Ena Galán Sariol
Ena Galán fue la primera alumna matriculada en el Colegio Teresiano de Camagüey cuando éste abrió sus puertas en el año 1915 para impartir enseñanza y educación a las niñas camagüeyanas, según lo testimonia Maruca Martínez Tapia, que a sus ciento y un años evoca con precisión los recuerdos de aquellos tiempos, ya tan lejanos, en los que les tocó el privilegio de ser las pioneras de la pléyade de niñas y jóvenes camagüeyanas educadas por las Madres de la Compañía de Santa Teresa de Jesús.
Conocí a Ena cuando, aún yo recibiendo clases, la veía siempre en cuanta labor desplegaba la Asociación de las Antiguas Alumnas, en cualquier fiesta, en cualquier tómbola, en cualquier celebración. Allí siempre estaba Ena junto a Mirtila y Maruca, a Aida, y a tantas otras damas de aquel grupo, echando una mano en ayuda a las Madres.
Luego fue la obra de Saratoga, la creación de otro colegio para las jovencitas sin recursos de aquel barrio. Colegio que se construyó ladrillo a ladrillo con la ayuda del pueblo camagüeyano. Ena era de las primeras que, con su latica-alcancía en mano, salía a la calle cada año en el "Día del Ladrillo", hasta que con el esfuerzo común y el apoyo de los contribuyentes se pudo completar la obra.
El tiempo me convirtió también en antigua alumna. Más de cerca pude comprobar directamente el entusiasmo y el empeño de aquellas señoras de las que tanto teníamos que aprender y de las que necesariamente seríamos relevo.
Un aciago día no tuvimos más Colegio y todas nos convertimos en antiguas alumnas. No hubo más alumnas, ni más Madres, ni más Colegio en aquel edificio, viejo y nuevo, que guardó entre sus paredes todos los andares de nuestra niñez y nuestra adolescencia. A la desolación siguió el desparramo. Pero la fe, la esperanza y el amor que las Madres nos inculcaron quedaron con nosotras dándonos fortaleza.
Muchas tomamos el camino del exilio, cada cual cuando pudo. Otras han quedado allá y hoy dan apoyo a nuevas Madres Teresianas que han vuelto a Cuba para hablarles de Dios a los niños de ahora.
Ena llegó a Estados Unidos en 1968, ya jubilada de su trabajo como Maestra de Kindergarten, profesión que ejerció en Camagüey durante veinte años. Los comienzos de una nueva vida siempre son difíciles, y para Ena también tendrían que haberlo sido. Pero ella traía bien prendidas en su ánimo las palabras de Santa Teresa: «Quien a Dios tiene, nada le falta: sólo Dios basta».
Con su hija María Emilia y su esposo Villamañe emprendió esa nueva vida. Trabajó ocho años más en este país, en Nueva Orleans, donde se habían establecido. Allí su dinamismo volvió a entrar en acción y fue activa colaboradora del Liceo Cubano José Martí.
Desde Luisiana y alguna vez desde Nueva Jersey, me escribía a menudo. Tenía tres hermanos que trabajaban en la Campañía de Electricidad de Camagüey. Por eso sus cartas siempre las finalizaba con un cariñoso abrazo teresiano y eléctrico.
El 22 de mayo de 1983 concluyó su peregrinar de setenta y cinco años en la Tierra y marchó a la Gloria del Padre.
Ana Dolores García
Foto: Archivo personal
Conocí a Ena cuando, aún yo recibiendo clases, la veía siempre en cuanta labor desplegaba la Asociación de las Antiguas Alumnas, en cualquier fiesta, en cualquier tómbola, en cualquier celebración. Allí siempre estaba Ena junto a Mirtila y Maruca, a Aida, y a tantas otras damas de aquel grupo, echando una mano en ayuda a las Madres.
Luego fue la obra de Saratoga, la creación de otro colegio para las jovencitas sin recursos de aquel barrio. Colegio que se construyó ladrillo a ladrillo con la ayuda del pueblo camagüeyano. Ena era de las primeras que, con su latica-alcancía en mano, salía a la calle cada año en el "Día del Ladrillo", hasta que con el esfuerzo común y el apoyo de los contribuyentes se pudo completar la obra.
El tiempo me convirtió también en antigua alumna. Más de cerca pude comprobar directamente el entusiasmo y el empeño de aquellas señoras de las que tanto teníamos que aprender y de las que necesariamente seríamos relevo.
Un aciago día no tuvimos más Colegio y todas nos convertimos en antiguas alumnas. No hubo más alumnas, ni más Madres, ni más Colegio en aquel edificio, viejo y nuevo, que guardó entre sus paredes todos los andares de nuestra niñez y nuestra adolescencia. A la desolación siguió el desparramo. Pero la fe, la esperanza y el amor que las Madres nos inculcaron quedaron con nosotras dándonos fortaleza.
Muchas tomamos el camino del exilio, cada cual cuando pudo. Otras han quedado allá y hoy dan apoyo a nuevas Madres Teresianas que han vuelto a Cuba para hablarles de Dios a los niños de ahora.
Ena llegó a Estados Unidos en 1968, ya jubilada de su trabajo como Maestra de Kindergarten, profesión que ejerció en Camagüey durante veinte años. Los comienzos de una nueva vida siempre son difíciles, y para Ena también tendrían que haberlo sido. Pero ella traía bien prendidas en su ánimo las palabras de Santa Teresa: «Quien a Dios tiene, nada le falta: sólo Dios basta».
Con su hija María Emilia y su esposo Villamañe emprendió esa nueva vida. Trabajó ocho años más en este país, en Nueva Orleans, donde se habían establecido. Allí su dinamismo volvió a entrar en acción y fue activa colaboradora del Liceo Cubano José Martí.
Desde Luisiana y alguna vez desde Nueva Jersey, me escribía a menudo. Tenía tres hermanos que trabajaban en la Campañía de Electricidad de Camagüey. Por eso sus cartas siempre las finalizaba con un cariñoso abrazo teresiano y eléctrico.
El 22 de mayo de 1983 concluyó su peregrinar de setenta y cinco años en la Tierra y marchó a la Gloria del Padre.
Ana Dolores García
Foto: Archivo personal
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Homenaje póstumo emotivo y sincero, una mujer que merece ser recordada. Gracias Lola por narrar tan bellamente el camino transcurrido por aquellas que formaron en su época "El Colegio Teresiano de Camagüey"
ResponderEliminarPor sus obras los conocereis- Mateo 7.16
Maggie
Fueron ellas quienes compartieron con las Madres los difíciles días del comienzo y también les tocó compartir los más que difíciles, tristes días en los que un gobierno despótico se incuató de tanto esfuerzo y tantos sueños.
ResponderEliminarEl estupendo edificio levantado con sacrificio y tesón tal vez luzca hoy deteriorado y mustio, como todo en la ciudad. Pero la obra espirtual ha quedado.
La presencia de aquellas abnegadas religiosas sigue latente en los cientos de nosotras que desfilamos por sus aulas. Y ello hay que agradecerlo también a las Antiguas Alumnas que, como Ena, en realidad nunca abandonaron el Colegio y, año tras año a cada grupo egresado, nos ofrecieron el edificante testimonio de su lealtad.
A ellas nuestro agradecimiento y nuestro recuerdo.
Maggie, agradecerte también que publicaras este recuero a Ena Galán en la página del Colegio Teresiano de Camagúey, Cuba, en Facebook.
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