28 de agosto de 2013

Sin ánimo de discutir



Sin ánimo de discutir

Elsa M. Rodríguez 

Muchas veces leemos o escuchamos a alguna gente que compara la situación actual en Venezuela con lo que lleva sucediendo en Cuba desde 1959.

Encontramos que solamente existe un común denominador en este asunto, y es la injerencia del gobierno dictatorial de la isla de Cuba en la forma de gobierno venezolano. Tanto el fallecido Hugo Chávez Frías como su heredero (no es otra cosa que eso) Nicolás Maduro, han puesto en práctica en Venezuela los mismos parámetros utilizados en Cuba para la eliminación de las fuerzas vivas del país, destrucción de la banca, de la información libre y sin censura o sea acabar con la libertad de expresión, así como con el hacerse del control de las industrias o riquezas del país, para de esta forma limitar la libre empresa y controlar los medios de producción.

Ahora bien, el comienzo de cada forma de gobierno ha sido completamente distinto. En Cuba se dio un fenómeno no conocido antes en la historia de ningún país, especialmente latinoamericano, un grupo pequeño de hombres armados comienzan una guerra de guerrillas, es decir una guerra no convencional, en la cual no dudan en utilizar el método del terrorismo, en un país donde un señor se había proclamado presidente después de haber dado un golpe de estado, se hacen unas falsas elecciones y el pueblo quiere un cambio, por ello triunfa un señor que tiene un historial nada promisorio para la nación.

En Venezuela, el poder lo asumen los llamados “chavistas” gracias a unas elecciones democráticas, en un país harto de la corrupción de los gobiernos democráticos anteriores. Ahí estriba la diferencia. En Cuba la dictadura llega después de una revolución armada y en Venezuela, después de ganar unas elecciones en las urnas.

Una cosa si es cierta, en ambos países hay hoy día una dictadura.

En Cuba no supimos darnos cuenta de lo que venía, en Venezuela debían haberlo sabido pero no quisieron escuchar.

Al final, ambos países van cada día más derechito a la ruina total. ¿Le importa al resto del mundo? No, claro que no.

Elsa M. Rodríguez

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