Máquina ideada por Sholes en 1872 |
La máquina
que desbancó a la pluma
cumple hoy tres siglos
Borja Bergareche
/ Londres
abc.es
Entre
la concesión de la primera patente de
la máquina de escribir hace 300 años y su fabricación a escala
industrial a comienzos del siglo XX pasaron casi dos siglos.
No
puede decirse que la máquina de escribir tenga un único inventor, pues fueron varias
las personas que contribuyeron con sus ideas e invenciones quienes terminaron
llevando a las primeras máquinas comercializadas con éxito. De hecho, los
historiadores estiman que varias formas de máquina de escribir fueron diseñadas
al menos 52 veces por mecánicos que intentaban conseguir un producto final y
útil. La innovación que condujo a la máquina para que a
la postre pudiera escribir sobre papel mas rápidamente que el puño humano,
fue considerable. Y sirvió para
optimizar las posibilidades de otro invento clave de la Humanidad, la imprenta
ideada por John Gutenberg
a mediados del siglo XV.
Aunque
no se conservan ni dibujos ni maquetas de aquel primer intento, el 7 de enero de 1714 la Reina Ana Estuardo concedió en
su último año en el trono una patente para lo que los historiadores consideran
como el aparato precursor de la máquina de escribir.
Según
consta en los archivos de la época, la soberana reconoció a Henry Mill, un inventor inglés, el haber
llevado a la perfección «una máquina
artificial o método para la impresión o transcripción de letras de forma
individual o progresiva una detrás de la otra, como al escribir, por
medio de la cual todos los escritos quedan fijados en papel o pergamino de
forma tan clara y exacta que no se distingue de la imprenta, con lo que la
citada máquina o método podría ser de gran utilidad en los asentamientos y en
los archivos públicos…». Así describía la patente real el invento de Henry
Mill, un ingeniero hidráulico inglés.
Mas de un siglo después se produce la patente
registrada en 1829 por el estadounidense William Austin Burt para un
«tipógrafo», un
aparato tosco con aspecto de mesa de carnicero cuya única maqueta ardió en el
incendio de la oficina de patentes de 1836.
Por su parte, el
italiano Pellegrino Turri ya había concebido un aparato con esa función en
1808 con la idea de ayudar a los ciegos, el mismo afán que guiaba a otros de
los padres de la criatura, el
norteamericano Charles Thurber, que en 1843 patentó la primera máquina
con carro móvil.
No sería hasta 1872 cuando el “tipógrafo” alcanzó su éxito comercial con el modelo desarrollado por los estadounidenses Christopher Sholes -inventor
también del teclado QWERTY empleado
para escribir en él, Carlos Glidden
-con quien Sholes ya había inventado una máquina para contar billetes- y Samuel W. Soulé. El invento fue adquirido
por Remington and Sons,
fabricantes de armas y de máquinas de coser todavía activos. En 1873, lanzaron en Nueva York la primera
línea de producción industrial de máquinas de escribir, montadas, claro,
sobre mesas de coser.
Uno de
los primeros y más entusiastas adeptos
fue el escritor Mark Twain,
que en una carta a su hermano en 1875 describía así las ventajas del aparato
con el que escribiría, por ejemplo, el «manuscrito» de "Vida en el Misisipi". «La
máquina tiene varias virtudes: creo que imprimirá más rápido de lo que yo puedo
escribir, uno puede reclinarse en su silla y trabajar con ella, permite apilar
un montón de palabras en una sola página, y no ensucia ni esparce manchas de tinta. Por supuesto, permite
ahorrar papel».
Para
1909 existían en EE.UU. 89 fabricantes de máquinas de escribir, según se recoge
en la historia de la compañía IBM. Y su presencia era ya imprescindible en las
oficinas y espacios laborales del país, entonces una economía emergente en un
mundo ya mecanizado.
El
sonido de las teclas marcaba el ritmo de su crecimiento económico. Un
ta-ca-ta-ca-ta-ca-ta-ca que amenizaría luego comedias de Hollywood como la de Jack Lemmon de
disciplinado oficinista, y clásicos del cine de terror como el filme de Jack Nicholson y su obsesiva y psicopática
escritura repetitiva.
En la
misma época de la carta de Twain a su hermano, otra de las grandes mentes
prácticas de la época, Thomas Edison,
había comenzado ya a idear la aplicación de la electricidad al funcionamiento
de la máquina de escribir. Tras varios modelos eléctricos desarrollados en los
años 20, se hizo finalmente la luz cuando en 1933 la empresa International Business Machines (IBM)
adquirió las patentes y
herramientas necesarias para desarrollar el Modelo IBM 01, la primera máquina
de escribir eléctrica tal y como la conocíamos… antes del fulgurante
advenimiento del ordenador personal y la consiguiente conversión de la máquina
de escribir en objeto de museo y culto en blogs especializados.
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