2 de octubre de 2009


Antonio Machín

Ana Dolores García

Aunque a Antonio Machín no puede aplicársele a cabalidad la sentencia bíblica de que nadie es profeta en su tierra, aparentemente tal vez lo parezca, porque si sus inicios como cantante en La Habana de 1926 fueron en realidad exitosos, su fama posterior en Estados Unidos y Europa se vio aparejada por un casi total desconocimiento por parte de las generaciones cubanas posteriores. Excepción, claro está, de los estudiosos y entendidos de nuestra musicología. Eso sí, este afro-gallego-cubano fue en toda Europa y durante varias décadas, «el embajador de la música cubana» y «el rey del bolero».

Hay discrepancias en cuanto a la verdadera fecha de su nacimiento (1903 ó 1904), pero la opinión más generalizada es que el mismo ocurrió el 17 de enero de 1904 en Sagua La Grande, provincia de Las Villas. Su padre era natural de Orense, Galicia, y su madre una cubana de color, que formaron un hogar junto a sus dieciséis hijos. De su madre fue de quien heredó su afición por la música. Una página en la web, «Follia Galega» dice que el verdadero apellido del padre era «Lugo», cambiado por Antonio por Machín, como es popularmente conocido.

Siendo un adolescente, trabajó como albañil durante varios años, compartiendo este oficio con el de músico y cantante a pesar del disgusto del padre, «porque cantar en Cuba era un oficio de bohemios y eso no estaba bien visto», («Machín. Toda una Vida», Eduardo Jover). En 1926 inició su vida artística formando un dúo junto al cantante Miguel Zaballa, con el que actuaba en centros nocturnos de la Playa de Marianao. Antonio Machín fue el primer negro que logró actuar en el exclusivo Casino Nacional de La Habana, donde montó con su compañero Zaballa un exitoso espectáculo sobre «El Manisero» de Moisés Simons.

La radio fue la mejor propulsora de sus éxitos y en aquellos años Machín también formó parte del Trío Luna. En 1930, el conocido músico Don Azpiazu lo contrató para cantar con su orquesta en Nueva York, «una de las formaciones más vanguardistas de la escena latinoamericana de los años 20 y 30», (elmundo.com), donde fue precisamente «El Manisero» el plato fuerte y el de mayor éxito de la presentación de Machín. Con esta orquesta y con su propio Cuarteto Machín alcanzaría gran popularidad entre la colonia hispanoamericana de los Estados Unidos y grabaría sus primeros discos con la empresa RCA.

Eran los años de las rumbas blancas orquestadas por conjuntos como los Lecuona Cuban Boys o la internacionalmente reconocida orquesta del catalán Xavier Cugat. Sobre ello dice Alejo Carpentier: «Cuando los editores de Nueva York y París establecieron una demanda continuada de sones, congas y rumbas -designando cualquier cosa bajo este titulo-, impusieron sus leyes a los autores de una música ligera, hasta entonces llena de gracia y sabor…» Antonio Machín y Miguelito Valdés fueron los más importantes cantantes autóctonos en aquella época dorada de la rumba blanca neoyorquina.

Aurelio de la Vega, compositor y musicólogo cubano, en su «Breve Historia de la Música Cubana» también nos dice al respecto: «Durante las décadas de 1920, 1930 y 1940, el bolero cubano, el son, la rumba y la conga viajaron por el mundo entero, a menudo como fórmulas comercializadas de tipo barato y vulgar promovidas por Hollywood y por las casas editoras norteamericanas, que producían de continuo cantidades astronómicas de música bailable para un público creciente e insaciable.»

Antonio Machín no fue absorbido por esa tendencia. Conservó su más puro estilo sonero y lo paseó orgulloso por el mundo. De Nueva York, después de comenzar a saborear el éxito y triunfar durante cinco años, saltó con sus maracas a Europa en 1935. A Londres y París, donde Rita Montaner ya había abierto las puertas del viejo continente a la música cubana. Actuó en varios países con su propia orquesta, la Orquesta Habana, con la que realizó numerosas giras por ciudades de Alemania, Dinamarca, Holanda, Italia, Noruega, Rumania y Suecia, teniendo siempre a París como base habitual. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial le hizo abandonar París y trasladarse a Madrid en 1939. Se estableció definitivamente en España. Allí formó un hogar con una joven sevillana y adoptó la ciudadanía española. Visitó Cuba por última vez en 1958 y falleció en Madrid el 4 de agosto de 1977. Según su propio deseo, fue sepultado en Sevilla.

