Presentación
Por Marlene María Pérez Mateo
“Martes 13, ni te cases ni te embarques ni de tu familia te apartes”,
asegura un viejo dicho pasado de voz en
voz hasta nuestros días.
La
consabida mala reputación del 13 va bien atrás en el tiempo y no hay
civilización por remota que fuere sin ser tocada por tal creencia. Así tenemos
su referencia en el Código de Hammurabi en la antigua Babilonia, pasando por
los mayas quienes le consideraban sagrado hasta su identificación con el numero
de ciclos lunares en un año solar.
El triste hecho de la casi total desaparición
de los Caballeros Templarios y la ejecución de su líder el francés Jacques de
Moley el 13 de octubre de 1307 echaron
leña al fuego en tan escabroso tema. En la actualidad se ha acuñado el término triscadecafobia como concepto
identificador del miedo o pánico irracional y desmedido a la mencionada cifra.
He querido
iniciar en “Palmas Amigas” una especie de mini-secuencia, donde la cifra 13
tiene gran protagonismo. La razón no nace de una contradicción ni de un reto.
Nace de una feliz coincidencia, de una alegría compartida.
Con un
“corpus” de 13 artículos y reflexiones me he querido acercar al mundo que rodeó
hace ahora cien años, “en 1913” el nacimiento de mi abuela. Tuvimos hace unos
meses el privilegio de celebrar su cumpleaños. He querido hacer partícipe con
los de casa y los lectores de esta bitácora, en la que participo desde hace varios
lustros, de unas pinceladas y semblanzas. Espero que este buen sentir llegue y
les embriague de un dulce sabor centenario y también renovador.
Con
ustedes “ En 1913....”
Gracias,
Marlene,
noviembre
5, 2013
En
1913…
Teatro
Avellaneda
Por Marlene María Pérez Mateo
En 1913,
un 13 de mayo se inauguró, bajo tremendo aguacero, el Teatro Avellaneda en la
intersección de las calles Estrada Palma y Avellaneda en la ciudad de Camagüey,
Cuba.
El lugar
donde se edificó el teatro, desde el siglo XVIII había sido ocupado por un
entablado techado muy usado para presentaciones de feria. Luego en el XIX una
medio-hermana paterna de Tula Avellaneda, la poetisa, había tenido muy cerca de
allí su residencia y en ella la escritora estuvo de huésped durante su estancia
en su viaje de regreso a Cuba.
El exitoso
comerciante de velas, señor Guarch, adquirió la propiedad e hizo levantar un
recinto para las artes escénicas y el cine (entonces joven). Fue una sala de
dos pisos con capacidad para 800 personas, 10 palcos y el segundo piso, bautizado
por la voz popular como “el gallinero”. La acústica era magnífica. El
emprendedor propietario tuvo en cuenta todos los detalles. La fachada se
conformaba por 19 arcos de medio punto y un relieve del rostro de la camagüeyana
que dio nombre o mas bien apellido a la institución: Gertrudis Gómez de
Avellaneda.
El día de
la inauguración los demás miembros del ramo cerraron sus puertas de manera
solidaria. Hubo champán y velada. Veintiséis jóvenes de la ciudad a coro
cantaron “Himno Glorioso a la Tula”, cuya partitura trece años después
desapareció entre las llamas.
En 1926 un
incendio accidental diezmó el recinto e hizo caer en la ruina al propietario, señalando entre
el vulgo a la cifra 13 como culpable de los hechos acaecidos debido a su ya
consabida fama de mala suerte.
En 1927
fue reconstruido por el empresario teatral Alberto Mola con la ayuda de la
compañía cinematográfica cubana Santos y Artigas. Entre las puestas en escenas
estuvieron zarzuelas, teatro bufo de Arquimides Pous, Ramón Espigel y películas.
Hacia 1960
se le cambió el nombre por el de "Pionero", aunque para el pueblo siguió siendo
el “Teatro Avellaneda”. Decayó tanto, tanto que hasta parte del edificio
colapsó. Muchas familias sin hogar lo tomaron de refugio. De lejos y de cerca
se captaba su deterioro y su penosa ruina.
Actualmente
ha sido remozado y pronto abrirá sus puertas. Ojalá también su esplendor.
Marlene
María Pérez Mateo
Octubre
2013
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