El
Papa Francisco, hoy:
¡Miren
que el amor del que habla Juan no es el amor de las telenovelas!
No, es otra cosa. El amor cristiano
tiene siempre una cualidad: la concreción. El amor cristiano es concreto.
El mismo Jesús, cuando habla del amor,
nos habla de cosas concretas: dar de comer a los hambrientos, visitar a los
enfermos y tantas cosas concretas. El amor es concreto. La concreción
cristiana. Y cuando no hay esta concreción, se puede vivir un cristianismo de
ilusiones, porque no se entiende bien donde está el centro del mensaje de
Jesús. Este amor no llega a ser concreto: es un amor de ilusiones, como estas
ilusiones que tenían los discípulos cuando, mirando a Jesús, creían que era un
fantasma.
…Si tú tienes el corazón endurecido tu
no puedes amar y piensas que el amor es eso de imaginarse cosas. No, el amor es
concreto. Y esta concreción, se funda sobre dos criterios:
Primer criterio: amar con las obras,
no con las palabras. ¡Las palabras se las llevó el viento! Hoy están, mañana no
están.
Segundo criterio de concreción es: en
el amor es más importante el dar que el recibir. El que ama da, da... Da cosas,
da vida, se da a sí mismo a Dios y a los demás. Sin embargo, quien no ama,
quien es egoísta, siempre busca recibir, siempre buscar tener cosas, tener
ventajas. Permanecer con el corazón abierto, no como estaba el de los
discípulos, cerrado, que no entendían nada: permanecer en Dios y Dios en nosotros;
permanecer en el amor.
En su homilía de hoy, 9 de enero de
2014, en la Casa Santa Marta, Roma (aciprensa.com)
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