25 de agosto de 2013

Reflexión


En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó:
--Señor, ¿serán pocos los que se salven?
Jesús les dijo:
--Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos” y él os replicará: "No sé quienes sois”…   
Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
Lucas 13, 22-30


 “Lo que es ir al cielo... iremos los de siempre”. Esta frase que caricaturiza a los que hemos convertido la práctica o prácticas religiosas en un Seguro de Salvación, se hubiera podido decir también por los judíos que escuchaban a Jesús. ¡Poco ha cambiado la humanidad en dos mil años!

Ser de nacionalidad judía y cumplir con la ley de Moisés era el Seguro de Salvación Judía, como ahora estar bautizado, casarse en la Iglesia y venir los domingos a Misa ha sido, y es, para no pocos el Seguro de Salvación y, por contrapartida, en Seguro de Condenación para los que no cumplen esas condiciones.

Con esta manera de pensar no sólo hacemos estrecha la puerta del Reino sino que la cerramos de un portazo ante los demás, mientras nosotros nos la hacemos cómoda y ancha, como cuando nos conformamos con comulgar unos cuantos Viernes o unos cuantos Sábados, para estar seguros de que la salvación está asegurada.

Jesús, sin entrar en discusiones numéricas sobre cuantos se han de salvar, sí nos dice claramente que, como la senda es estrecha, así la puerta del Reino no es tan ancha ni cómoda como para poder atravesarla con unas cuantas prácticas religiosas.

Nos dice que no todo el que diga “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los cielos.

Que no es la lista de misas o comuniones o las promesas cumplidas, el pasaporte seguro para el Reino de Dios

Que el libro de la Vida en que están escritos los nombres de los que han de salvarse no corresponde con el libro de partidas de bautismo.

Que la salvación no depende de la pertenencia a una entidad religiosa, ni del cumplimiento de unas cuantas prácticas religiosas.

Que es digno del Reino de los cielos el que posee un corazón sincero, eficientemente bondadoso con los que le necesitan.

Y esto hace que “haya últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.

José María Maruri, SJ

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