En aquel tiempo, Jesús, de
camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó:
--Señor, ¿serán pocos los
que se salven?
Jesús les dijo:
--Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha. Os digo muchos intentarán entrar y no podrán.
Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y
llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos” y él os replicará:
"No sé quienes sois”…
Mirad: hay últimos que serán primeros y
primeros que serán últimos.
Lucas 13, 22-30
“Lo que es ir al cielo... iremos los de
siempre”. Esta frase que caricaturiza a los que hemos convertido la práctica o
prácticas religiosas en un Seguro de Salvación, se hubiera podido decir también
por los judíos que escuchaban a Jesús. ¡Poco ha cambiado la humanidad en dos
mil años!
Ser de nacionalidad judía y
cumplir con la ley de Moisés era el Seguro de Salvación Judía, como ahora estar
bautizado, casarse en la Iglesia y venir los domingos a Misa ha sido, y es,
para no pocos el Seguro de Salvación y, por contrapartida, en Seguro de
Condenación para los que no cumplen esas condiciones.
Con esta manera de pensar no
sólo hacemos estrecha la puerta del Reino sino que la cerramos de un portazo
ante los demás, mientras nosotros nos la hacemos cómoda y ancha, como cuando
nos conformamos con comulgar unos cuantos Viernes o unos cuantos Sábados, para
estar seguros de que la salvación está asegurada.
Jesús, sin entrar en
discusiones numéricas sobre cuantos se han de salvar, sí nos dice claramente
que, como la senda es estrecha, así la puerta del Reino no es tan ancha ni
cómoda como para poder atravesarla con unas cuantas prácticas religiosas.
Nos dice que no todo el que diga “Señor, Señor”,
entrará en el Reino de los cielos.
Que no es la lista de misas o comuniones o las promesas
cumplidas, el pasaporte seguro para el Reino de Dios
Que el libro de la Vida en que están escritos los nombres
de los que han de salvarse no corresponde con el libro de partidas de bautismo.
Que la salvación no depende de la pertenencia a
una entidad religiosa, ni del cumplimiento de unas cuantas prácticas
religiosas.
Que es digno del Reino de los cielos el que posee un
corazón sincero, eficientemente bondadoso con los que le necesitan.
Y esto hace que “haya últimos que serán primeros y primeros
que serán últimos”.
José María Maruri, SJ
No hay comentarios:
Publicar un comentario