5 de junio de 2010


La mega piscina

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Sin inauguración oficial, la mega piscina de la Habana quedó abierta para los bañistas. Al llegar el verano a principios de junio, miles de habaneros se acercan a darse un chapuzón en ese tramo de costa de 7 kilómetros, donde un muro divide a la jungla urbana de la naturaleza.

Casi siempre son adolescentes, pero también hay adultos. Unos aprecian la cercanía del muro a sus hogares, otros la posibilidad de hacer piruetas en el aire para caer en el agua del litoral. También están los que no se bañan, pero disfrutan sentados en el muro. O los amantes que se escabullen al mediodía para besarse, mientras la brisa del noreste bate la Avenida del Golfo.

Algunos más sofisticados prefieren ir a los espacios de Miramar, como la Playita de 16 y su feroz diente de perro, que la convierte en un espacio para solearse y hacer vida social.

Los jóvenes son los principales usuarios de ese monumental espacio azul. Algunos llaman al malecón el sofá de la ciudad, porque comunica la ciudad destruida con la corriente del golfo, referencia obligada a la novela El Viejo y el Mar.

No hablaremos de pescadores submarinos y de nailon y anzuelo. En estos días, con uniforme escolar con el traje de baño, muchachas y muchachos se acercan al muro, casi siempre después del mediodía a darse el chapuzón. A los más osados no les interesa bajar. Se lanzan al agua desde alturas superiores a los cinco metros, realizando complicados ejercicios acrobáticos dignos de clavadistas profesionales.

Los cinco puntos de mayor concentración de bañistas suelen ser: La punta (al comienzo del Prado), La Rampa, la calle E (antigua Baños), la terraza del Hotel Riviera, y el Puente de la calle 16, en la desembocadura del rio Almendares.

Con más de 70 años, Tomás es la cara opuesta de la moneda. Hace sus entrenamientos temprano en el derruido Parque Martí, frente al edificio de la cancillería. Previamente desarrolla la mejor de sus manías, la perroterapia. Como a San Lázaro (Babalú ayé), la jauría lo espera cada mañana para desayunar y recibir su cuota de cariño. Cuando sube el sol, cruza la avenida y desciende por una improvisada escalera de hierro. Saluda a sus amigos y se lanza al mar. Disfruta como pocos de ese regalo de la naturaleza, la mega piscina de La Habana.

Aleaga Pesant
aleagapesant@yahoo.es
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