Habían pasado casi cinco décadas desde aquel éxito inicial de «El Manisero» en Nueva York (más de un millón de discos vendidos en EEUU). Cuatro de ellas vividas prácticamente en España, donde gozó de una popularidad impresionante. Su voz quedó grabada en innumerables discos y participó en espectáculos musicales a veces hasta con su propia compañía, y en la radio, el cine y, por último, en la televisión española.

Su voz, inconfundible por su suave acento cubano y trovero, se hizo familiar a los oídos españoles. Entre otros, popularizó hermosos boleros como «Dos Gardenias», de Isolina Carrillo, «Lágrimas Negras» de Miguel Matamoros, «Toda una vida», «Madrecita» y «Quizás, quizás, quizás», de Osvaldo Farrés. Uno de sus más sonados triunfos fue «Angelitos Negros», con la melodía que el mexicano Manuel Álvarez (Maciste) escribió para los versos del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco.

Protagonizó grandes temporadas con orquestas de salas nocturnas de renombre, como el Shangai de Barcelona, o el Casablanca y el Conga, ambos de Madrid. También su actuación estuvo presente en el cine español en películas como «Hola Señor Dios», «Fin de semana», y «La casa de las sonrisas».

Machín no fue solamente el chansonnier de moda durante todos esos años. Fue también un autor fecundo. Lo que hoy se conoce por cantautor. Tenía registradas más de 500 obras en la Sociedad General de Autores y Editores, que se encarga de gestionar los derechos de autor para sus herederos. Composiciones como «A Baracoa me voy», «Peregrina flor», «Mi ángel protector» o «Quieres que hablemos», son producto de su inspiración musical.

En España se celebró el centenario de su nacimiento con la emisión de un doble CD remasterizado digitalmente con 32 de sus más populares canciones, titulado «Machín, Toda una Vida», el mismo título de la biografía escrita por su yerno Eduardo Jover que fuera publicada en 2002 con motivo del 25º aniversario de su muerte.

Fue precisamente en la celebración de ese aniversario y «para reconocer la aportación de Antonio Machín a la música popular universal», que se llevó a cabo en España el proyecto cultural «Antonio Machín». Consistió este homenaje en la edición de la mencionada biografía, la emisión de un CD con sus temas más conocidos y un documental dirigido por Nuria Villazán. Además, se organizaron más de 100 fiestas populares en su memoria.

Aunque muchos cubanos aún no hayan oído hablar de él, Antonio Machín fue sin dudas uno de los más admirados y conocidos representantes de nuestra música en el mundo entero.


Ana Dolores García
2004 Derechos reservados
Foto: Google

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2 comentarios:

  1. Anónimo10/02/2009

    Supe de la existencia de Antonio Machín cuando llegué a Madrid, España en 1969, donde comenzó mi vida como exiliada cubana. Por mi padre supe algo más de este músico al cual adoran los españoles pero que una gran cantidad de cubanos ignoran que existió y que cantó la música cubana como pocos lo han hecho. Guardo dos LP (de aquellos de vinilo) que compré en España y que contienen muchos de sus éxitos. Fué mi entrañable escucharlo en mis primeros meses como exiliada.
    Elsa M. Rodríguez

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  2. Yo también supe de Antonio Machín en España, en el 1972 durante unas vacaciones, primera visita a la familia asturiana desde el exilio. Quedé sorprendida de lo mucho que la radio trasmitía sus canciones. Incluso tuve oportunidad de verlo cantar en la televisión. Traté de conseguir hace unos años el CD conmemorativo de su centenario pero sin suerte. Al menos tengo un CD con varias sus canciones, bajado de la Internet. Me alegro que este comentario te haya sido de agrado al recordar a Machín, del que tan poco hablamos los cubanos y que tan querido fue en España.
    Cariños,
    Lolita.

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