegó a Venezuela y Latinoamérica. A esta creación siguieron Aurora y Magdalena (1939), Abnegación (1941) y Diario de una Huérfana (1943).

Isidrón murió en 1987. Fue un hombre sencillo de su pueblo. Apegado a sus raíces de las cuales nutrió su obra y su vida. Con simples términos, Isidrón transparentó  frescura y naturalidad. No recuerdo referencia alguna a su persona en los medios oficiales. Supe de su creación en la boca de los guajiros que de él me hablaron, en la gente para las que trabajó ensalzando mucho de lo bueno y bello que envolvió su mundo.

Marlene María Pérez Mateo
Fecha: Agosto 2011


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COMENTARIOS

Carolina dijo...
Magnífico comentario sobre un improvisador de décimas muy poco recordado y hasta desconocido por muchos cubanos. “Chanito” no sólo escribió radionovelas en verso, sino que también improvisó chistosas décimas, bien picarescas. Entre las muchas de su creación, dispersas en revistas y relatos anecdóticos, valga ésta de ejemplo. Un humorista criollo que, además, nos regalaba en verso sus ocurrencias

Vi en La Habana a una criatura
flaquita, que por relleno
se colocaba en el seno
dos chirimoyas maduras.
Luego allá en Monte y Figuras
fuimos a un baile de son
y en el primer apretón
que hube de darle bailando
los dos salimos regando
champola por el salón.



1 comentario:

  1. Anónimo9/03/2011

    Magnífico comentario sobre un improvisador de décimas muy poco recordado y hasta desconocido por muchos cubanos. “Chanito” no sólo escribió radionovelas en verso, sino que también improvisó chistosas décimas, bien picarescas. Entre las muchas de su creación, dispersas en revistas y relatos anecdóticos, valga ésta de ejemplo. Un humorista criollo que, además, nos regalaba en verso sus ocurrencias

    Vi en La Habana a una criatura
    flaquita, que por relleno
    se colocaba en el seno
    dos chirimoyas maduras.
    Luego allá en Monte y Figuras
    fuimos a un baile de son
    y en el primer apretón
    que hube de darle bailando
    los dos salimos regando
    champola por el salón.

    Carolina

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