Carmen Amoraga,
el nuevo “Nadal” de novela,
muy activa en Twitter y Facebook:
le encantan
Víctor
Fernández, abc.es
Carmen
Amoraga era ayer el rostro de la felicidad. Y no se olvidaba de comunicar su
entusiasmo en las redes sociales, en las que siempre demuestra estar activa,
especialmente en Facebook.
«Tanto
tiempo esperando que llegase este momento, deseando que el tiempo pasara
rápido, y ahora que ha terminado sólo deseo vivirlo de nuevo... No una y otra
vez, pero sí un par de veces más», escribía emocionada en su perfil de Facebook, una red que tiene un
protagonismo especial en “La vida era eso”, la novela con la que ha logrado
alzarse con el Nadal.
–¿ Cómo
surgió la idea del libro, que se publica el próximo 4 de febrero?
–La
idea llegó cuando murió el marido de la madre de una compañera de mi hija mayor
del colegio, que hoy es una de mis mejores amigas. Utilizó las redes sociales
para superar el duelo. Ellos son argentinos, viven en mi pueblo y, de alguna
manera, están solos. El marido era un fan de Facebook. Sin saber que iba a fallecer, aunque estaba enfermo de cáncer,
le pidió a ella que escribiera por él en su perfil. En su Facebook apareció un post en el que puso «es Walter el que habla
pero lo hace a través de su mujer».
Fue
redactando lo que le dictaba en sus últimos días de vida sin saber que le
quedaba poco. La mujer sintió que debía seguir contándolo porque él lo habría
hecho. Así que una vez muerto narraba su fallecimiento, su funeral... Me
pareció que todo eso era brutalmente impactante y ejemplificador de cómo
afrontar las situaciones difíciles nos ayuda a vivir.
Ése fue
el germen. A partir de ahí, la historia es ficción, aunque los posts que aparecen en la novela son
reales. La protagonista es argentina, con dos hijos, y vive en un pueblo de
Valencia, pero todo es ficción.
– ¿Ha
hablado con la amiga que le inspira la novela?
–Sí,
desde luego. Está totalmente informada del proceso y del contenido del libro.
– ¿Y lo
ha leído?
– No,
no puede. Le he pedido que, por favor, lo haga porque la gente que la conoce la
va a identificar inmediatamente con el personaje aunque no sea ella. No puede.
La novela se inicia y acaba con un sueño, pero está dividida en cinco capítulos
que son las fases del duelo: negación, ira, depresión, negociación y
aceptación, un proceso largo que se prolonga por espacio de dieciocho meses.
Los posts que aparecen en la novela son los que ella escribió, excepto el
último, que es inventado. Pero no quiere leerlo, aunque se lo he contado.
–Pese a
que la historia es trágica, usted no ha querido caer en un tono melodramático.
–No lo
es. Antes, hasta cierta novela, cargaba bastante las tintas con el drama. Pero
fue un periodista, Antonio G. Iturbe, quien me dijo hace tiempo que si que yo
siempre estoy de fiesta, de broma y me río, por qué no escribía como realmente
soy. Lo que he reproducido en “La vida era eso” es un drama, pero que no se
supera viviéndolo precisamente con dramatismo. Hay gente que no sabe
sobrevivir; sin embargo, aparece un hilo en un momento determinado, un cable
frágil, y se agarra a él con todas sus fuerzas. Reírse y tener sentido del
humor resultan muy importantes porque las personas no somos planas. Aunque
estemos pasándolo mal y en situaciones complicadas no perdemos nuestros
matices. Por eso los personajes de mi novela tienen muchísimo sentido del humor
y eso evita que no sea un melodrama.
–Ha
remarcado que ha tratado de escribir una historia de superación. ¿Por qué?
–Lo que
cuento es una historia de superación y para lograrlo tienes que entrar en una
dinámica que no consigues con el melodrama. Me gustó mucho una cosa que dije al
recibir el premio: que aprender a perder es también aprender a vivir. Y eso lo
ejemplifica la protagonista.
–Otro
aspecto que subrayó la noche del Nadal fue el del poder sanador o terapéutico
de la literatura. ¿Lo cree así de verdad?
–Lo
creo así y, además, lo practico como escritora y también como lectora. Mi padre
tiene una salud endeble, es un hombre bastante mayor y le pasan muchas cosas.
