Los Papeles del Conde Duque
Alfonso Ussía
La Razón, Madrid
El Conde Duque de Olivares,
inteligente, cínico y golfo Valido del Rey Don Felipe IV, abominaba de don
Francisco de Quevedo. Al menos, eso hemos creído hasta ahora. Quevedo fue un
protegido del gran duque de Osuna, y el Conde Duque y Osuna no se tenían simpatía.
Mejor escrito, el Conde Duque envidiaba a Osuna y Osuna pasaba olímpicamente
del Conde Duque, a pesar de su cercanía al Rey. Se trata muy mal e injustamente
a Felipe IV. Torrente Ballester escribió un opúsculo «El Rey Pasmado» en el que
Felipe IV aparece como un joven monarca pajillero y tonto que sólo tiene una
ilusión. Ver a su mujer, a la Reina, desnuda.
Se produjo una película, en la
que el clérigo integrista e inquisitorial era Juan Diego y el Conde Duque,
Gurruchaga. Ridícula pareja en la que hacían de malísimos. Felipe IV,
representado por Gabino Diego, al menos tenía gracia, aunque históricamente era
un personaje inventado. De pasmado nada, porque entre legítimos y naturales,
Felipe IV tuvo más de cuarenta hijos.
Cierto es que el Conde Duque le
influía en las cuestiones de Estado y que era el Arriola de aquellos tiempos,
dorados tiempos de la Cultura –con mayúscula–, española. Durante el reinado de
aquel Rey culto y nada pasmado nacieron los siglos de oro de la Pintura y la
Literatura, esta última capitaneada por el otoñal Cervantes, que no apreciaba
ni a Góngora, ni a Quevedo, ni a Villamediana, se aburría con Lope, y tan sólo
cuando en el paseo se topaba con una lozana montañesa alegraba su mirada
literaria, por cuanto la lozana montañesa llevaba de la mano a un niño que se
llamaba Pedrito Calderón de la Barca. Pero don Miguel ignoraba al niño y se
fijaba en el generoso escote de la muchacha, provocativo y pecaminoso para el
censor Pérez de Montalbán.
Quevedo le dedicó al Rey su
«Padrenuestro Glosado», y el Conde Duque lo encerró en las mazmorras de San
Marcos de León no por castigar a don Francisco, sino para recordarle a Osuna
que era él y sólo él quien gobernaba en España.
Así, más o menos, he intentado
resumir la brevísima historia de aquella época tan fabulosa y pujante, dominada
por la intriga de los políticos y la inteligencia y arte de aquella generación
irrepetible de la genialidad de España. Pero también había papeles, y comprometedores.
El Conde Duque de Olivares
apuntaba sus entregas oscuras de dinero, y como Bárcenas, se adelantó a los
tiempos y las monedas de curso legal. Así se lee en uno de los papeles, también
manuscritos como los de Bárcenas. «Entregados a Luis de Góngora para que
escriba en contra de Quevedo: 300 euros». Es decir, que ya el Conde Duque
contaba, pagaba y sobornaba en euros, como Bárcenas cuando la moneda en España
era la peseta, nuestra añorada peseta, a la que tuve el honor de despedir en el
Palacio de la Moneda en su último día de vigencia con un doble soneto:
«Naciste oronda de pesada plata
y jugaste en el lujo y la
miseria.
Tu jíbaro existir en Celtiberia
te resumió en paupérrima
pazguata.
Fuiste al nacer, oblea no
barata,
viviste mucho, pero poco seria,
al morir humillaste tu materia
hasta hacerte lenteja de
hojalata.
Perfil de Reyes en tu cara
habías,
escudos en tu Cruz, alegorías
republicanas, y con el
franquismo,
la niña rubia de las
depresiones,
las previsiones, las
devaluaciones,
la dura realidad y el
espejismo.
Con nuestro Rey Juan Carlos,
que Dios Guarde
das paso al euro, y ante
Europa, humillas
tus otros nombres; pelas, púas,
calillas
leandras, cucas y calandrias.
Arde
tu pobre hoguera con hispano
alarde,
y la Historia le entregas en cuclillas,
tus liendres, tus calatis, tus
pelillas...
y no le entregas más, porque ya
es tarde.
Peseta mía, amor de mi
existencia,
pasado eres, tu escoñada
ausencia
en mi memoria vuela y se deshace.
Con lágrimas te canto, y me
perdono
por no haber impedido tu
abandono.
Peseta nuestra, requiescat in
pace».
Pero
antes de morir, la peseta había sido manifiestamente maltratada por el Conde
Duque y Bárcenas. Que Olivares pagara en euros en lugar de maravedíes no le
interesa en exceso al juez Ruz.
Que Bárcenas lo hiciera en
euros en lugar de en pesetas, quizá sí, porque hablamos de anteayer. Rarísimos
apuntes de pagos en euros cuando el euro no existía.
Que me aten esa mosca por el
rabo.
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