Balzac y
la joven costurera china
Marlene María Pérez Mateo
“Yo era el perro enojado de Mao. A quien él
dijese que había que morder, yo le mordía” declaró Jiang Qin, la ultima esposa
del líder comunista chino, en el juicio que se le siguió en su contra en 1981.
La otrora actriz fue la indiscutible cabecilla de la tristemente célebre
revolución cultural en su país. La frase esgrimida en su propia defensa explica
de por sí hasta que límites se llegó y
cuán bajo se puede caer en brazos del radicalismo.
La reciente noticia de la
clausura de los campos de concentración en el viejo país, algo difícil de
entender que todavía exista en el siglo XXI, hace casi necesaria una revisión
en la memoria del complejo mundo vivido tras la Gran Muralla milenaria por
parte de una de las culturas más ricas y ancestrales del planeta.
Al unísono de tales noticias
encontré el libro “Balzac y la joven costurera china”, luego la película homónima.
Es este uno de esos casos donde se va más allá de la superficie de un hecho por
loable o desdeñable que éste fuere. Una brisa, tan necesaria al espíritu y al
cuerpo como vital, sin ser una inconmensurable factura económica logra colarse
hasta lo esencial del ser humano.
Se ubica en el tiempo en los
durísimos años setenta cuando el maoísmo
hacía de las suyas entre sus correligionarios. El lugar, la frontera limítrofe
con el Tibet. En tales circunstancias unos jóvenes, prácticamente niños,
llevados a lo más recóndito para ser re-educados por medio del trabajo forzado
y la vulnerabilidad de sus desarraigadas existencias. Por increíble que parezca
allí viven las locuras propias de sus edades y su ingreso a una adultez insipiente y limitada.
Casi por casualidad, coincidencia o destino, encuentran en tan
inhóspitos parajes una maleta, dejada sin quererlo quizás por algún intelectual
que escapaba de la depuración ideológica china. Para su buen tino, dentro no
estaban por suerte las pertenencias de Pandora sino lo contrario: había libros
de los mejores. Llevan el tesoro a una cueva y movidos por la curiosidad, entre
escapada y escapada, descubren a Balzac, Dumas, Stendhal, Dickens, y otros.
Eran en buena medida los que habían pintado en palabras el mundo que a ellos les
prohibían vivir, envileciéndolo hasta el absurdo. Invitan entonces a unirse en
su gesta a la nieta del sastre del pueblo, hasta entonces analfabeta.
El film trata algo ya muchas
veces dicho sobre el poder del arte en la humanización del hombre. El uso de la
belleza y lo enigmático como la alquimia de la existencia. No es nuevo, pero si
novedoso por el contexto donde se narra. Es la lucha del ser humano por ser no
meros entes, sino personas.
Marlene María Pérez Mateo
Junio 22, 2013
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