8 de abril de 2011

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ORGULLO NACIONAL Y AUTO ESTIMA


Por Roberto Luque Escalona  

Los cubanos, tan justamente orgullosos de sus éxitos económicos, sociales, profesionales y políticos, tan arrogantes que parecen argentinos, se sienten heridos cuando algún americano se asombra, o finge asombrarse, de que seamos blancos, o cuando otro afirma no saber dónde está Cuba.

«Vamos a ver», dijo Arsenio Rodríguez. Primero, la raza:

En 1948, el famoso director de cine John Huston filmó en Cuba la película We were strangers, cuyo tema era el fallido intento de asesinar al Presidente Machado en el cementerio de Colón durante el entierro del previamente asesinado Clemente Vázquez Bello. Para el personaje de China Valdés, una cubana, Huston eligió a Jennifer Jones. Me pregunto por qué no escogió a Dorothy Dandridge, tan bella como la Jones y además mulata.

Diez años después, John Sturges cometió un error similar en The old man and the sea, al escoger a Spencer Tracy para el papel de Santiago, el pescador de Cojímar. ¿No hubiera sido más apropiado el negro Sidney Poitier, tan buen actor? Quizás el culpable fue Hemingway, que al describir a Santiago dice que sus ojos “tenían el mismo color del mar”. Ni Poitier ni ningún otro negro tiene los ojos azules.

El 1962, otro laureado director, Carol Reed, realizó Our man in Havana. El protagonista (Alec Guinness) y casi todos los personajes eran británicos. Pero había un cubano, el capitán Segura, en el que era fácil reconocer al coronel Ventura. Harry Belafonte hubiese estado perfecto en ese papel, pero Reed prefirió a Ernie Kovacs, un comediante de la televisión de ascendencia húngara.

Por último, en 1983, Brian de Palma dirigió Scarface y para el papel de Tony Montana, el feroz marielito que llega a dominar el narcotráfico en Miami, el elegido fue Al Pacino. ¿Qué les hubiese parecido Morgan Freeman? Es tan buen actor como Pacino y, para personificar a un cubano, tiene la ventaja de ser negro.

En suma: cuatro famosos cineastas cometen el mismo error al hacer que  actores blancos personifiquen a cubanos. ¿O no fueron errores?

Dejemos el cine y vayamos a la televisión. I love Lucy era el programa más visto en los años 50’. Todo el mundo sabía quién era Dezi Arnaz, todo el mundo sabía que era cubano y que cubano era su personaje, Ricky Ricardo. ¿Hay alguien en su sano juicio que pueda pensar que Arnaz era negro? ¿Era concebible un matrimonio entre personas de distinta raza en la televisión de aquella época? Es como para pensar que el cubano Dezi Arnaz era tan blanco como la anglo Lucille Ball.

Los americanos que aparentan asombrarse ante un cubano blanco, ¿Nunca han visto a Fidel Castro? La prensa de este país lleva más de medio siglo ocupándose de él ¿No saben nada de Andy García? He’s a movie star, you know. El béisbol es el deporte nacional, y a finales de los 80’, según Mark McGwire, “Canseco era el béisbol”, y José Canseco no dejaba de recordarles a todos su condición de cubano. Aunque menos llamativo, Rafael Palmeiro era también un superstar de todos conocido. Eso, para no hablar de actividades que sólo disfrutan minorías, pero que generan mucho renombre, como el ajedrez (José Raúl Capablanca) y el ballet (Alicia Alonso), ni de los tres senadores y los cuatro congresistas cubanos o Cubanamericans.

Dejemos a los cubanos y su “negritud” y ocupémonos de la “ignorada” Cuba.

¿De modo que hay americanos que dicen no saber dónde está? ¿No saben dónde está una isla de 750 millas de largo a 90 millas de territorio americano?   

Las vidas de Teddy Roosevelt (San Juan Hill) y John Kennedy (Bahía de Cochinos, La Crisis de los Misiles), dos de los más recordados presidentes, están indisolublemente relacionadas con Cuba. Ningún escritor americano es más famoso que Hemingway. ¿Dónde vivía? En Cuba. Cuando Lucky Luciano logró, desde la cárcel, que la Mafia apoyara el desembarco en Sicilia de las tropas de Patton y Montgomery, y por ello se le excarceló y deportó. ¿Adónde fue? A La Habana.

Hoyt Wilhelm, Jim Bunning y Brooks Robinson, miembros del Salón de la Fama de Cooperstown, jugaron en Cuba, no en juegos de exhibición, sino temporadas completas. Frank Sinatra, Ava Gardner, Rita Hayworth, Marlon Brando, Errol Flynn, Nat King Cole, Joe Louis, Rocky Marciano: el flujo de celebridades americanas a nuestra capital se detuvo durante las primeras décadas del estebanato, pero se reanudó en los 90’ y medio Hollywood ha pasado por allí desde entonces.

El orgullo nacional, que casi siempre deviene en arrogancia, debería estar acompañado por una gran auto-estima, por la imposibilidad de ser ninguneados. No es ese el caso con mis siempre desconcertantes compatriotas. Aunque hay excepciones:

- South of Brooklyn- contestó Adolfo Luque cuando alguien intentó ningunearlo preguntándole dónde estaba Cuba.

Reproducido de libreonline.com

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