7 de enero de 2014

La máquina de escribir cumple hoy 300 años


Máquina ideada por Sholes en 1872

La  máquina
que  desbancó  a  la  pluma
cumple  hoy  tres  siglos



Borja Bergareche / Londres
 abc.es

Entre la concesión de la primera patente de la máquina de escribir hace 300 años y su fabricación a escala industrial a comienzos del siglo XX pasaron casi dos siglos.

No puede decirse que la máquina de escribir tenga un único inventor,  pues    fueron varias las personas que contribuyeron con sus ideas e invenciones quienes terminaron llevando a las primeras máquinas comercializadas con éxito. De hecho, los historiadores estiman que varias formas de máquina de escribir fueron diseñadas al menos 52 veces por mecánicos que intentaban conseguir un producto final y útil.  La innovación que condujo a la máquina para que a la postre pudiera escribir  sobre papel mas rápidamente que el puño humano, fue considerable. Y sirvió para optimizar las posibilidades de otro invento clave de la Humanidad, la imprenta ideada por John Gutenberg a mediados del siglo XV.

Aunque no se conservan ni dibujos ni maquetas de aquel primer intento, el 7 de enero de 1714 la Reina Ana Estuardo concedió en su último año en el trono una patente para lo que los historiadores consideran como el aparato precursor de la máquina de escribir.

Según consta en los archivos de la época, la soberana reconoció a Henry Mill, un inventor inglés, el haber llevado a la perfección «una máquina artificial o método para la impresión o transcripción de letras de forma individual o progresiva una detrás de la otra, como al escribir, por medio de la cual todos los escritos quedan fijados en papel o pergamino de forma tan clara y exacta que no se distingue de la imprenta, con lo que la citada máquina o método podría ser de gran utilidad en los asentamientos y en los archivos públicos…». Así describía la patente real el invento de Henry Mill, un ingeniero hidráulico inglés.     

Mas de un siglo después se produce la patente registrada en 1829 por el estadounidense William Austin Burt para un «tipógrafo», un aparato tosco con aspecto de mesa de carnicero cuya única maqueta ardió en el incendio de la oficina de patentes de 1836.

Por su parte, el italiano Pellegrino Turri ya había concebido un aparato con esa función en 1808 con la idea de ayudar a los ciegos, el mismo afán que guiaba a otros de los padres de la criatura, el norteamericano Charles Thurber, que en 1843 patentó la primera máquina con carro móvil.

No sería hasta 1872 cuando el “tipógrafo” alcanzó su éxito comercial con el modelo desarrollado por los estadounidenses Christopher Sholes -inventor también del teclado QWERTY empleado para escribir en él, Carlos Glidden -con quien Sholes ya había inventado una máquina para contar billetes- y Samuel W. Soulé. El invento fue adquirido por Remington and Sons, fabricantes de armas y de máquinas de coser todavía activos. En 1873, lanzaron en Nueva York la primera línea de producción industrial de máquinas de escribir, montadas, claro, sobre mesas de coser.
 
Uno de los primeros y más entusiastas adeptos fue el escritor Mark Twain, que en una carta a su hermano en 1875 describía así las ventajas del aparato con el que escribiría, por ejemplo, el «manuscrito» de "Vida en el Misisipi". «La máquina tiene varias virtudes: creo que imprimirá más rápido de lo que yo puedo escribir, uno puede reclinarse en su silla y trabajar con ella, permite apilar un montón de palabras en una sola página, y no ensucia ni esparce manchas de tinta. Por supuesto, permite ahorrar papel».

Para 1909 existían en EE.UU. 89 fabricantes de máquinas de escribir, según se recoge en la historia de la compañía IBM. Y su presencia era ya imprescindible en las oficinas y espacios laborales del país, entonces una economía emergente en un mundo ya mecanizado.

El sonido de las teclas marcaba el ritmo de su crecimiento económico. Un ta-ca-ta-ca-ta-ca-ta-ca que amenizaría luego comedias de Hollywood como la de Jack Lemmon de disciplinado oficinista, y clásicos del cine  de terror como el filme de Jack Nicholson y su obsesiva y psicopática escritura repetitiva.

En la misma época de la carta de Twain a su hermano, otra de las grandes mentes prácticas de la época, Thomas Edison, había comenzado ya a idear la aplicación de la electricidad al funcionamiento de la máquina de escribir. Tras varios modelos eléctricos desarrollados en los años 20, se hizo finalmente la luz cuando en 1933 la empresa International Business Machines (IBM)  adquirió las patentes y herramientas necesarias para desarrollar el Modelo IBM 01, la primera máquina de escribir eléctrica tal y como la conocíamos… antes del fulgurante advenimiento del ordenador personal y la consiguiente conversión de la máquina de escribir en objeto de museo y culto en blogs especializados.

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