9 de agosto de 2010



Gijón, la capital de la Costa Verde

Un cerro inexpugnable. La Gigia romana. Gijón. No es difícil imaginar la impresión que los distintos pueblos que se acercaron a esta tierra astur se llevaron de su situación y carácter. Desde un cerro que se convertía en islote a la subida de la marea, protegidos por afiladas montañas y un mar bravío, con toda la riqueza al alcance de la mano, huerta, frutos, animales...

Todos quisieron quedarse. Pero fueron conquistados, más que conquistadores. Los romanos establecieron en el Cerro de Santa Catalina su ciudad fortaleza. Más al oeste, en la Campa Torres, otra importante cita con la historia. Allí se halla uno de los parques arqueológicos más importantes del país: 50.000 metros cuadrados en los que se encuentran los restos de un poblado de época prerromana que fue posteriormente romanizado. 

Las termas romanas de Campo Valdés y los restos de la muralla de Cimadevilla completan el importante legado de estas civilizaciones en el norte de la península. Hoy Gijón es una villa moderna que se va recuperando poco a poco de los destrozos urbanísticos del siglo XX con un potencial turístico fuera de toda duda.


Cimadevilla, antiguo asentamiento romano, barrio de pescadores y referente histórico de la ciudad, fue distinguida como Puebla en la Edad Media por el rey Alfonso X. La Ruta de la Plata hacía de su puerto un lugar clave del tránsito marítimo y facilitaba el comercio y el abastecimiento. 

Sin embargo, Cimadevilla iba a conocer, tras este esplendor, una época de vacío y destrucción por el continuo ataque y saqueo que las guerras de los Trastámara llevan a estos lares.

"Gijón le debe el mar a Dios y el resto... a Jovellanos". Esta expresión popular refleja la importancia que, desde el siglo XVIII, tendrá la figura de Gaspar Melchor de Jovellanos para la Villa que lo vio nacer. 

Emulando al Jovellanos que daba largos paseos por la orilla del mar, el visitante debe recorrer el llamado Paseo del Muro, contemplando la Playa de San Lorenzo y la Escalerona (denominada así por su gran tamaño ya que nació, en 1933, para solucionar los problemas de la enorme afluencia de bañistas a la playa).En el Paseo de Begoña, lugar especialmente recomendado para el ocio y el esparcimiento, se encuentra el Teatro Jovellanos (antiguo Teatro Dindurra).


La representación en piedra de una ida, la del emigrante, debió de ser dolorosa y sacrificada como la escultura que lo representa: el Monumento a la Madre del Emigrante. Emplazada en el Rinconín en 1970, esta inquietante obra de Ramón Murieras sigue aún hoy siendo más que un símbolo del alma de la ciudad. 



El Elogio del Horizonte, sin embargo, de Eduardo Chillida, es el símbolo físico de la ciudad (plasmado en infinidad de logos y ornamentos). Su inauguración, aunque no exenta de polémica, abrió camino a una tendencia más moderna y que actualmente es un rasgo diferenciador de la ciudad. 

La importancia de Gijón, núcleo urbano, capital de la Costa Verde, no debe ensombrecer al Gijón-concejo, con una variedad y riqueza añadidas (iglesias románicas, gastronomía, espacios naturales protegidos...) que no debe estar en un segundo plano. La iglesia de San Juan Evangelista, la de San Miguel de Dueñas, y la de Santa María de Leorio son sólo tres de los múltiples ejemplos de arte arquitectónico sobrio, casi modesto, emplazado en lugares privilegiados, que caracterizan al concejo. 

El crecimiento industrial es una de las raíces más largas y profundas del concejo. No sólo la minería o la sidra, quizá los aspectos más conocidos, también el acero, el hierro, la pesca, el tabaco, el ferrocarril... La explotación de estos recursos ha dejado una profunda huella en la anatomía de Gijón. El Musel, la antigua Rula, el Museo del Ferrocarril, la Fábrica de Tabacos, el Puerto Deportivo... 

Reservamos para la Mina de la Camocha un lugar destacado, un pozo emblemático en la historia de la minería. Aunque su futuro sea incierto, quizá convenga recordar que esta mina fue el pan de más de 1.500 empleados en los años sesenta y, allí nacieron, dicen, las primeras comisiones obreras. La Mina de la Camocha, dicen que va bajo el mar y por eso los mineros oyen les oles bramar, según reza una mítica canción asturiana y, quizá, uno de los mejores homenajes a este monumento industrial gijonés.

Reportaje de Europa Press
Fotos: Google

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