Una de las veces que estuvo ingresado en el hospital, en la cama de al lado
estaba un hombre que se encontraba prácticamente al borde la muerte. La mujer
que lo cuidaba estaba a su lado con un cargamento de novelas de la serie “Jazmín”
y las leía una tras otra.
Da lo
mismo lo que leas. No hace falta tener que recurrir a Stendhal. Esa mujer
mientras se sumergía en aquellas historias llenas de amor no estaba pensando
que su marido se moría. Leer hace que vivas otros mundos y otras realidades. Lo
mismo pasa a la hora de escribir. Además, con las herramientas que nos dan las
nuevas tecnologías, escribir y que te lean resulta bastante fácil para todos. A
ello se le suma que está al alcance de cualquier persona poder tener una
reacción sobre lo que has escrito casi de forma inmediata. Eso es maravilloso.
–Con
las redes sociales cambiaron las maneras de contar las historias. Usted está
activa en ellas. ¿Cómo las está viviendo?
–Soy
bastante activa. Estoy en Twitter y
en Facebook y soy muy, muy, muy
activa. Me encantan. No tengo ninguna privacidad, pero porque soy cuidadosa con
las comunicaciones. Tampoco le cuento todo a todo el mundo. Twitter lo usaba como una herramienta de
comunicación más profesional y al principio sentía auténtica veneración, hasta
el punto de que lo veía como si estuviéramos hablando de “The Washington Post”.
Ahora, con del tiempo, me recuerda más al plató de “Sálvame”. Todo suma y
prefiero quedarme con la parte positiva.
–¿Y
cuál es esa parte positiva de las redes sociales?
–Se ha
democratizado la información. Ahora cualquier persona puede comunicarse y no
hay que darle explicaciones a nadie. Eso nos ayuda mucho a educarnos en la
comunicación. Creo que la literatura acabará asumiendo todas estas nuevas vías,
igual que en el siglo XX se incorporó el teléfono en las novelas.
–Aprovechando
las redes sociales, ¿tiene un contacto más directo con los lectores?
– Ellos
me envían valoraciones, sugerencias no. Antes, cuando alguien había leído un
libro, escribía a la editorial y ésta te hacía llegar la carta. Resultaba algo
más trabajoso. Eso es algo que encaja ahora más con Twitter que con Facebook,
donde todos parecemos más amigos. En Twitter
cualquiera puede escribir sus impresiones y yo intento, siempre que puedo,
contestarles. Si es una buena crítica, se lo agradezco, y si es una mala
crítica, lo comento. Creo que si se han tomado la molestia de leerme y después
escribir sus impresiones debo agradecérselo muchísimo.
El ejemplo de Vila-Sanjuán
El año
pasado fue el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán (abajo, en la imagen) el
ganador del Premio Nadal con “Estaba en el aire”. Carmen Amoraga siguió la
entrega desde casa. «Me pongo metas, y este galardón no era un objetivo. Hasta
el año pasado: acababa de dar a luz a mi hija y me encontraba en casa viendo la
retransmisión. Cuando ganó Vila-Sanjuán me dije que ese perfil me pegaba mucho
si decidía presentarme al Nadal otra vez», asegura la novelista, que fue
finalista del Nadal en 2007. Amoraga reconoció que en un principio lo concibió
como una broma interna, «pero luego acabé pensando que la única meta que no se
consigue es la que no se persigue. Es muy importante porque el Nadal es el más
prestigioso, el que representa más a la literatura contemporánea. Tiene tras de
sí historia y prestigio. Espero estar a la altura de los lectores que se
acerquen a la novela». Para ello habrá que esperar hasta el 4 de febrero, fecha
en la que llegará a las librerías.
Ana
Frank como lectura influyente
Carmen
Amoraga no oculta que una de sus primeras lecturas fue el diario escrito por
Ana Frank, la judía holandesa que relató sus vivencias en la época del terror
nazi. Aquella historia escrita en primera persona por una de las víctimas del
Holocausto la impactó y su huella sigue siendo vigente. Por todo ello, con “La
vida era eso” también quiso rendir su personal y literario homenaje a Ana Frank
describiendo en su novela, como hizo la joven, aunque salvando las distancias,
«una realidad penosa; las protagonistas buscan una estrategia para salir de ese
contexto, de esa realidad».
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