6 de enero de 2014

Los nuevos ricos de Cuba





(Cena de Nochevieja en la Plaza de la Catedral para turistas 
 y nuevos ricos)

Los nuevos ricos de Cuba


Iván García, Dla

 No son tan ostentosos como los nuevos ricos rusos que compran compulsivamente y vacían los anaqueles en Marbella. Tampoco su tren de vida y gastos tiene que ver con un millonario de Qatar, que por puro placer compra un arruinado club de fútbol europeo. Los nuevos ricos cubanos tienen otra pinta y comportamiento.

«Hay varias castas. Están los privilegiados de toda la vida: ministros, gerentes de empresas boyantes o generales que han cambiado el uniforme verde olivo por una impoluta guayabera blanca. Ellos pueden comer mariscos y tomar vino tinto español», dice un exfuncionario.

En su opinión, es una clase muy especial. «Se accede por genes familiares, lealtad o adulonería. Pero es un coto exclusivo. Según su jerarquía, estos burgueses revolucionarios pueden tener un yate y hasta un Hummer».


Una nueva clase social

Una persona que conoce de cerca el poder, afirma que suelen ir de vacaciones a Ibiza o Cancún. «Están por encima de las leyes y la Constitución. Por decreto divino, pueden tener antenas de cable, internet en casa y varios autos. No necesitan apagar los   aires acondicionados para ahorrar energía y cuando el dólar estaba prohibido, en sus carteras habían billetes del supuesto enemigo».

Hubo y aún existen otros tipos de “ricos”. La gente les dice “macetas”. Es una fauna variopinta de ladroncillos de cuellos blancos que se birlan unos cuantos millones de pesos y abundan en diferentes niveles de los ministerios públicos. «Portan el carnet del partido a conveniencia o te sueltan un discurso repleto de consignas revolucionarias. Esa casta le ha sabido dar una vuelta al sistema», expresa una señora que fue sirvienta en la casa de un dirigente.

Los cubanos comunes y corrientes saben que andan en carros del Estado, con gasolina del Estado y que le roban al Estado. Que invierten en negocios familiares. Y debajo del colchón guardan dólares y euros, entre otras divisas. «Los más inteligentes desertan en un viaje oficial y con el dinero robado montan una empresa discreta en la Florida», asevera el exfuncionario.

La gente de a pie igualmente sabe que va en aumento el número de emprendedores privados que está ganando bastante en sus negocios.

También, que en Cuba existen los “metedores de cuerpo”. Personas que siempre han vivido al margen de la ley. Vendiendo drogas, ropa de marca, perfumes piratas, casas o autos. Y con la plata ahorrada, los “metedores de cuerpo” abren una cafetería o alquilan habitaciones a turistas extranjeros por 30 dólares la noche.

Otros privilegiados son los ricos “de flay”. Según una maestra jubilada, «son los cubanos que gracias a las remesas giradas por parientes en Miami, que para sostener el tren de vida de estas sanguijuelas, no pocas veces tienen hasta dos trabajos».

Todos ellos, desde la casta verde olivo hasta los ricos “de flay”, marcan la diferencia con esa amplia mayoría de la población que come caliente una vez al día y alivia el calor con un ventilador chino.

Fastuoso tren de vida

Los nuevos ricos se pueden dar el lujo de cenar tres veces a la semana en una paladar y pagar 150 cuc [Mas de 150 dólares] por un cubierto en la Plaza de la Catedral, para comer exquisiteces y esperar el nuevo año escuchando a Isaac Delgado.

Algunos los envidian. Pero, en general, los cubanos aceptan las nuevas reglas de juego. Ven bien que su vecino tenga un negocio, haga dinero y pueda alojarse en un hotel de Varadero. Y que el Estado venda autos y te permita viajar al extranjero. Aplauden que se elimine la absurda doble moneda y reclaman mejores salarios, con la esperanza de algún día ellos también puedan cenar en restaurantes caros o visitar Cayo Coco.

Lo que la gente reprocha es la hipocresía de los jerarcas del régimen. Que hablen en nombre de los pobres mientras viven y cenan como los nuevos ricos de Rusia.

Por eso, cuando muchos cubanos ven a Raúl Castro, les parece estar observando a Vladimir Putin. Puede que sea una ilusión óptica.

Del Diario Las Américas, Miami

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