24 de septiembre de 2010


HILDEGART RODRÍGUEZ CARBALLEIRA,
LA VIRGEN ROJA


- María Dominicis

- Su historia es tan extraordinaria, que parece el producto de la imaginación desbordada de un escritor. Pero es cierta. Hildegart, apodada la Virgen Roja por sus ideas de izquierda, no es un personaje de ficción y vivió en los tiempos turbulentos de la segunda República Española.

La madre de Hildegart, Aurora Rodríguez Carballeira, pertenecía a una familia gallega acomodada. Era una mujer culta de ideas avanzadas, muy vanguardistas para su época, y al mismo tiempo fría y calculadora. Hija de un prestigioso abogado, creció devorando los libros de su biblioteca, especialmente los de carácter político y filosófico.

En 1913 Aurora, que ya era mayor de edad, se independizó, se trasladó a Madrid y puso este anuncio en un periódico: "Busco un hombre para tener un hijo. La unión se limitará al acto de procreación. No deseo casamiento ni ninguna otra forma de vínculo. Quien se presente deberá gozar de excelente salud física y mental y tener un coeficiente intelectual superior al de la media de la población". En una época en que no se conocía la inseminación artificial, esta mujer atrevida resolvía así el problema de ser madre sin tener ataduras sentimentales. Nunca se supo con seguridad quién fue el elegido, y ella se negó siempre a confesarlo. Según rumores, se trataba de un cura, capellán castrense, cosa después de todo bastante lógica, ya que la elección de alguien así le aseguraba a Aurora que el individuo no reclamaría sus derechos de padre y que mantendría el secreto para evitar el escándalo.

Durante el embarazo, Aurora se cuidó extremadamente, pues quería un bebé perfecto. Por la noche, se despertaba a cada hora para cambiar de posición, ya que tenía la disparatada idea de que así la sangre irrigaría el cerebro de la criatura de modo regular y esto la haría más inteligente.

En 1914 nació Hildegart, cuyo nombre significa "Jardín de Sabiduría", y a quien podemos considerar el primer experimento eugenésico-pedagógico de la historia. Aurora se alegró de que fuera niña y no varón y programó la crianza de su hija desde la infancia como prototipo de una mujer nueva, liberada y educada para ser superior a los hombres que ella despreciaba.

Es difícil creer que alguien logre procrear un genio con sólo desearlo, pero así sucedió en este caso. Hildegart resultó ser un verdadero genio: hablaba y escribía su nombre antes del año, leía y escribía con perfecta ortografía a los tres y ganó un concurso de mecanografía a los cuatro. A los diez años sabe seis idiomas: francés, inglés, latín, alemán, portugués e italiano. A los 11 años, esta niña prodigio escribe artículos para la revista "Sexualidad" y a los 17 colabora con Gregorio Marañón, es Licenciada en Derecho y está avanzada en las carreras de Filosofía y Letras y Medicina.

Como experimento científico que era, la pobre Hildegart careció de infancia. No conoció el afecto de su madre, quien jamás la besó, la sometió a una férrea disciplina de constante estudio y la mantuvo en el mayor aislamiento, sin juegos, amigos ni diversiones de ninguna clase. La madre era su única compañía.

Los contemporáneos de Hildegart la consideraban un ser excepcional y en verdad merecía esta fama. A los 17 años ya había escrito varios libros. Entre sus obras figuran: "La rebeldía sexual de la juventud", "Malthusismo y Neomalthusismo", "Cómo se curan y evitan las enfermedades venéreas", "Revolución y sexo o ¿Se equivocó Marx?" y "El control de la natalidad". Era una elocuente oradora que recorría toda España –siempre con su madre- divulgando los principios del socialismo y defendiendo los derechos de la mujer. Pero, a pesar de sus liberales ideas sobre la sexualidad, todos sus conocimientos eran de tipo teórico: el amor le estaba vedado. Un escritor inglés comentó sobre la paradoja de aquella Virgen Roja, que abogaba por la libertad sexual y se comportaba de la manera más tradicional y reprimida, acompañada a todas partes por su madre y vestida austeramente de negro igual que ella.

Es difícil, sin embargo, frenar el ímpetu de la juventud. Hildegart se enamora. La madre, furiosa, intuye que va ser incapaz de controlar la rebeldía de la hija. Teme que el amor desviará a la muchacha del papel de mujer modelo a que la tiene destinada. Una noche de 1933, mientras la joven duerme, este Pigmalión del siglo XX decide destruir su obra maestra tan fría y calculadamente como la creó. Lo ha planeado todo en un plan preconcebido: dos tiros en la sien y dos en el corazón. Quiere que la muerte sea sin dolor y que no produzca mucho daño estético. Al pie de la cama encuentran las autoridades, rota en menudos pedazos, una carta de amor. Hildegart tenía 18 años.


Aquella mujer nunca mostró remordimiento por su crimen, al contrario, parecía orgullosa de él y afirmaba que volvería a repetirlo si fuese necesario. Fue condenada a 26 años de cárcel e internada después en un hospital siquiátrico al determinarse su desequilibrio mental. A causa de la Guerra Civil, no se puede saber con certeza cuál fue su fin. Algunos dicen que murió en el manicomio, pero hay indicios de que escapó como tantos otros locos en medio de los tumultos.

Se han escrito varios libros sobre esta increíble y trágica historia, entre ellos, "La Virgen Roja" de Fernando Arrabal. Hay también una película de 1977, "Mi hija Hildegart", dirigida por Fernando Fernán Gómez.

María Dominicis
Ilustración, Google

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