En 1913…
El
cóndor pasa
Marlene María Pérez Mateo
En 1913, el compositor peruano Daniel Alomía
Robles (1871-1942), compuso la mas conocida de sus piezas musicales: “El cóndor
pasa”.
Alomía Robles nació en Huanuco, Perú, hijo de
un descendiente directo por parte paterna del Califa de Córdoba, España, y por
la materna de antepasados andinos.
Siendo inicialmente estudiante de medicina, cambia su destino
profesional y personal por el de las artes.
Viajó por mas de un año por
la jungla suramericana. Su encuentro con el padre misionero franciscano Gabriel Sala fue
decisivo en todo sentido, convirtiéndoselo desde muy joven en un hábil colector
de la música y los ritos de los antiguos habitantes de Bolivia, Perú y la
cordillera andina. Descrube la hoy conocida como escala musical pentafónica en
contraste con todo lo conocido hasta el momento. Indiscutiblemente gracias a él
todo ello ha llegado hasta nosotros.
En 1897 se casa con la culta
pianista cubana Sebastiana Godoy Agustini, su motivadora, su aliada y casi su
mentora. Es allí cuando pasa a otra etapa en su carrera, nace su primera
composición. Alomía-Godoy tuvieron diez hijos. Tras la muerte de su primera cónyuge, se desposa
Alomía con su cuñada, de cuya unión nacierán dos hijos.
En 1911 estrena en Argentina
su primera ópera “Illa Cori”, basada en la vida del líder inca Huayna Capac.
Entre 1919 y 1933 llevó al pentagrama estando en New York 700 composiciones y
238 canciones, situándose como uno de los compositores mas pródigos de su
país. Luego de haber ocupado varios
cargos públicos y ser ampliamente reconocido, falleció en Lima a los 71 años de
edad.
“El cóndor pasa” es una
zarzuela, cuya canción homónima fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación
en 2004, por las autoridades peruanas. La obra narra un conflicto laboral minero
en el Cerro de Pasco. El cóndor es el símbolo de la libertad por medio de su
majestuoso y alto vuelo. La obra ha sido objeto de plagio en varias ocasiones.
Múltiples voces le han llevado al escenario y ha sido objeto de traducciones mas o menos felices.
Dejemos que Raúl Diblasio y
su piano nos recuerden a todos la imponente belleza de esta obra.
Marlene María Pérez Mateo
Noviembre 5, 2013
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