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Isabel García/ Reino
Unido
Catorce años después de la muerte de Diana y con la boda
de su hijo aún en la retina, Londres continúa siendo un lugar de peregrinación
para propios, extraños y... morbosos. La ruta incluye la última copa que probó,
expuesta en “Harrods”, o su restaurante italiano favorito.
No nació en Londres. Ni murió. Pero no hizo falta. Catorce años después de que Diana Frances Spencer falleciera, la capital británica sigue siendo lugar de peregrinación para curiosos, morbosos y/o adeptos a la primera princesa del pueblo, más aún tras la boda de su hijo hace apenas unos meses, que ha vuelto a poner el foco en la Casa Real.
Comienza la ruta.
Imposible que el señor Henry Charles Harrods imaginara que, algún día, su modesta tienda de ultramarinos (inaugurada en 1849) custodiaría la efigie de la que estaba llamada a convertirse en reina de Inglaterra: Lady Di. La de ella y la de su novio, Dodi Al Fayed, hijo del que fuera dueño hasta el año pasado de Harrods, los famosos almacenes del exclusivo barrio de Knightsbridge. Juntos reciben a todo el que entra en plan dioses del Olimpo (con gusto cuestionable... o más bien incuestionable). Llama la atención el pájaro muerto que pisa Dodi, así como la leyenda del pedestal, «Víctimas inocentes», por aquello de que el patriarca nunca creyó en la muerte accidental.
El homenaje a Diana y su fiancé continúa
en el sótano de Harrods, donde se levanta el Memorial. Componentes: dos fotos
de los protagonistas, cuatro cirios encendidos y flores. Hasta ahí, podría
resultar hasta normal. Pero hay más: la última copa que usó Diana (con restos
de pintalabios y todo) en la suite Imperial del Ritz, donde se alojó la pareja
en París y el anillo de compromiso que el egipcio le regaló días antes del
accidente. Y alrededor, todo tipo de referencias egipcias, como se estila en
los almacenes. Huelga decir que la acumulación de turistas y morbosos no
cesa. Eso sí, tanta parafernalia no debió gustarle a la reina Isabel, que mandó
quitar el emblema de «proveedor oficial de la Casa Real».
La morada de Lady Di
En breve serán los duques de Cambridge (es decir, William y Kate) quienes vivan («temporalmente», según han remarcado) en el Palacio de Kensington. Pero el exclusivo enclave al este de Londres saltó a la fama (y a las guías... y al ranking de los rincones más visitados de la capital británica...) al convertirse en la residencia de Diana tras su divorcio del príncipe Carlos. Allí fue también donde fue bautizada la reina Victoria, en la sala de la cúpula. Hay que sumar un parque de juegos infantiles en honor a la princesa situado en los jardines, con un enorme barco pirata y un tren sensorial entre otros atractivos.
Figura en Madame Tussauds.
Uno de los museos más famosos (y más caros) de Londres es el Madame Tussauds. Y una de las figuras más emblemáticas de este descomunal refugio de cera es la de la madre de William y Harry, quienes tampoco faltan. Eso sí, aunque Diana sigue siendo uno de los reclamos del museo, otras féminas como Lady Gaga o la desaparecida Amy Winehouse le han robado protagonismo. Hasta el punto de que los responsables del Madame Tussauds decidieron subastar una réplica del vestido de boda que lució Diana, donado al museo por ella misma.
De tiendas, paseos y restaurantes
favoritos
El restaurante italiano preferido de Diana, San
Lorenzo (en Knightsbridge), no se libra de la visita de curiosos. Y eso que
los expertos en esto de la buena mesa destacan más su glamour que su calidad
gastronómica. Pero nada importa si se trata de conocer los must de la
princesa. Otros prefieren acercarse a su apartamento de soltera (Coleherne Court),
recorrer Bond Street, su coto exclusivo para ir de tiendas, o el Paseo en
Memoria de Diana, que atraviesa 11 kilómetros, cuatro parques (St
James, Green Park, Hyde Park y Kensington Gardens), tres palacios (Buckingham
Palace, St James Palace y Kensington Palace), dos mansiones (Clarence House y
Spencer House) y 90 placas. Éstas lucen una rosa de aluminio en su interior,
flor con la que se la relacionaba.
Pintando en la Historia
Cualquiera que haya pintado algo en la historia de
Reino Unido tiene hueco en la National POrtrair Gallery, la hermana pequeña
de la National Gallery, situada a escasos metros. Aunque lo de pequeña
es relativo porque alberga más de 9.000 retratos. Buena parte pertenece a la
Familia Real desde la época de Enrique VIII hasta el primer lienzo doble de los
príncipes William y Harry, los últimos en aparecer colgados. Su madre tampoco
falta. Como muestra, la imagen obra de Bryan Organ, que subió su caché a
4.000 libras por encargo tras inmortalizarla durante su compromiso con el
príncipe Carlos en 1981.
La tumba de la 'princesa del pueblo'
Aunque la tradición mandaba casarse en la abadía de
Westminster, ella se empeñó en hacerlo en la imponente catedral de San Pablo,
su favorita. Acudieron todas las casas reales menos una: la española. Al rey
Juan Carlos no le sentó muy bien que la luna de miel de los contrayentes
incluyera parada y posta en Gibraltar. Tras mucha polémica, el funeral de Diana
sí se celebró, en cambio, en la abadía, con Elton John entonando la ya mítica Candle
in the wind. La ruta de peregrinación de los fans de la princesa del
pueblo sigue en Althorp, la finca de la familia Spencer donde ella creció.
Allí, a unos 130 kilómetros de Londres y con Great Brington, de apenas
150 almas, como pueblo más cercano, se alza su tumba. Verla cuesta unos 15
euros.
La fuente de la polémica
Su elección no se libró de la polémica, ya que algunos (la Familia Real
británica) no entendían el porqué de una simple fuente circular para honrar a
la princesa. Otros (el Comité en Memoria de Lady Di, encabezado por su
amiga Rosa Monckton) la defendieron entre 10.000 proyectos por su diseño «nada
pomposo». Sea como fuere, la propia reina Isabel inauguró en 2004 la dichosa
fuente en pleno Hyde Park. Desde entonces, esta construcción (que costó
siete millones de euros) por la que circulan dos flujos de agua en sentido
opuesto (uno cadencioso y otro burbujeante como, dicen, era Diana) se ha
convertido en paso obligado para los fans de la princesa... y de los picnics.
Reproducido de www.elmundo.es
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